Cuentan que hubo un concurso para escoger la pintura que mejor representara lo que es la paz. Cuando llegó el día de escoger el ganador, el juez estuvo deliberando entre dos pinturas finalistas. Una de ellas mostraba una pradera hermosa, con un riachuelo apacible y flores hermosas iluminadas por el sol. La otra pintura mostraba unos cerros oscuros y escarpados bajo un cielo tormentoso y lleno de nubes oscuras. Una gran cascada daba con ímpetu en el río que corría abajo.
El juez se quedó mirando detenidamente detrás de la cascada, y sus ojos se hicieron grandes. Ahí, en un nido que colgaba de una ramita que sobresalía de un lado del cerro, había un ave pequeña que con toda serenidad empollaba los huevos que estaban en el nido. Qué paz en medio de la tormenta. ¿Reposa usted con tranquilidad cuando su mundo está agitado? ¿O anda alterado convencido de que puede esquivar las gotas en medio de un aguacero?
El apóstol Pablo nos dice el secreto para tener la paz que sobrepasa todo entendimiento. Debemos tener presente que hemos sido crucificados juntamente con Cristo y que nuestra vida no nos pertenece. ¡Cristo es nuestra vida! Lo que ahora vivimos en la carne, lo vivimos en la fe del Hijo de Dios, el cual se entregó por nosotros.