Verdades prácticas
Hebreos 2:5-18
1. En el camino de la salvación debemos ser diligentes y tomar con mayor seriedad, como lo vital en nuestra existencia, más que el vestido, la comida y las comodidades. Nuestro Señor Jesucristo fue el ejemplo de la diligencia y de tomar como suma prioridad el camino de fe, él dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” y les desafió a sus discípulos a tomar su ejemplo. También el apóstol Pablo exhortó a las iglesias de su tiempo a hacer la obra del Señor a tiempo y fuera de tiempo, a aprovechar el tiempo a lo máximo para hacer la obra del Señor.
Nuestras iglesias de hoy necesitan conocer esta verdad, pues, los desafíos y necesidades a los cuales se confronta son muchos: la pobreza extrema, la corrupción a todo nivel, la violencia, el materialismo desenfrenado, la idolatría, el satanismo, y otros. Frente a todo esto es urgente que la iglesia de Jesucristo viva y anuncie el mensaje de la buena noticia, de las bendiciones del reino de Dios, el nuevo orden traído por Jesucristo, caracterizado por la justicia, la paz, la felicidad verdadera, la misericordia, la santidad, etc.
2. Los peligros más grandes que pueden hacer que la iglesia y el creyente se deslicen del camino de la fe son: la negligencia y la apatía. El cristianismo evangélico de nuestro tiempo, cada vez más va profesionalizando su fe a una fría asistencia dominical al templo. La misión de Dios y sus exigencias son despachadas a un último plano (si queda tiempo). En cambio la búsqueda de dinero, posiciones terrenas, trabajo, estudio y los placeres merecen el mejor tiempo. De esta manera nuestras iglesias están rayando en el grave peligro de negligencia y pasividad y por ende corren el riesgo de deslizarse del camino de la fe si no reaccionan pronto.
Por otro lado, la fe evangélica cada vez se reduce a un nombre, a una tradición, es puramente nominal, el estilo de vida distinto acorde con los valores del Reino de Dios, que el mundo quiere ver como la única alternativa distinta, brillan por su ausencia.
3. Si dejamos el camino de la fe, habremos cavado nuestra propia tumba, pues el único otro camino que existe es el de la perdición, el camino de la muerte, que nos hará saborear sus frutos amargos (la infelicidad, la falta de paz, los conflictos permanentes, el odio, la violencia y la muerte). Habremos vuelto —como dijo el apóstol Pedro— al pecado, como la puerca que se revuelca en el cieno después de haber sido lavada. Y, mereceremos también el castigo eterno de Dios por haber rechazado su proyecto de vida, de humanización, a cambio de la deshumanización, de la muerte, por tener más dinero, por dar gusto a los apetitos de la carne, etc. (2 Ped. 2:13–21).