Adora y Obedece
Lectura: Salmo 95
Venid, aclamemos alegremente a Jehová…. No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba….
Salmo 95:1, 8.
Millones de cristianos se reúnen cada domingo para adorar a Dios como Creador y Redentor. Los cultos de las iglesias, ya sean formales y litúrgicos o libres y espontáneos, son ocasiones para declarar la dignidad de Dios y alabarle. Sin embargo, siglos de historia eclesial revelan cuán rápidamente puede la adoración degenerar en ritualismo vacío. Esto sucede siempre que el pueblo de Dios endurece su corazón y deja de obedecer su Palabra.
El salmista sabía que esto era verdad por la experiencia de Israel. Bajo el liderazgo de Moisés, el pueblo había sido librado milagrosamente de la esclavitud en Egipto y había alabado a Dios fervientemente por ello (Éx. 12–15). No obstante, casi inmediatamente después comenzaron a dudar de la bondad y la confiabilidad de Dios. Se quejaron amargamente y murmuraron a Dios y a su siervo Moisés. Ignoraron las instrucciones divinas y su adoración se hizo vacía. Esto airó a Dios y dio como resultado la peregrinación de cuarenta años en un desierto que hubiesen podido cruzar en corto tiempo. ¡A pocos de ellos les fue permitido entrar en la Tierra Prometida!
Señor, llénanos de gratitud y admiración por tu maravillosa salvación. Ayúdanos a darte la alabanza que mereces, y capacítanos para ser fieles en nuestro amor y obediencia a ti.
Nuestra adoración es buena
sólo cuando estamos bien con Dios.
--HVL/NPD