El perdón es un regalo precioso de Dios.
Agustín de Hipona
Efesios 4:29-32
Cuando hemos cedido a la tentación, una de las primeras cosas que nos preguntamos es si Dios aún nos ama. Saber que él sigue ofreciéndonos el perdón nos da consuelo y confianza.
El perdón es la piedra angular del mensaje de salvación. Dios nos amó tanto que envió a su Hijo a este mundo para que muriera por nosotros y nos diera vida eterna (Juan 3:16).
Jesucristo hizo lo que nosotros no podíamos hacer por nosotros mismos: pagar la deuda de todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Una vez que su sangre nos limpia, la mancha del pecado queda borrada para siempre. Todos los que se convierten a él pueden esperar lo mismo.
Para que el perdón de Dios pueda tener efecto necesita de dos cosas: pecado que haya que perdonar y Alguien que perdone al culpable. Jesucristo es nuestro abogado ante el Padre (1 Juan 2:1).
Cuando nuestro enemigo nos acusa de haber pecado, Cristo sale en nuestra defensa y declara su amor eterno y fiel hacia nosotros.
No hay pecado que sea mayor que el perdón de Dios. Una vez que recibimos el perdón de Dios, él nos restaura y nos infunde esperanza en todo aspecto de nuestra vida.
Podemos regocijarnos en el hecho de que no hay poder mayor que el amor de Dios hacia nosotros.