Los dos ladrones: una sorprendente conversión a Cristo
por el pastor Humberto Perez
Mateo 27:38-44 (LBLA) Entonces fueron crucificados con El dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. [39] Los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza [40] y diciendo: Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, si eres el Hijo de Dios, y desciende de la cruz. [41] De igual manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, burlándose de El, decían: [42] A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es; que baje ahora de la cruz, y creeremos en El. [43] En Dios confía; que le libre ahora si El le quiere; porque ha dicho: «Yo soy el Hijo de Dios.» [44] En la misma forma le injuriaban también los ladrones que habían sido crucificados con El.
Quiero presentar a dos hombres cuyos historiales son idénticos, los dos son ladrones, uno retrata una maravillosa operación de la gracia para la salvación y el otro un caso común de endurecimiento. Un caso de esperanza.
En Mateo no hay ninguna esperanza porque los dos ladrones son persistentemente presentados como maldiciendo, por eso tenemos cuatro evangelios para que si alguien no halla esperanza en uno la encuentre en el otro y además la propia Biblia tiene 66 documentos para la salvación del pecador. En Lucas 23: 39-43, el Espíritu Santo es más preciso y nos da un relato más exacto para esperanza de los pecadores. Comparando las dos narraciones debemos suponer que al principio los ladrones tenían la misma actitud, o aunque uno de ellos por largo rato permaneció callado reflexionando en su propia vida, en lo que había hecho y como pronto iba a terminar su existencia, no hacía más que mirar a Jesús y pensar en él.
(1) El ladrón convertido da un buen ejemplo de lo que es la verdadera fe, cuando sale de su mutismo, se hace pública y reprocha con indignación la mala conducta de su vecino. Ese fue el único servicio en toda su vida que rindió al reino de Cristo y resultó ser por un lado un esfuerzo evangelístico y por el otro una defensa de Jesús (vv. 40, 41).¿Qué tipo de fe es esa que puede existir callada para siempre? ¿Qué tipo de fe es esa que se tiene sólo en la vida privada? La gracia hace aparecer la fe en nuestros corazones no sólo para que nos salve sino para que el mundo oiga de ella. La esencia de la nueva fe es misionera. Observa que su fe tiene una característica muy hermosa, me parece ver en sus palabras un brote de indignación, como una cólera santa que convulsionó todo su cuerpo herido. Así es la fe salvadora, por un lado tiene piedad y por el otro indignación. ¿No será eso lo que le falta a la fe de muchos, una ardiente indignación? (2 Co. 11: 29). El mundo sigue campante pecando porque nadie se atreve a reprocharlo, pueden vociferar maldiciones en nuestros rostros que sólo nos asustan pero no calienta el coraje en nuestras venas.
(2) No se reprocha por reprochar sino para evangelizar, por el tono se ve que está indignado pero no explota por explotar, quizás su primera intención sea callar a aquel bocón, bien porque es su deber silenciar a Satanás; pero este hombre piensa en el alma de su compañero porque había estado pensando en la suya. Fíjate que es un creyente fresco, hace sólo unos minutos tan sólo que es cristiano y ya procura atraer a otro a la salvación. En muchos esa es la época de más celo misionero y que en la mayoría por desgracia declina y desaparece.
(3) Fíjate que aún no ha recibido ninguna garantía de vida eterna (Luc. 23: 43) pero ya está activo. Antes de que se le confirme su entrada al cielo ya predica, porque su evangelismo no lo hace porque haya recibido la vida eterna, ni tampoco porque lo espera un lugar muy bonito en el paraíso, no por los goces que disfrutará en el cielo, sino por la condición que ve en su vecino pecador. No es el cielo lo que se le ofrece a los pecadores para que sean salvos. No es la ventaja de dejar una vida peor por una mejor, no es dejar lo feo por lo bonito, lo malo por lo bueno, eso no es evangelismo, es negocio, el evangelismo del ladrón es diferente, le pide a su amigo que cambie porque está en la misma condenación (Lucas 23: 40). Y podemos estar seguros que no se refiere la sentencia de muerte sino a la condenación de Dios, que la incluye también. Le pide a su compañero que tema a Dios porque en unas horas nada más se hallará frente a su tribunal. ¿Qué te digo hoy? ¿Que dejes tus pecados por la belleza del paraíso? Deja tu pecado porque desde aquí a poco también te presentarás frente al tribunal de Dios para recibir sentencia de condenación. Horrenda cosa es caer en las manos Dios vivo.
(4) Casi concluyendo es bueno que pensemos en su esperanza (Luc. 23: 42). Este hombre le pide al Señor que se acuerde de él, sabe que si el Señor se acuerda de él cuando regrese será salvo. Cree en la doctrina de la resurrección de entre los muertos, tanto para Jesús como para él mismo; da a entender también que aquella cruz no era el fin de Jesús, que después de ella él establecería su reino. Estaba pidiéndole no que lo salvara de esta muerte, no le pide que lo baje de la cruz sino de la condenación eterna. Esas palabras de Jesús, «hoy estarás conmigo en el paraíso» son la correcta traducción que literalmente diría «en verdad te digo: hoy estarás conmigo el paraíso». Es cierto que el ladrón se refería la resurrección, pero Jesús le contestó más. El paraíso no es un lugar futuro, de futura creación sino algo que ya está puesto en existencia (2 Co. 12: 4). Jesús se está refiriendo que aquel mismo día su alma entraría por la puerta del paraíso celestial, a la compañía de los espíritus de los justos hechos perfectos y a la presencia del Padre. Dijo el Señor que hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, y aunque los ángeles pudieron estar tristes, con esta sorprendente victoria de la gracia de Cristo se pusieron alegres y se prepararon para darle la bienvenida.
Tomado de: http://pastorhp.blogspot.com