Las últimas siete plagas (Apocalipsis 16:1-21) Primera Parte
La Biblia proporciona el único verdadero faro de luz y esperanza en las tinieblas y la desesperanza del mundo. En sus páginas hay palabras de aliento, de consuelo y de confirmación de la paz, de la bondad, del gozo y del amor de la salvación. Los creyentes se sienten seguros al leer del amor y de las promesas de Dios y de su herencia eterna en su reino.
Aunque la Biblia es un libro de esperanza, también es un libro de juicio. Como Dios ama la justicia y la fe, debe aborrecer el pecado y la incredulidad. Él no puede amar la verdad a menos que aborrezca la mentira. No puede amar la bondad a menos que aborrezca la maldad. No puede recompensar a menos que también castigue. El Antiguo Testamento advierte muchas veces del juicio venidero, en particular en los pasajes que describen los postreros juicios del día de Jehová (p.ej., J1. 2:28-32; Zac. 14:1; Mal. 4:1, 5).
El Nuevo Testamento también revela el juicio divino sobre los pecadores. Juan el Bautista, el precursor del Mesías, predicó un mensaje de juicio desafiante, incluso áspero. Llamó víboras a algunos de los que vinieron a él para ser bautizados (Lc. 3:7) y los amenazó con juicio al decir: «Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará» (Mt. 3:11-12). Juan 3:36 advierte: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él». El apóstol Pablo habló del «Dios que da castigo» (Ro. 3:5), observó que «la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia» (Col. 3:6), y describió el aterrador tiempo «cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2 Ts. 1:7-9). El escritor de Hebreos añadió:
Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! (He. 10:26-31).
La ira de Dios contra el pecado y su juicio final y escatológico sobre los pecadores, temas recurrentes en la Biblia, toman un lugar protagónico en Apocalipsis. Esa ira, que se mostró anteriormente en Apocalipsis en los juicios de los sellos y las trompetas, llega a su punto culminante y devastador con los juicios de las copas que se describen en este capítulo. Estos violentos juicios tendrán lugar en un período de tiempo muy corto, señalando la hora final del día del Señor. Ellos son el derramamiento final de la ira de Dios sobre el mundo incrédulo antes del regreso del Señor Jesucristo (15:1). Son las últimas expresiones de la ira divina contra el pecado, la injusticia y la blasfemia que se hallan de manera incontrolada en la tierra.
La venida de Jesucristo descrita en el capítulo 19 sigue inmediatamente a esos siete juicios. Los capítulos 17 y 18 regresan en tiempo para describir la destrucción del imperio mundial político y religioso del anticristo. (Una recapitulación similar interrumpió el curso cronológico de Apocalipsis en los capítulos 12-14.) Inmediatamente después de los juicios de las siete copas, el Señor Jesucristo volverá, destruirá los ejércitos del mundo en la batalla de Armagedón y establecerá su gobierno universal en la tierra. En realidad, los juicios de las copas anuncian el comienzo de la batalla de Armagedón. Al secarse el río Éufrates como resultado de la sexta copa, se preparará el camino para las fuerzas del este que vienen para esa destrucción.
Como esos son el derramamiento final de la ira de Dios, los juicios de las copas serán más severos que los juicios anteriores. Su severidad es una sólida prueba de cómo Dios se siente con relación a quienes lo rechazan persistente y deliberadamente. Esta época particular en la historia humana será un tiempo apropiado para que la ira de Dios llegue a su punto culminante, ya que la rebelión de la humanidad contra Dios tendrá también su momento culminante. A pesar de los años de horribles juicios (que ellos reconocerán que vienen de Dios, 6:15-17), los pecadores tercamente se aferrarán a su pecado y persistirán en su rebelión (9:21). Tampoco la poderosa predicación del evangelio por los ciento cuarenta y cuatro mil, los dos testigos, incontables otros creyentes, y un ángel del cielo, los llevará al arrepentimiento (vv. 9, 11). En vez de esto, su rebelión, desafío y rechazo de Dios se incrementarán hasta que lleguen los juicios finales. Esta rebelión de alcance mundial de la pecaminosa humanidad traerá el juicio universal del santo Dios.
Esas «siete plagas postreras» (15:1) tuvieron precursores en otros dos conjuntos de plagas en las Escrituras: las plagas que Dios trajo sobre Egipto (Éx. 7-12) y los siete juicios de las trompetas (caps. 8-11). Hay similitudes y diferencias entre los tres grupos de plagas. Las primeras plagas fueron muy localizadas, afectando solo a Egipto. El segundo grupo de plagas destruyeron una tercera parte del mundo (8:7-12; 9:15, 18). Las plagas finales afectarán todo el mundo. Los tres grupos de plagas incluyen granizos, tinieblas, agua convertida en sangre y una invasión del este, ya sea de insectos, demonios u hombres. Los siete juicios de las copas reunirán todos los horrores y terrores de los previos juicios de Dios. Inundarán completamente el mundo, llevándolo al borde de una total ruina
Al comenzar a mostrarse la visión de los juicios de las copas, Juan oyó una gran voz… desde el templo. El sorprendente efecto de fuertes voces se escucha unas veinte veces en Apocalipsis. Esa gran voz es sin duda la de Dios, ya que no había nadie más en el templo (15:8). Su gran voz de juicio recuerda a Isaías 66:6: «Voz de alboroto de la ciudad, voz del templo, voz de Jehová que da el pago a sus enemigos». Megale (gran) aparece seis veces en este capítulo, subrayando una vez más la magnitud de los juicios que se registran aquí. Su gran voz se oye otra vez después que se derrama la séptima copa (v. 17).
Se presentó a los siete ángeles en 15:1, 6-8. Allí se les dio las siete copas que contenían los juicios finales. Aquí Dios les ordena a los siete: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. Como lo son todos los juicios, las siete copas serán actos sobrenaturales de Dios. El texto no admite los intentos de algunos comentaristas de darles una explicación simplemente lógica y científica. Para ellos está bien cualquier explicación menos la que reconoce que esos juicios provienen de Dios mismo. En realidad, solo hay una breve pausa, justo el tiempo para que uno de los ángeles declare que los juicios de las copas son justas y correctas (vv. 5-7).
Algunos escritores han visto esos juicios de las copas como una recapitulación de los juicios de los sellos y las trompetas. Hay similitudes, pero muchas más diferencias, sobre todo en el grado de devastación. La cuarta copa no tiene paralelo en los juicios anteriores. No hay sufrimiento personal que acompañe las primeras cuatro trompetas, pero las copas traen tormento desde el principio. Los juicios de las copas son universales, más intensos que los juicios previos, y se les llama «las siete plagas postreras» (15:1), mostrando que no van atrás en el tiempo para repetir plagas anteriores.
LA PRIMERA COPA
Fue el primero, y derramó su copa sobre la Perra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen. (16:2)
Respondiendo de inmediato a la orden de Dios, fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra. Como se observa en el análisis de 15:7 en el capítulo anterior, en realidad las copas eran platillos poco profundos. El contenido de ellos no se derrama lenta y gradualmente, sino que se vierte de repente. Al derramarse la primera copa, se produce una úlcera maligna y pestilente que aflige a las personas. Maligna y pestilente traducen dos palabras griegas para malo (kakos y ponéros). Empleadas juntas, acentúan que las úlceras serán supurantes, dolorosas’ e incurables. Úlcera traduce helkos, el equivalente griego de la palabra latina de la que se deriva la palabra española úlcera. Describe úlceras inflamadas y supurantes, como las que afectaron a los egipcios (Éx. 9:911; cp. Dt. 28:27, 35; Job 2:7), y como las que cubrían a Lázaro el mendigo (Lc. 16:21). Traerán tormento físico sin alivio para los que han rechazado a Jesucristo.
Las úlceras no afectarán a los creyentes, cuyos nombres «estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» (13:8). Vendrán solamente sobre los que decidieron seguir al anticristo, recibieron su marca para mostrar su lealtad (13:16-17), y adoraban su imagen (13:12). En 14:9-11, un ángel describió su suerte postrera:
Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
Ese pasaje describe la condenación eterna; el pasaje actual describe juicios temporales. Los seguidores del anticristo están sufriendo las consecuencias de haber rechazado la predicación del evangelio y la advertencia del ángel dada en 14:7: «Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado». Estas úlceras inflamadas e incurables pudieran ser similares a aquellas de las que Zacarías escribió: «Y esta será la plaga con que herirá Jehová a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalén: la carne de ellos se corromperá estando ellos sobre sus pies, y se consumirán en las cuencas sus ojos, y la lengua se les deshará en su boca» (14:12).
LA SEGUNDA COPA
El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar. (16:3)
Una de las razones por las que los juicios de las copas serán tan devastadores es porque sus efectos son acumulativos. Antes que pudieran sanarse las úlceras de la primera copa, el segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar. Este castigo es similar al de la primera plaga en Egipto (Éx. 7:20-24) y el segundo juicio de las trompetas (8:8-9). Pero esta vez los efectos serán mucho más intensos y extendidos; como los océanos cubren un setenta por ciento de la superficie de la tierra, los efectos de este juicio serán de alcance mundial. Después que el ángel vertió su copa, el mar, que es muy importante para toda la vida en la tierra, se convirtió en sangre como de muerto. Para asombro, horror y desesperanza del mundo, los océanos ya no serán más fluidos, sino que se pondrán espesos, oscuros y coagulados, como el charco de sangre de alguien que ha sido asesinado a puñaladas.
No se revelan exactamente los medios sobrenaturales que Dios usará para destruir los océanos, pero los efectos se asemejarán a los del fenómeno conocido como la marea roja. El comentarista John Phillips escribe:
De cuando en cuando, frente a la costa de California y en otras partes, ocurre un fenómeno conocido como «la marea roja». Estas mareas rojas matan millones de peces y envenenan a los que comen mariscos contaminados. En 1949, una de esas mareas rojas golpeó la costa de Florida. Primero las aguas se tornaron amarillas, pero en pleno verano estaban densas y viscosas con incontables miles de millones de dinoflagelados, diminutos organismos unicelulares. Una larga hilera de unos cien kilómetros de pescado maloliente contaminó las playas. La mayor parte de la vida marina se destruyó, incluso las carnadas que usaban los pescadores murieron en los anzuelos. Finalmente la marea roja desapareció, solo para aparecer de nuevo el año siguiente. El comer pescado contaminado por la marea producía síntomas severos provocados por una potente toxina nerviosa, algunos gramos de la cual, bien distribuida, podía fácilmente matar a todos en el mundo. Una desenfrenada explosión demográfica de dinoflagelados tóxicos mataría a todos los peces en el mar.
El hedor de los cuerpos muertos en descomposición de todo ser vivo que había en el mar (en el juicio de la segunda trompeta solo ocurrió muerte parcial) será inimaginable. Henry Morris escribe:
En este océano tóxico nada puede sobrevivir, y pronto todos los miles de millones de peces, marinos acuáticos, reptiles marinos y la innumerable variedad de invertebrados marinos perecerán, envenenando de esta manera aun más los océanos y contaminando las costas del mundo. Los océanos habrán terminado su función de siempre en la economía de la tierra y dejarán de existir. De la misma forma en que Dios había creado todo ser viviente en las aguas (Gn. 1:21), así ahora cada ser viviente murió en el mar.
La transformación de la los mares del mundo en putrefactos estanques mal olientes, será testimonio gráfico de la maldad del hombre, y lo opuesto del día cuando Dios originalmente dio vida a todas las criaturas del mar (Gn. 1:21).
LA TERCERA COPA
El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el. Santo, porque has juzgado estas cosas. Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen. También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos. (16:4-7)
Cuando el tercer ángel derramó su copa, el mismo espantoso juicio que afectó a los océanos cayó sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y también se convirtieron en sangre. Lo que le sucedió al río Nilo en Egipto (Éx. 7:20-24; Sal. 78:43-44) ahora le sucede a todos los suministros de agua dulce del mundo. La contaminación de los océanos del mundo será una horrible pesadilla ecológica, pero la destrucción de los restantes suministros de agua dulce será un golpe catastrófico y espantoso para la humanidad caída.
En el momento en que se derrame la tercera copa, el suministro de agua potable estará en una condición muy crítica. El juicio de la tercera trompeta (8:10-11) traerá corno resultado el envenenamiento de la tercera parte del agua dulce. Además, los dos testigos «[tendrán] poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y [tendrán] poder sobre las aguas para convertirlas en sangre» (11:6). El refrenar temporalmente los vientos de la tierra (7:1) también causará sequía. Sin viento para mover las nubes y el resto del sistema climatológico, el ciclo hidrológico se desestabilizará y no caerá lluvia.
La destrucción de lo que quede del agua potable de la tierra provocará indecible tribulación y sufrimiento. No habrá agua para tomar; ni agua limpia para limpiar las supurantes úlceras que causó el primer juicio de las copas; ni agua para enfriamiento, a fin de aliviar el abrasador calor que pronto traerá el cuarto juicio de las copas. La escena es tan inimaginablemente horrible, que las personas se preguntarán cómo un Dios compasivo, misericordioso y lleno de gracia puede enviar tales juicios. Y así es que hay un breve intervalo en el derramamiento de los juicios, en el que un ángel habla en defensa de Dios.
Apropiadamente, es el ángel de las aguas el que defiende los justos juicios de Dios, haciéndose eco del cántico de los vencedores en 15:3-4. En contraste con las maldiciones y las blasfemias de los hombres (cp. vv. 9, 11) el ángel dice: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras (cp. 11:17; 1:4, 8; 4:8), el Santo, porque has juzgado estas cosas. El juicio divino de los pecadores es incuestionablemente justo porque Él es el Santo. Y aunque su ira es aterradora y mortal, es una respuesta justa, merecida y apropiada para el rechazo que ha recibido por parte de los pecadores.
El ángel declara que las personas que reciben estos juicios, aborrecedoras de Cristo y de Dios, llevarán una abrumadora carga de culpabilidad. Ellos habrán rechazado la clara, poderosa y persuasiva predicación del evangelio durante toda la tribulación. Más que eso, el ángel le recuerda al lector que ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas. Ellos perseguirán y matarán sin misericordia a los creyentes durante la tribulación, comenzando con los mártires del quinto sello (6:9-11). Más adelante, Juan vio «una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos… Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero» (7:9, 14). Los dos testigos sufrirán la muerte (11:7), y las airadas naciones (11:18) estarán «[ebrias] de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús» (17:6).
Apropiadamente, a quienes han derramado tanta sangre inocente se les dará a beber sangre. En las escalofriantes palabras del ángel, lo merecen. Dios es justo y santo y ejecutará su venganza por su pueblo (Ro. 12:19; He. 10:30). Habiendo rechazado obstinadamente el conocimiento de la verdad (He. 10:26), no queda otra cosa para el mundo incrédulo que recibir lo que ‘merecen, «una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios» (He. 10:27).
Luego el apóstol Juan oyó a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos. El altar personificado se hace eco de los sentimientos del ángel con palabras similares a 15:3. Pudiera ser que el mismo altar bajo el cual los santos estaban orando por venganza (6:9-11), ahora afirme que los juicios… verdaderos y justos de Dios son la respuesta a esas oraciones.
El que los juicios de Dios sean verdaderos y justos es la constante enseñanza de la Biblia. No son como los juicios caprichosos asociados con los falsos dioses paganos. En Génesis 18:25 Abraham preguntó retóricamente: «El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» David escribió en el Salmo 19:9: «Los juicios de Jehová son verdad, todos justos», mientras que en el Salmo 119:75 el salmista añadió: «Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos». Pablo escribió acerca de «el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios» (Ro. 2:5). En 19:1-2, Juan oyó «una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: iAleluyal Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella».
queridos hermanos ,me da mucha pena no poder aprovechar bien vuestro material por la imposibilidad de copiarlo que han puesto en la pagina ,que pena que no quieran compartir totalmente lo que de gracias recibieron .
Que Dios les permita ver que en el reino el compartir con un hermano es mas importante que el logro que podamos obtener en una pagina web .
La proteccion que le hemos puesto a la pagina no tiene nada que ver con exitos o algo parecido. En un final la pagina de nuestra iglesia solo cuesta dinero, el gasto de un tiempo valioso y el deseo de compartir diferentes materiales. Pero es nuestro deseo que podamos tener relaciones con otros hermanos como usted alrededor del mundo. Desgraciadamente si todo fuera facil entonces no le damos valor a lo que obtenemos. Eso lo aprendi desde joven con un misionero de Mexico que visito nuestro pais antes de venir a este otro pais donde vivimos actualmente. Si queremos compartir lo que hay en la pagina y lo decimos en el lado izquierdo diciendo: «Si usted desea alguno de los materiales publicados aqui, solicitelo y se lo enviaremos por correo electronico.
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Nos alegra que nos haya visitado y esperamos poderle ser se ayuda en el futuro.
Soy el pastor de la iglesia y el que administra la pagina. (y actualizo el sitio casi siempre en el tiempo que tengo disponibl,e en altas horas de la noche).
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Otra vez gracias. Deseamos que Dios le bendiga a usted y el ministerio que representa o la iglesia en la cual sirve.
pastor F. Morales
Dios les bendiga,y mil gracias por el tiempo k dan para compartir la palabra d Dios k los siga usando grandemente.Me ayudo mucho a dar mi clase dominical para jovenes y les hable de los jovenes de la biblia k le servian a Dios. DIOS LOS SIGA BENDICIENDO.