Mensajeros Angelicales
Apocalipsis 14:6-11
La gente siempre espera un mejor día. Los políticos prometen mejores tiempos si los eligen. Los líderes mundiales se esfuerzan por encontrar intereses comunes entre las naciones, procurando traer paz y armonía. A todos les gustaría ver el alza del mercado de valores, el descenso del índice delictivo, la terminación del hambre y de la pobreza, la preservación del medio ambiente y el fin del odio y las contiendas.
Pero los esfuerzos del hombre por crear un mundo mejor, aunque bien intencionados, están condenados a la ruina. Vienen a ser un poco más que reacomodar las sillas de cubierta en el Titanic para dar a todos una mejor vista mientras el barco se hunde. La verdad es que no un mejor día, sino uno inimaginablemente peor es lo que le espera al hombre y a su mundo. En el futuro, Dios derramará su ira y juicio a una escala nunca antes vista. Solo después que la tierra sea completamente devastada y los incrédulos juzgados, habrá un día mejor, el bendito reino terrenal del Señor Jesucristo.
Apocalipsis tiene mucho que decir sobre los juicios venideros; como se ha observado, son el punto primordial de los capítulos 6-11 y 15-19, con los capítulos 12-14 formando un breve interludio en la revelación de la condenato¬ria ira de Dios. Se han considerado los capítulos 12 y 13 como un recuento de los acontecimientos de la tribulación desde la perspectiva de Satanás; el capítu¬lo 14 regresa a lo que Dios va a hacer. En tres visiones, este texto ve con antela¬ción los juicios que aún faltan en la tribulación y la venida de Cristo. La primera visión (vv. 1-5) fue la de los ciento cuarenta y cuatro mil evangelistas judíos que aparecerán con el Señor Jesucristo en el monte de Sion en su Segunda Venida. Ante nosotros en los versículos 6 hasta el 11 está el registro de la segunda visión, en la que tres mensajeros angelicales anuncian el juicio.
Los ángeles sirven a lo largo de las Escrituras como mensajeros de Dios; en realidad, la palabra griega ai2gelos («ángel») significa «mensajero». Fueron los instrumentos para la entrega de la ley mosaica (Hch. 7:38, 53; Gá. 3:19; He. 2:2). También trajeron mensajes a personas como a Daniel (Dn. 8:15-17; 9:21-22), Zacarías (Lc. 1:11-19), María (Lc. 1:26-27), José (Mt. 1:20; 2:13, 19), los pastores (Lc. 2:9-13), Felipe (Hch. 8:26), y Pablo (Hch. 27:23-24).Los ángeles también ministraron en el cuidado de los creyentes (Mt. 18:10; Hch. 12:7-11; He. 1:14).
Los ángeles tendrán una función muy importante en los acontecimientos de los postreros tiempos. Ellos reunirán a los no elegidos para juicio (Mt. 13:41-42, 49-50), a los elegidos para gloria (Mt. 24:31), y acompañarán al Señor Jesucristo cuando Él vuelva a la tierra en triunfo (Mt. 25:31; 2 Ts. 1:7). En Apocalipsis, los ángeles participan en el derramamiento de la ira de Dios (8:6ss.; 11:15ss.; 16:1ss.). Sin embargo, a diferencia de esos ángeles, los tres ángeles descritos en los versículos 6-11 no traen juicio, sino que traen asombrosas proclamaciones de Dios con relación a la consumación de la era.
Los tres ángeles no aparecen en orden de sucesión ni cronológico. En vez de esto, ellos hablan sobre asuntos y acontecimientos que se expanden por todo el período de la tribulación. Sus mensajes anuncian el juicio de la séptima trompeta (11:15; caps. 15, 16), que incluye los finales y trepidantes juicios de las copas, al final de la tribulación. Los mensajes que ellos traen están destinados a producir un temor correctivo (cp. Lc. 12:5; He. 10:31) que conduzca a la fe salvadora. Dios en su gracia ofrecerá a los pecadores otra oportunidad de arrepentirse antes que se desaten los aterradores juicios de las copas (16:1ss.). El primer ángel predica el evangelio, el segundo pronuncia juicio y el tercero promete condenación.
EL PRIMER ÁNGEL: PREDICACIÓN DEL EVANGELIO
Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. (14:6-7)
No se precisa el ángel específico o grupo de ángeles que Juan vio distinto de este otro ángel. Aunque los ángeles aparecen en cada capítulo desde el cuatro hasta el doce, el antecedente más cercano es la referencia a Miguel y sus ángeles (12:7). La frase también pudiera mirar atrás al séptimo ángel (11:15). En todo caso, se ha seleccionado otro de los incontables miles de ángeles (5:11) para un propósito muy especial.
De manera espectacular el ángel aparece volando por en medio del cielo. Mesouranēma (en medio del cielo) se refiere al punto del cielo donde el sol alcanza su meridiano, cenit, o punto más alto al mediodía (cp. 8:13; 19:17). Desde ese punto, el ángel sería más visible a los que están en la tierra. Allí estaría también más allá del alcance del anticristo, así como de Satanás y sus huestes de demonios, cuya actividad estará restringida para entonces a la tierra (12:7-9). La batalla que en la actualidad se desarrolla con furia en los lugares celestiales entre los santos ángeles y los demonios (cp. Dn. 10:12-13) para entonces habrá terminado. Este ángel predicador estará inaccesible, no habrá obstrucción para que el mundo lo vea, y su ministerio estará libre de estorbos.
En el tiempo en que el ángel comienza su ministerio, el mundo habrá sufrido la increíble devastación de los juicios de los sellos y las trompetas. Despiadados holocaustos habrán estremecido al mundo, y los cielos por lo general estables se habrán convertido en una fuente de terror (cp. 6:12-14). Durante este tiempo, el inundo incrédulo habrá oído el evangelio predicado por los ciento cuarenta y cuatro mil evangelistas judíos y los dos testigos, así como por incontables miles de otros que se salvarán con su ministerio. A pesar de todo eso, la mayoría de los pobladores de la tierra rechazarán el evangelio (9:20-21; cp. 16:9, 11); por consiguiente Dios en su gracia envía este poderoso ángel a predicarles el evangelio una vez más.
Mientras vuela por el cielo, el ángel tendrá un evangelio eterno para predicarlo. Esta es la única vez que aparece el sustantivo euangelion (evangelio) en los escritos de Juan, aunque el verbo relacionado, traducido para predicar, también aparece en 10:7. Como una joya de muchas aristas, la Biblia describe el evangelio en varios términos, cada uno enfocándolo desde mi punto de vista diferente. Al evangelio se le llama el evangelio del reino (Mt. 4:23), el evangelio de Jesucristo (Mi.. 1:1), el evangelio de Dios (Mr. 1:14), el evangelio de la gracia de Dios (Hch. 20:24), el evangelio de la gloria de Cristo (2 Co. 4:4), el evangelio de salvación (Ef. 1:13), el evangelio de la paz (Ef. 6:15) y el glorioso evangelio (1 Ti. 1:11). Aquí se le describe corno eterno porque proporciona los medios para alcanzar la vida eterna. Es las buenas nuevas de que Dios perdonare todos los pecados de los que se arrepienten y creen en el Señor Jesucristo como el único camino de salvación, y por ese arrepentimiento y fe salvadora los llevará a su reino eterno.
El evangelio eterno predicado por el ángel es el mismo que se ha proclamado en toda la historia. Es las buenas nuevas de perdón y vida eterna. Él declarará que las personas son pecadoras, que enfrentan la condenación eterna en el infierno, pero que Dios ha provisto perdón para los pecados mediante la muerte expiatoria del Señor Jesucristo. Ese mensaje de perdón se dio desde la época del Antiguo Testamento, teniendo como base los términos del nuevo pacto (cp. Jer. 31:31-34; Ez. 36:25-27). Sus beneficios se aplicaban a todo el que verdaderamente se arrepentía y buscaba perdón y gracia de parte de Dios, aunque el Salvador aún no había muerto. En el propósito de Dios, los méritos del Cordero inmolado en el Calvario se habían concedido a todos los que verdaderamente se arrepintieran en todos los siglos. En la tribulación, la mayoría de las personas conocerán el evangelio, gracias a la predicación de los ciento cuarenta y cuatro mil, los dos testigos y otros creyentes. Pero Jesús declaró que antes de que viniera el fin, el mundo entero escucharía el evangelio del reino (Mt. 24:14). La predicación de este ángel llegará a cualquiera que aún no haya escuchado el mensaje del evangelio. A medida que se acerca la hora más sombría de la tierra, el ángel proclamará las buenas nuevas de que no es demasiado tarde. Hay todavía tiempo para arrepentirse antes que se reanude el juicio de Dios.
El mensaje del ángel está dirigido a los moradores de la tierra, una frase empleada siempre en Apocalipsis para referirse a los incrédulos (cp. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10; 13:8, 12, 14; 17:2, 8). La frase global toda nación, tribu, lengua y pueblo (cp. 5:9; 7:9; 11:9; 13:7) destaca la naturaleza mundialmente abarcadora de la proclamación del ángel. Él ángel clamará a gran voz a todas las personas no regeneradas en cualquier lugar. Su gran voz asegura que será escuchado y destaca la urgencia de su mensaje. El mensaje del ángel a los pecadores es temed a Dios, y dadle gloria. Él llamará a todos los pueblos del mundo a que cambien su alianza de la bestia al Cordero. Los instará a nunca más temer, reverenciar y adorar a Satanás y al anticristo, sino [temer], reverenciar y honrar a Dios volviéndose a su Hijo. Como soberano Señor del universo, solo Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- tiene el derecho de recibir adoración (19:10; 22:9; Is. 42:8; 48:11; Mt. 4:10).
La Biblia llama repetidamente a las personas a temer a Dios. En el Salmo 111:10 el salmista afirmó que «el principio de la sabiduría es el temor de Jehová» (cp. Pr. 1:7; 9:10), mientras que Proverbios 23:17 ordena: «persevera en el temor de Jehová todo el tiempo». Un padre sabio aconseja a su hijo: «Teme a Jehová, hijo mío, y al rey» (Pr. 24:21), mientras que Pedro exhortó a sus lectores: «Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey» (1 P. 2:17). En Mateo 10:28 Jesús advirtió: «no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno». Temer a Dios es vivir en la realidad de su santidad, su soberanía y su juicio sobre el pecado. Es amar a Dios, respetarlo, reverenciarlo, creer en Él con sobrecogimiento, y adorarle. Y esto solo puede lograrse amando a su Hijo el Salvador'(Jn. 5:23).
Además de temer a Dios, los hombres han de darle gloria. Este requerimiento va a la misma esencia del problema de las personas no regeneradas, quienes aún «habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias» (Ro. 1:21). No querer dar a Dios la gloria es el corazón de la orgullosa rebelión del hombre.
Se les pedirá a los incrédulos que teman y glorifiquen a Dios de inmediato porque la hora de su juicio ha llegado. La oportunidad se desvanece rápidamente; los juicios de las copas están por derramarse, para que en breve se produzca el regreso del Señor Jesucristo a juzgar al mundo incrédulo (Mt. 25:31-46). Esta es la primera vez que se usa la palabra krisis (juicio) en Apocalipsis. Aparece nuevamente en 16:7, 18:10 y 19:2. (Un sinónimo griego de krisis, krima, aparece en 17:1, 18:20 y 20:4.) Hasta este punto en Apocalipsis, la palabra ira se ha empleado para describir el juicio de Dios (cp. 6:16-17; 11:18); seguirán empleándose los dos términos de manera intercambiable (cp. vv. 10, 19; 15:1, 7; 16:1, 19; 19:15). Los justos juicios de Dios son el derramamiento de su ira contra el mundo obstinado en no arrepentirse.
Parecería que la advertencia del ángel es innecesaria. Después de todo, en ese momento las personas habrán experimentado los devastadores juicios de los sellos y las trompetas. La tierra estará destruida por las guerras mundiales, el hambre y los terremotos, resultando también en la destrucción del medio ambiente; será testigo de aterradoras señales en el cielo y recibirá el ataque de huestes de demonios. Todo esto traerá como resultado muerte a una escala sin precedentes en la historia humana. Sin embargo, aunque finalmente reconocerán que esos desastres son los juicios de Dios (cp. 6:15-17), las personas de manera desafiante no querrán arrepentirse (9:20-21). Pero Dios, en su gracia y misericordia, llamará una vez más a los pecadores al arrepentimiento a través de la predicación de este ángel.
El ángel presenta una razón final para que los pecadores se vuelvan del anticristo a Dios, proclamando que el pueblo debe adorar a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. El universo creado presenta pruebas de la existencia de Dios y también la razón para adorarlo. David afirmó en el Salmo 19:1-4 que «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del, Inundo sus palabras».
Isaías 40:21-26 también enseña que la creación revela la gloria y la majestad de Dios:
¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca. os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido enseñados desde que la tierra se, fundó? Él está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos moradores son, como langostas; él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar. Él convierte en nada a los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana. Como si nunca hubieran sido plantados, como si nunca hubieran sido sembrados, como si nunca set tronco hubiera tenido raíz en la tierra; tan pronto como sopla en ellos se, secan, y el torbellino los lleva como hojarasca. ¿A qué, pues, me, haréis semejante o me compararéis? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal, es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio.
Como Dios se revela en su creación, los hombres no tienen excusa para no reconocerlo:
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es -manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque, las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa, (Ro. 1:18-20).
Cuando Pablo evangelizaba a los judíos, siempre comenzó a partir de las escrituras veterotestamentarias. Pero cuando evangelizaba a los paganos, fueran personas comunes y corrientes (Hch.14:14-17) o filósofos muy conocedores (Hch. 17:22-31), proclamaba que debe adorarse al Dios vivo y verdadero, porque Él es el Creador de todo. Identificar la Causa Primaria era la cuestión más importante en la filosofía antes de Darwin. Cuando hablaba a estas personas, Pablo les presentaba a Él. En Apocalipsis 4:11 los veinticuatro ancianos alaban a Dios porque Él es el Creador: «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas» (cp. Gn. 1, 2).
La severa advertencia del ángel es que el Creador es también el Juez; Él es a quien las personas deben temer y adorar, no a Satanás y al anticristo. Como el mundo se balancea al borde de su desastre final, Dios en su gracia ofrece a las personas otra oportunidad de arrepentimiento. Él arrebatará del fuego del juicio a los que presten atención a la advertencia (cp. Jud. 23), y los transferirá del reino de Satanás al de su amado Hijo que pronto se manifestará (Col. 1:13).
EL SEGUNDO ÁNGEL: ANUNCIACIÓN DE JUICIO
Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación. (14-:8)
Juan vio otro ángel que siguió al primer ángel. A diferencia del primero, este ángel no predica las buenas nuevas del evangelio, sino que pronuncia las malas noticias de juicio. Lamentablemente, esto implica que el mensaje del primer ángel fue ampliamente rechazado. Es casi como si el segundo ángel interrumpe al primero porque nadie responde.
El mensaje del segundo ángel, igualmente breve y directo es: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad. La repetición destaca el carácter definitivo, y lo seguro y abarcador que es el juicio sobre Babilonia. La caída aun finura de Babilonia es tan cierta, que se puede hablar de ella como si ya hubiera sucedido. La declaración del ángel vendrá como algo conmovedor para el mundo incrédulo. El hecho de que el poderoso imperio del anticristo, el más poderoso en la historia humana, pueda destruirse, será algo inconcebible para sus seguidores (cp. 13:4). Pudiera ser que la restaurada ciudad de Babilonia sea la capital del anticristo. Pero Babilonia, en este pasaje, se refiere no precisamente a la ciudad, sino a todo el imperio político, económico y religioso que el anticristo establecerá a nivel mundial.
Babilonia, desde su inicio, ha simbolizado la maldad y la rebelión contra Dios. Nimrod la fundó (Gn. 10:9), un gobernador orgulloso, poderoso y que rechazaba a Dios. Babel (Babilonia) fue el sitio del primer sistema organizado de la falsa religión idolátrica (Gn. 11:1-4). La torre de Babel, la expresión de esa religión falsa, era un zigurat; un edificio destinado a facilitar la adoración idolátrica. Dios juzgó la idolatría y la rebeldía del pueblo confundiendo su idioma y esparciéndolos por todo el mundo (Gn. 11:5-9). De esta forma, la semilla de la idolatría y de la religión falsa se propagó por el mundo desde Babilonia, para echar raíces dondequiera que se establecieron esos rebeldes orgullosos y sus descendientes.
Como la humanidad estaba unida en la falsa religión idolátrica en Babel, así también estará unida en los postreros tiempos bajo el amparo de la final Babilonia. Lea historia cerrará de esta forma el círculo. A la última Babilonia, personificada como una ramera (cp. 17:1-5), se le describe como que ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación. El mundo estará ebrio, engañado y seducido por la falsa religión babilónica dirigida por el anticristo. Unimos (furor) describe deseos fuertes y consumidores. Como resultado de su pasión, los pecadores se verán atrapados en una orgía de rebelión, idolatría y aborrecimiento a Dios. Aunque el pecado sexual será desenfrenado, la fornicación de la que se habla aquí es la prostitución espiritual de la religión falsa del anticristo; ella describe la infidelidad a Dios. Habiéndose impregnado del vino de la seductora ramera, las naciones del mundo seguirán su curso alejándose de Dios y terminarán bebiendo el «vino de la ira de Dios» (v. 10). Como lo revela el tercer ángel, esto resultará desastroso. De este juicio se darán detalles en los análisis de 16:17-19 y de los capítulos 17 y 18.
EL TERCER ÁNGEL: PROMESA DE CONDENACIÓN
Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre. (14:9-11)
Los tres ángeles aparecen en una lógica, si no cronológica, secuencia. El rechazo del evangelio predicado por el primer ángel trae como resultado la declaración de juicio del segundo ángel, que se cumplirá en la condenación que describe el tercer ángel. El tercer ángel anunciará su advertencia a gran voz, de modo que todos escucharán y entenderán su mensaje. Dios, al ser perfecto, santo y justo, juzga a las personas porque rechazan lo que saben que es verdadero. Por eso no habrá excusa para cada uno de los sentenciados al infierno (Ro. 1:20; 2:1).
La advertencia terrible del tercer ángel está dirigida a alguno que adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano. A todos se les exigirá, bajo pena de muerte, que adoren a la bestia y a la imagen. Como una señal de lealtad al anticristo y para poder funcionar en su economía mundial, a todos se les exigirá que reciban una marca en su frente o en su mano. Les parecerá a los engañados seguidores del anticristo que reciben la marca, que están apoyando al bando triunfante. Pero el ángel advierte que una terrible suerte espera a los que, a pesar de los juicios y advertencias de Dios, persistan en adorar al anticristo. Una vez más Dios, en su gracia, invita a los pecadores al arrepentimiento en la hora final.
El que tomó el vino de la ramera Babilonia también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira. Beber del vino de la ira de Dios es sufrir su ira (cp. Job 21:20; Sal. 75:8; Is. 51:17, 22; Jer. 25:15). Toda la furia de la ira de Dios, refrenada por mucho tiempo, se derramará. Tal ira no es una explosión impulsiva de emoción divina, teniendo como objetivo caprichosamente a las personas. Es la respuesta establecida, deliberada, sin misericordia y sin gracia del justo Dios contra todos los pecadores. Juan describe esta aterradora realidad haciendo notar que el vino de la ira de Dios será vaciado puro en el cáliz de su ira. Vaciado puro (lit. «mezclado sin diluir») se refiere a una práctica antigua de diluir el vino en agua. Sin embargo, el vino que llena el cáliz de la ira de Dios es un vino fuerte, sin diluir. La escatológica ira de Dios será una venganza sin diluir, sin la mezcla de asomo alguno de compasión.
La aterradora suerte que aguarda a la persona que beba el vino de la ira de Dios es ser atormentada con fuego y azufre. El verbo traducido atormentada se refiere a sufrir de manera incesante un insoportable dolor. La forma nominal de ese verbo se emplea en Lucas 16:23 para describir la agonía del rico en el Hades. Para aquellos a quienes Dios obligará a tomar- del cáliz de su ira no habrá disminución o atenuante en su tormento; no disfrutarán ningún momento de descanso por toda la eternidad. A menudo se asocian el fuego y azufre en las Escrituras con el juicio divino. Dios los usó para destruir a Sodoma y Gomorra (Gn. 19:24-25; Lc. 17:29). En el Salmo 11:6 David escribió: «Sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos». Al infierno, el lugar de destino final de los no regenerados, se le describe como el «lago de luego que arde con azufre» (19:20; cp. 20:10; 21:8).
El que los no regenerados sean atormentados delante de los santos ángeles y del Cordero añadirá vergüenza y bochorno a su sufrimiento. «Sufrir en la presencia de las huestes del cielo no va a aminorar la ferocidad del juicio, sino que lo hará más doloroso. Los cristianos han soportado la vergüenza de la humillación y la oposición pública; pronto sus adversarios sufrirán ante una más augusta asamblea». Los pecadores no arrepentidos serán desterrados de la presencia de Dios en el sentido de relación (cp. 21:27; 22:15; Mt. 7:23; 25:41; 2 Ts. 1:9); serán por siempre excluidos de la amorosa comunión de que disfrutarán los creyentes con Él. Sin embargo, no estarán ausentes de su presencia en el sentido de su soberanía y omnipresencia, incluso en él infierno. David escribió: «¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú, y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás» (Sal. 139:7-8). Los que estén en el infierno sufrirán el castigo eterno a manos de Dios, porque Él es «aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno» (M t. 10:2(S).
El tercer ángel termina su mensaje con un último pensamiento solemne acerca del castigo de los que adoran la bestia, declarando que el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche. Este ángel discreparía poderosamente de quienes niegan la eternidad del infierno. Su descripción del infierno como el lugar donde el humo del tormento de los malvados sube por los siglos de los siglos (cp. 20:10) concuerda con el resto de la Biblia. Isaías (Is. 66:24), Daniel (Dn. 12:2), Juan el Bautista (Mt. 3:12; Lc. 3:17) y el apóstol Pablo (2 Ts. 1:9) también afirman que el infierno es eterno. Pero nadie enseñó esa verdad solemne con más claridad que el Señor Jesucristo. Él habló del infierno como el lugar de «fuego eterno» (Mt. 18:8; 25:41), de «fuego que no puede ser apagado» (Mr. 9:43), donde «el fuego nunca se apaga» (Mr. 9:48). Y en Mateo 25:46, Jesús enseñó con toda claridad que el tormento de los perdidos en el infierno durará tanto como las bienaventuranzas de los redimidos en el cielo. Aunque la sensibilidad humana pudiera negarse ante la doctrina del castigo eterno, es la enseñanza explícita de la Biblia y es exigida por la justicia y la santidad de Dios.
Así que los tres ángeles entregan el último llamado de Dios al arrepentimiento antes que lleguen los juicios finales y vuelva el Señor Jesucristo. Pero las advertencias de la gracia de Dios serán desatendidas por la mayoría del mundo pecador. Quizá no haya ilustración tan clara en las Escrituras de la triste realidad de que «los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas» (Jn. 3:19).