«Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo»
1 Pedro 1:14-16
Dios mandó a los israelitas a ser santos porque Él es santo (Levítico 11:44). También les dijo que se guardaran puros espiritualmente y no se dejaran contaminar por la avaricia, la lujuria, la idolatría y otras actitudes perjudiciales. O sea, tenían que guardar celosamente su fe en Dios y su devoción y amor hacia él.
¿Por qué es esto importante? Dios dio este mandamiento al pueblo de Israel porque los amaba y quería que conocieran su bondad y recibieran sus bendiciones. Dios no bendice la desobediencia.
Satanás quiere sólo una cosa para el inconverso: que siga en tinieblas espirituales y aislado de Dios. En cuanto al creyente, el enemigo busca la manera de desanimarlo y hacer que caiga en tentación para que pierda el testimonio.
Satanás se vale de la tentación para hacernos pecar y luego acusarnos con el Padre. Cuando cedemos a la tentación, se interrumpe la manifestación de la gracia de Dios en nuestra vida y nuestro entendimiento se entenebrece.
Sigamos la exhortación del apóstol, que dice: «Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en vuestra manera de vivir» (1 Pedro 1:14,15).