Él es igual al Padre
Texto: Juan 5:1-47
Versículo clave: “Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios”.
Juan 5:18
Jesús es tanto el Hijo de Dios como Dios el Hijo. Para honrar a Dios tenemos que honrar a Jesús. Para ver al Padre tenemos que recibir al Hijo.
UN VISTAZO PRELIMINAR
Este intercambio tuvo lugar entre Jesús y los judíos que lo perseguían, y surgió cuando Jesús sanó a un hombre indefenso. El problema no estribaba en que Jesús hubiera sanado al hombre. El problema era que lo había hecho en el día de reposo. Los fariseos en particular tenían muchas regulaciones y reglas concernientes al día de reposo, las cuales raramente usted podría guardar una sin quebrantar la otra. Guardar el día de reposo era un tipo de prueba de carácter donde un único factor era decisivo en el Israel antiguo.
El hombre que fue sanado había sido visto cargando su cama, una clara violación de las reglas del día de reposo; así que había sido interrogado y las preguntas llevaron a los judíos a Jesús. Qué triste es que los judíos pasaron por alto el bien que se le
había hecho al hombre paralítico, y sólo vieron lo que percibieron como una violación a la ley. Esto equivale a colar un mosquito y tragarse un camello.
Observe también que los que no fueron iluminados por el Hijo de Dios se enfurecieron contra él. Cuando los judíos se dieron cuenta que Jesús había sanado a un hombre en el día de reposo, lo buscaron para matarlo. Nada más que la muerte satisfacería su furia.
Ellos abordaron a Jesús sobre este incidente y la reacción deÉl a sus cargos son los versículos que estudiamos hoy. Estos judíos acusadores recibieron mucho más que lo que buscaban. Jesús no sólo defendió sus acciones sino que también expuso la hipocresía y la incredulidad de ellos.
UNA MIRADA MÁS CERCANA
I. Jesús afirma igualdad
Juan 5:17, 18
17.Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.
18. Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Los judíos no enjuiciaron al hombre que había quebrantado la ley. Más bien volvieron su ira contra Jesús. Esto sugiere que ellos estaban prejuiciados desde el comienzo de esta investigación. Jesús no perdió el tiempo; llegó al meollo del asunto. Lo que le había sucedido al hombre discapacitado era obra de Dios y también era obra de Jesús, el Hijo de Dios.
Guardar el día de reposo era el cuarto mandamiento en Israel y se basaba en el hecho que Dios descansó de sus labores en el día sétimo. Pero nosotros tenemos que tener cuidado de observar que Dios sólo descansó del tipo de actividad en la que había estado involucrado en los seis días anteriores. Dios es responsable por todo lo que sucede en la tierra y en todo este universo (Hch. 17:28; Col. 1:17). El Espíritu Santo de Dios ciertamente está trabajando en el mundo todos los días de la semana. El punto es que el día de reposo jamás fue diseñado para un cese absoluto de actividad de ningún tipo.
Jesús estaba diciendo que la obra de Dios tuvo lugar en el díade reposo así como cualquier otro día. Él estaba alegando ser Dios y por lo tanto podía hacer lo que Dios quisiera. Podía sanar
en el día de reposo. Usted puede ver el razonamiento de las palabras de Jesús. Usted puede detener su labor manual en el día de reposo, pero no detendrá el proceso de santidad en su cuerpo. Esto es obra de Dios.
Inmediatamente los judíos entendieron lo que Jesús estaba diciendo, y lo rechazaron. Buscaron matarlo aún más. A sus ojos Él no sólo había quebrantado el día de reposo, sino que ahora estaba blasfemando porque alegaba ser igual a Dios.
De hecho, esto hubiera sido una blasfemia si no hubiera sido cierto. La verdad es una perfecta defensa a un cargo de calumnia o responsabilidad. Si Jesús estaba diciendo la verdad, entonces no estaba blasfemando. Si estaba mintiendo entonces estaba blasfemando. Jesús sintió su enojo creciente y les ofreció todas las pruebas que razonablemente podían demandar.
II. Jesús demuestra unidad
Juan 5:19-24
19. Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.
20. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.
21. Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.
22. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,
23. para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.
24. De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
Jesús hizo afirmaciones simples y observables que sostenían su aseveración de que Él era el Hijo de Dios. Este es un punto clave en la Biblia entera. Si Jesús fue quien dijo ser, entonces nosotros tenemos que creerle. Si no lo fue, entonces fue un mentiroso y un impostor y debería ser rechazado. Usted encontrará que las afirmaciones de Jesús son precisas y convincentes.
Primero, Jesús afirmó ser igual a Dios. Él declaró claramente que estaba dependiendo de Dios quien le daba el poder de hacer
todo lo que hacía. Si queremos una vida semejante a la de Cristo, también dependeremos totalmente de que el poder de Dios obre en y a través de nosotros. Cuando dependemos de nuestros propios recursos carnales, no estamos dependiendo de Dios.
Jesús no sólo hizo algunas afirmaciones fantásticas; hizo unas cuantas cosas maravillosas. No pase por alto el hecho queÉl había sanado a un hombre que había sido paralítico durante treinta y ocho años. Ningún otro sobre la tierra pudo haber hecho eso. Pero los judíos, cegados por su odio y prejuicio, habían pasado esto por alto.
Jesús estaba haciendo lo que Dios quería que hiciera. Él no sólo estaba actuando en el poder de Dios, sino que estaba actuando en la voluntad de Dios. Jesús no estaba seleccionando al azar personas para intervenir milagrosamente. Éstos eran casos cuidadosamente escogidos por Dios para el fomento de su voluntad. (Vea Juan 9:1-3).
Jesús estaba representando el gran amor que Dios le demuestra al mundo pecaminoso. Dios amó al mundo y ésta es la razón por la cual Jesús estaba en el mundo. Dios amó a Jesús y había públicamente testificado esto en el bautismo de Jesús. Estos líderes religiosos y ciegos no vieron esto porque no conocían al Hijo ni al Padre. Como muchos hoy, ellos estaban buscando una explicación física para un evento espiritual. Pero había obras más grandes por venir, y los judíos eventualmente serían callados por los formidables milagros que Jesús hizo.
Podemos ver una comparación entre estos corazones duros e incrédulos y el corazón dispuesto y abierto de Nicodemo, quien reconoció que Jesús vino de Dios debido a los milagros que hizo.
La siguiente afirmación de Jesús fue que podía resucitar de los muertos. Jesús no se andaba con rodeos ni suavizando sus afirmaciones. Una cosa es cambiar radicalmente el curso de la enfermedad o la discapacidad; otra muy distinta lo es resucitar un cuerpo muerto. Jesús específicamente afirmó tener la autoridad de parte de Dios para restaurar la vida a cualquiera que Él escogiera. Jesús más adelante ejercitaría esta opción, y los judíos no podrían negar que lo hubiera hecho.
Este es un punto crítico y clave en el ministerio de Jesús. ¿Cree usted que Él tiene este poder? Aquí está lo que Jesús puede hacer y que nadie más puede hacer. Aquí está lo que Jesús puede hacer y que la tecnología no puede jamás alcanzar.
Aquí está un punto divisorio en los corazones de los hombres. –Jesús es quien afirma ser e hizo lo que afirmó haber hecho, o no. Es de una manera o de la otra. Nosotros no podemos tenerlo de ambas formas.
Es asombroso comprender que los muertos, pequeños y grandes, estarán delante de Dios en el juicio y que Dios ha entregado ese juicio en las manos de Jesús. Jesucristo no es sólo otra figura religiosa en una larga línea de profetas y líderes. Él es el único y poderoso Hijo de Dios. Nosotros tenemos que aceptarle tal como es porque al final estaremos delante de Él en el juicio.
No hay forma en que podamos honrar a Dios sin honrar a Jesús. Ellos son uno y el mismo. Conocer a Jesús es conocer a Dios y rechazar a Jesús es rechazar a Dios. No hay otro camino para acercarse a Dios sino por medio de Jesús (1 Tim. 2:5).
Entonces Jesús da una gran invitación en medio de su discurso. Él invita a aquellos que lo estén escuchando a oír realmente su Palabra y creer en Dios. Los judíos presentes pensaron que estaban juzgando a Jesús, pero de hecho Dios los estaba juzgando a ellos, e iban a la condenación si no se arrepentían y creían en Jesús. Pero si creían en Él, jamás serían condenados y pasarían de muerte a vida. Instantáneamente verían la verdad de la cual habló Jesús; y las objeciones que tenían ellos sobre lo que Él decía, se desvanecerían. Literalmente pasarían de muerte a vida.
III. Testigo de sus afirmaciones
Juan 5:32-40
32. Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimo-nio que da de mí es verdadero.
33.Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad.
34. Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos.
35. El era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.
36. Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.
37. También el padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto,
38. ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.
39. Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;
40. y no queréis venir a mí para que tengáis vida.
Jesús señaló testigos terrenales que testificaron la verdad de sus afirmaciones. Para los judíos todo debía ser confirmado por boca de dos o tres testigos, así que Jesús les demostró que Él no estaba haciendo afirmaciones sin base. Dios nos pide que creamos en Él, pero siempre nos pide que basemos nuestra fe en hechos.
El primer testigo fue Juan el Bautista. Juan dijo la verdad sobre Jesús, y los judíos debieron haberlo oído cuando predicaba. Juan fue una luz brillando y los judíos estaban felices de verlo, pero al final rechazaron la verdadera esencia de su mensaje, y el mensaje era que Jesús era el Cordero de Dios.
Jesús apeló a un testigo mayor que Juan. Éste era un testigo que estos hombres habían visto y oído pero lo habían ignorado. Jesús hizo lo que afirmó hacer. Nunca falló. Sólo él había sanado el cuerpo del hombre paralítico y había hecho muchos otros milagros en Jerusalén. Sólo el Hijo de Dios podía hacer las obras de Dios. Jesús literalmente hizo lo que Dios hacía. Él sanó cuerpos quebrantados y enfermos, y restauró vida donde había estado perdida. Los milagros de Jesús aún permanecen como un testimonio amplio y adecuado para respaldar su afirmación de que era el Hijo de Dios.
Pero hay un tercer testigo. Dios había hablado audiblemente desde el cielo cuando Jesús fue bautizado. Puede que algunos de estos judíos hayan oído esta voz y se hayan preguntado su significado. Dios fue claro en su testimonio. Este es mi Hijo; Yo lo amo; en quien tengo complacencia. Ese es un testimonio claro y convincente de la identidad de Jesús.
Finalmente, Jesús ofreció el testimonio inquebrantable de las Escrituras. Jesús está en todas las páginas de la Biblia. El Antiguo Testimonio testifica repetidamente la venida del Mesías y la identidad del Mesías. Predijo dónde nacería. Contó del ministerio de Juan. Todo estaba ahí, pero los ojos ciegos y los corazones endurecidos no lo entenderían. Los judíos estaban buscando en las Escrituras referencias confusas en cuanto a las leyes del día de reposo y estaban obviando los asuntos más
importantes que testificaban de Jesús. Buscaron vida eterna en las jotas y las tildes de la ley hebrea y pasaron por alto al Hijo de Dios.
UNA PALABRA FINAL
Jesús conocía la dureza de los corazones de ellos. Estos hombres habían pasado por alto el mensaje más importante de la Biblia para reforzar sus propios prejuicios. Ellos vinieron a Jesús y lo acusaron de quebrantar la ley del día de reposo y aún lo acusaron de blasfemia. Estos cargos así llamados ocultaban una profunda necesidad en sus propios corazones.
Lo que necesitaban estos hombres era convertirse. Ellos necesitaban ir a Jesús para recibir la vida eterna. Cortos de esta experiencia de cambio de vida, había poco que Jesús pudiera hacer para ayudarles. Ningún argumento, ni procesos racionales ni defensa cambiarían sus mentes.
La simple verdad permanece; las personas perdidas necesitan convertirse. En sus corazones necesitan lo que sólo Jesús puede hacer. Cuando esto suceda, todo lo demás se aclarará; si carecen de esto, jamás entenderán ni el más mínimo misterio de Dios.
Las Escrituras que usaron estos hombres para defender su religión testificaban acerca de Jesús. Los judíos sabían lo que Moisés había escrito, pero no creyeron lo que dijo. Una cosa es tener conocimiento de la Biblia en nuestra cabeza y otra muy distinta es tener a Jesús en nuestros corazones. Jesús es el Verbo hecho carne, y es el Hijo de Dios.
PARA DISCUSIÓN
1. Discuta la diferencia entre el papel de Cristo como Hijo de Dios y como Dios el Hijo.
2. ¿Qué quiso decir Jesús: “no vendrán a condenación” (Jn. 5:24)? ¿Condenación o qué?
3. ¿Qué significa para usted que en Cristo usted “ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24)?
4. Discuta la fila de testigos que hay sobre la igualdad de Cristo con Dios (Jn. 5:32-40)
Devocionales Diarios
D —Gloria no compartida, Isaías 42:5-8.
L — Sanando en el estanque de Betesda, Juan 5:1-16.
M — Las dos resurrecciones, Juan 5:25-29.
M — La vanidad del honor humano, Juan 5:41-47.
J — El Cordero es la Luz, Apocalipsis 21:22, 23.
V — Juicio de los vivos y los muertos, 2 Timoteo 4:1.
S — Este es el testimonio, 1 Juan 5:11-13.