La bestia que subió del mar
Apocalipsis 13:1-10
En los tiempos caóticos de confusión, incertidumbre y zozobra que prevalecerán durante la tribulación, el mundo anhelará un líder. Las personas buscarán desesperadamente a alguien con poder e influencia que una a las divididas y beligerantes naciones del mundo; alguien que traiga esperanza en medio de la desesperanza; alguien que proporcione un sentido de seguridad en un tiempo de desestabilización, desasosiego y temor. Las personas buscarán desesperadamente a un líder fuerte, carismático y autoritario, que salve al mundo de un seguro desastre.
Se cumplirán esos anhelos. El líder poderoso que desea el pueblo vendrá y unificará al mundo bajo su gobierno. Al principio parecerá que es todo lo que el pueblo pensó que anhelaba. Y por un breve período traerá paz y prosperidad. Pero resultará ser mucho más de lo que el mundo estaba pidiendo. Será un dictador más cruel y poderoso que cualquier otro líder que el mundo haya conocido jamás. Ese hombre, a menudo llamado el anticristo, será la culminación de una larga lista de presuntos conquistadores del mundo. Lo que hombres como Alejandro Magno y los emperadores romanos, en los tiempos antiguos, y Hitler y Stalin en los tiempos modernos, soñaron hacer, el anticristo lo hará: gobernará todo el mundo y recibirá su adoración.
Como el anticristo será la culminación de una larga lista de gobernadores políticos, así también será el último falso líder religioso. En el más amplio sentido, un «anticristo [es cualquiera]… que niega al Padre y al Hijo» (1 Jn. 2:22), porque el «que no [confiesa] que Jesucristo ha venido en carne… es el engañador y el anticristo» (2 Jn. 7). De esos charlatanes la historia humana ha conocido muchos; en el primer siglo el apóstol Juan se lamentó porque «ahora han surgido muchos anticristos» (1 Jn. 2:18; cp. 1 Jn. 4:3). Pero la Biblia predice que los postreros tiempos verán una proliferación sin precedentes de falsos cristos y anticristos. Jesús advirtió: «vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos… Si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos» (Mr. 13:6, 21-22). Esos impostores satánicos tendrán como culminación al postrer anticristo, que será más perverso, malvado y poderoso que el resto.
La asombrosa descripción del anticristo presentada en los primeros versículos de este capítulo es la más cautivadora, detallada y espectacular de toda la Biblia. Sin embargo, no era nueva enseñanza para los lectores de Juan. Juan escribió en su primera epístola que sus lectores habían «[oído] que el anticristo viene» (1 Jn. 2:18). Después de describir al anticristo y su actividad, el apóstol Pablo recordó a los tesalonicenses: «¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?» (2 Ts. 2:5). Esos pasajes indican que la verdad acerca del anticristo era muy conocida en la época del Nuevo Testamento.
La fuente original de la enseñanza bíblica acerca del anticristo es el libro de Daniel. Daniel 7 describe al anticristo como un cuerno pequeño (v. 8), que surge de los diez cuernos de la cuarta bestia de la visión de Daniel. Ese cuerno representa a una persona, ya que «tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas» (v. 8). Antes, en ese versículo, Daniel observa que «delante de él [el anticristo] fueron arrancados tres cuernos de los primeros«, indicando que destruirá a tres de los otros gobernantes (cp. v. 24) y subyugará al resto en el tiempo en que se levante para dominar.
Más adelante, en el capítulo 7, Daniel vio que el «cuerno [anticristo] hacía guerra contra los santos, y los vencía» (v. 21). Se ve al anticristo dirigiendo una feroz persecución contra el pueblo de Dios «hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino» (v. 22). Daniel describió el reino del anticristo (un imperio roma¬no revivido) como uno que «será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará» (v. 23). Como se observó antes, el anticristo, a diferencia de otros tiranos en la historia humana, gobernará todo el mundo. En el versículo 25 Daniel dijo que el anticristo «hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su ruano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo». Ese falso cristo perseguirá, como se observó antes, al pueblo de Dios. Él instituirá una nueva religión (la adoración de sí mismo; cp. Dn. 11:36¬37; 2 Ts. 2:4), un reinado de maldad, y volverá a escribir la historia para acomodarla a sus propósitos. Ayudándolo a hacerlo estará su aliado, el falso profeta.
Daniel 8:23b-25 presenta otra visión del anticristo y su reino de terror:
se levantará un rey
altivo de rostro y entendido en enigmas.
Y su poderse fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas,
y prosperará, y hará arbitrariamente,
y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos. Con su sagacidad
hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá,
y sin aviso destruirá a muchos;
y se levantará contra el Príncipe de los príncipes,
pero será quebrantado, aunque no por mano humana.
Será un bravucón insolente, taimado, que posee un poder que no es suyo, un cruel destructor de sus víctimas, y tan arrogante que se atreverá incluso a levantarse «contra el príncipe de los ejércitos» (cp. v. 11), que es el Señor Jesucristo. Sin embargo, tal acción será funesta y el poder de Dios caerá sobre el anticristo, quien «será quebrantado, aunque no por mano humana».
La profecía de Daniel de las setenta semanas describe al anticristo como «un príncipe que ha de venir» (Dn. 9:26). Él destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la ;semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta, que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador (Dn. 9:26-27).
El anticristo hará un pacto con Israel durante siete años. Sin embargo, a la mitad de ese período de siete años, quebrantará ese pacto y atacará al pueblo judío. Su plan será exterminarlos para que no pueda venir el prometido reino de Dios. El ataque del anticristo incluirá también a los gentiles creyentes, en su búsqueda de destruir a todos los creyentes.
Otro pasaje importante acerca del anticristo y de su obra se encuentra en Daniel 11:36-45:
Y el rey hará su voluntad, y se, ensoberbecerá, y se. engrandecerá sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará, hasta que sea consumada la ira; porque lo determinado se cumplirá. Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres; ni respetará, a dios alguno, porque sobre todo se, engrandecerá. Más honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron; lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas y con cosas de gran precio. Con un dios ajeno se hará de las, fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan, y por precio repartirá, la tierra,.
Pero al cabo del tiempo el rey del sur contenderá con él; y el rey del, norte se levantará contra él como una, tempestad, con carros y gente de a caballo, y muchas naves; y entrará por las tierras, e inundará, y pasará. Entrará a la tierra gloriosa, y muchas provincias caerán; mas éstas escaparán de su mano: Edom y Moab, y la mayoría de los hijos de Amón. Extenderá su mano contra las tierras, y no escapará el país de Egipto. Y se apoderará de los tesoros de oro y plata, y de todas las cosas preciosas (le Egipto; y los de Libia y de Etiopía le seguirán. Pero noticias del oriente y del norte lo atemorizarán, y saldrá con gran ira, para destruir y matar a muchos. Y plantará las tiendas de su palacio entre los mares y el monte glorioso y santo; mas llegará a su fin, y no tendrá quien le ayude.
Según esa profecía, el anticristo tendrá poder absoluto; él «hará su voluntad». Como el jefe de una falsa religión mundial, él «se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios… Del Dios de sus padres no hará caso… ni respetará a dios alguno, porque sobre todo se engrandecerá» (vv. 36-37). Peor aún, su arrogancia lo llevará a la blasfemia, y «contra el Dios de los dioses hablará maravillas». Como su amo malvado, Satanás, el anticristo será blasfemo, profano y orgulloso. Pero también como su amo «llegará a su fin, y no tendrá quien le ayude».
Además de la profecía de Daniel, los primeros lectores de Apocalipsis tenían información acerca del anticristo de la enseñanza del Señor Jesucristo. En Mateo 24:15-16, Jesús citó la profecía de Daniel acerca del anticristo, advirtiendo a los que vivieran en esos días: «Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes».
Otra fuente de información acerca del anticristo a disposición de los lectores de Juan era el libro de 2 Tesalonicenses, escrito varias décadas antes. El apóstol Pablo describe al anticristo en palabras que recuerdan la profecía de Daniel:
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición., el cual, se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se. pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos (2 Ts. 2:3-10).
En ese pasaje, Pablo delineó con toda claridad el carácter del anticristo, describiéndolo como «el hombre de pecado… el hijo de perdición» (v. 3). También describió el malvado proceder del anticristo. Cuando el anticristo «se [siente] en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios», quebrantará su pacto con Israel y pondrá la abominación desoladora de la que advirtieron Daniel (Dn. 11:31) y Jesús (Mt. 24:15). Luego de engaitar al mundo para que lo adore durante la última parte de la tribulación «con gran poder y señales y prodigios mentirosos», el anticristo será destruido. El «Señor matará [al anticristo] con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida» (cp. 19:11-21).
Aunque el capítulo 13 presenta la más detallada descripción del anticristo en Apocalipsis, esta no es su primera aparición en el Apocalipsis. Al anticristo se le presentó en 11:7 como «la bestia» que atacará y matará a los dos testigos de Dios. Su malvada trayectoria, que comenzó en el capítulo 11, se desarrolla plenamente comenzando en el capítulo 13.
El capítulo 12 registra el comienzo de la larga guerra de Satanás contra Dios y su pueblo; el capítulo 13 sigue lógicamente registrando la culminación de esa guerra. En el capítulo 12 a Satanás se le ve siendo arrojado del cielo a la tierra; en el capítulo 13 se le describe comenzando su gran esfuerzo en la tierra para vencer a Dios y sus propósitos. Satanás tratará de evitar que Jesucristo establezca su reino terrenal, tratando de establecer el suyo propio bajo el anticristo.
Como ser espiritual, Satanás depende de los seres humanos para llevar a cabo sus malvados planes en la tierra. Él controla a todos los incrédulos; ya que ellos son «de [su] padre el diablo, y los deseos de [su] padre [quieren] hacer» (Jn. 8:44), y caminan «siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia» (Ef. 2:2).
Pero algunos seres humanos han estado (y están) bajo el control directo de Satanás (o sus demonios). Por ejemplo, Satanás usó a judas para traicionar a Jesús y llevarlo a la muerte. En las aterradoras palabras de Lucas 22:3, «entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce». Durante su ministerio terrenal, Jesús mostró su autoridad sobre Satanás al echar los demonios de las personas. Él también dio poder sobre los demonios a los apóstoles, para ayudarlos en su enfrentamiento con el reino de Satanás (Mr. 3:14-15). Al Hacerlo así, Él y los apóstoles no solo libraron a personas de la esclavitud demoniaca, sino que también impidieron que Satanás llevara a cabo su plan terrenal.
Habiendo sido expulsado permanentemente del cielo (12:9), Satanás sabrá que el tiempo que le resta es muy breve (12:12). Para dirigir su última y desesperada acometida contra Dios, le dará poder a su último anticristo. Los primeros versículos de este capítulo revelan siete características de ese postrer dictador: su ascendencia, autoridad, aclamación, adoración, arrogancia, actividad y admiradores.
SU ASCENDENCIA
Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo. (13:1)
La primera oración de este capítulo es la última oración del capítulo 12, ya que concluye el relato del dragón (Satanás; cp. 12:9) y su guerra contra Dios y su pueblo. Aunque algunos manuscritos griegos dicen «Me paré», los más antiguos y confiables dicen «él se paró». En el texto de 1995 de La Biblia de las Américas, los traductores insertaron la frase «el dragón» en lugar de «él», ya que el dragón es el antecedente del verbo que en esa versión se traduce «se paró». La metáfora de la arena del mar describe a las naciones del mundo (cp. 20:8). En la visión de Juan, Satanás toma su lugar en forma dominante en medio de ellas como si fueran su legítima posesión. Pero en realidad es un usurpador que procura la adoración del mundo.
Como indican los manuscritos más antiguos y confiables, el dragón llama al anticristo, descrito como una bestia que subía del mar. Thērion (bestia) también se emplea para describir al anticristo en 11:7. No se refiere a un animal domesticado, sino a un monstruo salvaje y cruel, describiendo así al anticristo como una personalidad feroz y rapaz. La bestia debe interpretarse como que representa un reino y una persona. La bestia debe representar un reino, debido ~l la compleja descripción de ella en la última parte del versículo 1. Pero la bestia debe de representar también a una persona, ya que siempre se le describe con pronombres personales (p.ej., «su», «sus», «él»; cp. vv. 1-8; 14:9, 11; 15:2; 16:2, 10). Daniel (Dn. 7:25; 8:24-25; 11:36-45) y Pablo (2 Ts. 2:4) también describen al anticristo como una persona. De esa forma, las Escrituras ven el imperio mundial final como algo inseparable de su gobernante, tanto como Hitler está inseparablemente vinculado al Tercer Reich.
Se ha debatido mucho acerca de lo que simboliza el mar. Algunos sostienen, basándose en pasajes como Isaías 17:12, 57:20, y Apocalipsis 17:15, que se refiere a las naciones gentiles. Pero como 11:7 y 17:8 afirman que la bestia surge del abismo, es mejor igualar el mar al abismo. Esa interpretación está en armonía con el Antiguo Testamento, que también emplea la metáfora del mar para representar el reino de actividad satánica (cp. Job 26:12; Sal. 74:13-14; 89:9-10; Is. 27:1). Algunos de los demonios están actualmente encarcelados en el abismo (cp. 9:1-11; Lc. 8:31), y Satanás estará encarcelado en ese abismo durante el reino milenario (20:1-3).
El anticristo será un hombre (2 Ts. 2:4), pero en algún momento de su vida, estará poseído por un poderoso demonio del abismo. Ese hombre poseído por un demonio será un talentoso orador, un genio intelectual, poseerá gran encanto y carisma, y tendrá un inmenso poder para el liderazgo. Además de esas cualidades naturales estará el poder infernal de Satanás. El resultado será una persona de poder sobrehumano, de vasta inteligencia y total maldad.
Aunque todos los incrédulos son hijos de Satanás (Jn. 8:44), ninguno en la historia humana será más completamente hijo del diablo que el anticristo. Su «semejanza familiar» con Satanás es sorprendentemente apreciable en la descripción que Juan hace de él como que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas. La misma grotesca descripción se aplicó a Satanás en 12:3: «También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas». La descripción del anticristo subraya la importancia de los diez cuernos al mencionarlos primero y asociar con ellos las diademas, en vez de las cabezas.
Los cuernos en las Escrituras simbolizan fortaleza y poder, ambos para ataque y defensa (cp. 1 S. 2:1, 10; 2 S. 22:3; Job 16:15; Sal. 18:2; 75:4-5; 89:17, 24; 92:10; 112:9; Jer. 48:25; Mi. 4:13). En este pasaje, representan el gran poder de los reyes que gobernarán bajo la autoridad absoluta del anticristo. Diez se ajusta a la metáfora de la cuarta bestia en Daniel 7:7, 24, y es un número simbólico que representa a todo el poder político y militar del mundo. El anticristo se levantará ele entre esos diez (Dn. 7:16-24) y no gobernará simplemente diez naciones, sino todo el mundo (cp. Dn. 7:23). A diferencia de las siete cabezas, que repre¬sentan los imperios mundiales que se sucedieron, todos los gobernantes simbo¬lizados por los diez cuernos dominarán al mismo tiempo (cp. 17:12).
Daniel describió esa coalición final, encabezada por el anticristo, en Daniel 2:41-44:
Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por ,medio de alianzas humanas; pero no se unirán el, uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro. Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será, jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desnzerz-t.czará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.
El último imperio mundial será en cierto sentido un resurgimiento del Imperio Romano (las piernas y pies de hierro de la estatua en Daniel 2), pero excederá ampliamente a ambos en poder y extensión. Será mucho más que una confederación europea; cubrirá todo el mundo. Por último, el imperio del anticristo será aplastado por Cristo (la «piedra [que] fue cortada, no con mano»; Dn. 2:34, 45) cuando Él venga para establecer su reino terrenal.
Además ele sus diez cuernos, Juan describe a la bestia como que tenía siete cabezas. Como se verá en el análisis de Apocalipsis 17 más adelante en este volumen, esas siete cabezas representan a siete imperios mundiales sucesivos: Egipto, Asiria, Babilonia, Medopersia, Grecia, Roma y el último reino mundial del anticristo. Las diez diademas (coronas reales) indican la regia autoridad y el victorioso poder de los cuernos. Juan también observó que sobre las cabezas de la bestia había un nombre blasfemo. Como muchos de los emperadores romanos y otros monarcas antes que ellos, esos gobernantes se atribuirán de forma blasfema nombres y títulos divinos que deshonrarán al Dios vivo y verdadero. Seguirán el rumbo de su señor, el anticristo, «el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios» (2 Ts. 2:4).
SU AUTORIDAD
Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad. (13:2)
Al mirar Juan más de cerca a la bestia, vio que reunía las características de los animales de la visión que se registra en Daniel 7:3-7:
Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían del, mar. La primera era como león, y tenía alas de águila. Yo estaba, mirando hasta que sus alas fueron arrancadas, y fue levantada del, suelo y se puso enhiesta sobre los pies a manera de hombre, y le fine dado corazón de hombre. Y he aquí otra segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro, y tenía en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue dicho así: Levántate, devora mucha carne. Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave era sus espaldas; tenía, también, esta bestia cuatro cabezas; y le, fue dado dominio. Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en, gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que w antes de ella, y tenía diez cuernos.
El leopardo, el oso y el león eran bien conocidos en Palestina. Subrayan las características de las naciones que representan. El león era un símbolo apropiado para el poder feroz y consumidor del imperio babilónico. La ferocidad, fortaleza y estabilidad del imperio medopersa llevó a que se describiera como un oso. Las rápidas conquistas de los griegos, en particular bajo el hábil Alejandro Magno, reflejan la rapidez y brutalidad del leopardo. Juan menciona los tres animales en orden inverso del de Daniel, ya que él estaba mirando hacia atrás en el tiempo. Daniel, mirando en el tiempo hacia el futuro, mencionó los animales y los reinos que representan en orden cronológico.
Como la indescriptible cuarta bestia de Daniel 7:7, que representa el Imperio Romano, el imperio final del anticristo será una combinación de los imperios que le precedieron. Incorporará toda la fiereza, crueldad, rapidez y fortaleza de los otros imperios mundiales. Este poderoso imperio, sin paralelo en la historia humana, será el último gran intento de Satanás de detener el reinado ele Cristo. Pero al igual que el resto de los intentos de Satanás para frustrar los propósitos de Dios, finalmente fracasará.
Como el dragón (Satanás) es la fuente del poder del anticristo, ningún poder humano podrá resistirlo. El dragón ejerce su poder a través de la bestia, usándola para hacer guerra contra Dios. Tampoco intervendrán los santos ángeles, porque la sobrenatural restricción de Dios para el anticristo será quitada (2 Ts. 2:7). Esto permitirá al anticristo alzarse en poder en el tiempo señalado por Dios, y dejará temporalmente al pecado seguir su curso. El anticristo compartirá el trono de Satanás (cp. 2:13), así corno el verdadero Cristo comparte el trono de su Padre (cp. 3:21; 22:1, 3). El anticristo tendrá grande autoridad sobre todo el mundo; tendrá total e irrefrenable libertad de acción incontenible y no respon¬derá a nadie.
Para algunos resulta increíble que alguien pueda levantarse a tal posición de absoluta autoridad. Pero hay situaciones semejantes en la historia humana, a pesar de que a mucho menor escala. Inevitablemente, la confusión en la sociedad ayuda a tales gobernantes a alzarse con el poder. Los dictadores logran el control al ofrecer soluciones a los problemas al parecer sin solución de la sociedad. Adolfo Hitler, por ejemplo, se aprovechó de las caóticas condiciones económicas y políticas de Alemania después de la Primera Guerra Mundial. Le prometió al pueblo alemán que, bajo su liderazgo, su pisoteada nación se levantaría nuevamente a su lugar de eminencia, poder y riqueza. Desesperadas por una salida a su dilema, muchas personas creyeron su mensaje. Finalmente, el partido Nazi se hizo tan fuerte que Hitler fue designado canciller de Alemania. Desde esa posición prosiguió hasta apoderarse del poder absoluto. El anticristo, un dictador más poderoso y malvado que Hitler, se alzará con el poder en medio del caos aterrador y sin precedente de la tribulación.
SU ACLAMACIÓN
Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, (13:3).
Un acontecimiento sorprendente ayudará al anticristo a solidificar su dominio sobre el mundo. Juan vio una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada. Se ha debatido mucho acerca de la interpretación de esa frase. Algunos comentaristas afirman que la cabeza cuya herida mortal fue sanada es un reino que habrá sido destruido y restaurado. Ellos ven el milagro de la muerte y la resurrección como el resurgimiento del Imperio Romano. El anticristo, ellos creen, unirá a los países que ocupan el territorio del antiguo Imperio Romano para formar un nuevo imperio. Este resurgimiento de poder será tan asombroso para el resto de las naciones, que ellas también se someterán a su dominio.
Sin embargo, hay algunas dificultades con ese punto de vista. La más obvia es que mientras el versículo 3 dice que una de las cabezas fue herida de muerte, otros pasajes especifican que la bestia misma es asesinada (13:12, 14; 17:8, 11). El pronombre personal en la frase su herida mortal también indica que se habla de uno de los reyes, no del imperio en su conjunto.. Tampoco parece probable que el simple resurgimiento del Imperio Romano cause el asombro de todo el mundo y la admiración que se menciona en este versículo. Por último, la palabra como se emplea en 5:6 para referirse al Señor Jesucristo, lo que implica que también se emplea en este pasaje para referirse a una persona.
Aceptando que sea una persona que muere y resucita, queda la pregunta de quién es esa persona. El punto de vista de que será judas Iscariote resucitado tiene muy poco peso. Esa idea se basa en el hecho de que a Judas (Jn. 17:12) y al anticristo (2 Ts. 2:3) se les llama «hijo de perdición», y que Jesús llamó a judas «diablo» (Jn. 6:70-71). Pero no tiene mucho sentido que sea judas resucitado. ¿Cómo pudiera alguien reconocerlo si nadie sabe cómo era él?
Un punto de vista más popular vincula la muerte y la resurrección en este pasaje con el emperador Nerón. Se creía ampliamente en los finales del primer siglo que Nerón, que se había suicidado en 68 d.C., se levantaría de los muertos. Pero es improbable que muchos cristianos (en especial el divinamente inspirado apóstol Juan) creyeran el mito de la resurrección de Nerón. Además de eso, la bestia sufrirá muerte violenta a manos de otro (13:14) mientras que Nerón, como se observó antes, se quitó la vida.
La cabeza cuya herida mortal será sanada solo puede ser el futuro anticristo. Si su muerte es real o una farsa (cp. v. 14; 2 Ts. 2:9) no está claro. Tal vez en realidad el anticristo sea asesinado y Dios, por sus propósitos, permita que sea resucitado. Lo más probable es que la presunta muerte y resurrección del anticristo sea una imitación de la muerte y la resurrección de Cristo, puesta en escena, como uno de las señales mentirosas que hará el falso profeta (13:12-15; 2 Ts. 2:9). La resurrección del anticristo será también ilegítima, ya que en realidad nunca murió. O tal vez el anticristo explicará su extraordinario poder al decir que es la reencarnación del espíritu de Cristo, como algunos han sugerido. Sin duda, en un mundo donde el panteísmo de la Nueva Era y el misticismo oriental son muy populares, más personas se inclinarán a creer en una reencarnación que en una resurrección.
Cualquier cosa que suceda, los pueblos del mundo creerán que el anticristo, ya popular gracias a sus grandes poderes, también ha trascendido la muerte. Como la tribulación será un tiempo en que el mundo enfrentará la muerte a una escala sin precedentes en la historia humana, la aparente invulnerabilidad del anticristo ante la muerte le hará ganar una mayor y más generalizada aclamación. Como resultado, toda la tierra se maravillará y seguirá en pos de la bestia (cp. v. 14; 2 Ts. 2:8-12).
SU ADORACIÓN
y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? (13:4)
El embeleso del mundo con el anticristo pronto se convertirá en adoración. Él alentará y exigirá tal adoración al levantarse «contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios,
haciéndose pasar por Dios» (2 Ts. 2:4). No contento con la aclamación, el anticristo procurará que se le rinda culto; no contento con respeto, exigirá reverencia; no contento con ser anunciado y ovacionado, exigirá adoración. Y los que «no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (2 Ts. 2:10) serán engañados y lo adorarán. Tal engaño será fomentado por el asociado del anticristo, el falso profeta, que «hace que la tierra y los moradores de ella ado¬ren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada» (13:12).
Los engañados incrédulos no solo adorarán al anticristo, sino que también (a sabiendas o inconscientemente) adorarán al dragón (Satanás) que había dado autoridad a la bestia. Al adorar al anticristo los incrédulos estarán en realidad adorando a Satanás, el verdadero poder detrás de él. Algunas personas tendrán pleno conocimiento de esto; la mayoría probablemente estará engañada, cromo aquellos a quienes Pablo escribió en 4 Corintios 10:20: «lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios». Pensando que estaban adorando al dios a quien le ofrecían sacrificios, los paganos estaban en realidad adorando al demonio que personificaba a ese dios. Así será para muchas personas, que pensarán que están adorando a un líder sobrenaturalmente poderoso, pero en realidad estarán adorando a Satanás.
Mientras los pueblos del mundo adoran al anticristo, exclamarán sobrecogidos: «¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?» Al referirse de forma blasfema al anticristo en un lenguaje superlativo reservado para la adoración de Dios (cp. Éx. 15:11; Sal. 35:10; 113:5; Is. 40:18, 25; 46:5; Jer. 49:19; Mi. 7:18), los engañados adoradores del anticristo le atribuirán deidad (2 Ts. 2:4). La respuesta implícita a ambas interrogaciones retóricas es «¡Nadie!» En el mundo político, militar y religioso, el anticristo reinará supremo y reconocido por la tierra y el infierno.
SU ARROGANCIA
También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. (13:5-6)
Como su amo, Satanás, el anticristo será un arrogante blasfemo. La blasfemia no será incidental sino esencial a sus operaciones. La frase se le dio se refiere al soberano control de los acontecimientos por parte de Dios (6:4, 8; 7:2; 9:5; cp. Dn. 4:17, 25, 32). Dios permitirá al anticristo blasfemar para dar expresión plena a la maldad satánica que cubrirá toda la tierra en aquel tiempo. Él mostrará una total desatención al Dios verdadero al hablar constantemente grandes cosas y blasfemias. La blasfemia del anticristo no será sutil, sino abierta, infame y
monstruosa, incluso hasta el punto de que «se sienta en el templo de Dios corno Dios, haciéndose pasar por Dios» (2 Ts. 2:4). Esto recuerda el deseo original de Satanás cuando cayó del cielo y de su santidad. Él dijo en lo más recóndito de su corazón: «Seré semejante al Altísimo» (Is. 14:14).
Daniel predijo que el anticristo se caracterizará por orgullo, arrogancia y palabras blasfemas. Daniel 7:8 dice que tenía «una boca que hablaba grandes cosas» (cp. v. 20), mientras el versículo 11 menciona «el sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno». Daniel además señala que el anticristo «hablará palabras contra el Altísimo… y contra el Dios de los dioses hablará maravillas» (7:25; 11:36).
La arrogancia del anticristo sobrepasará la de cualquier otra persona en la historia humana. Será el portavoz de Satanás, expresando la frustrada cólera de su amo contra Dios. Será también el supremo blasfemo en un mundo lleno de blasfemos. Tan endurecido estará el corazón de los pecadores en aquel tiempo, que los juicios de Dios no producirán arrepentimiento, sino más blasfemia. En 16:9, Juan registra una visión en la que «los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria».
Las blasfemias contra Dios del anticristo incluirán blasfemia de su nombre, de su tabernáculo y de todos los que moran en el cielo. El nombre de Dios representa todo lo que Él es; es la suma de todos sus atributos. La blasfemia del anticristo será tan extremadamente malvada que incluirá hasta el tabernáculo (cielo; cp. He. 9:23-24) de Dios y todos los que moran en el cielo con Él. Así que el anticristo proferirá palabras blasfemas apuntando directamente y específicamente a la persona de Dios, su morada, y su pueblo, tanto los santos redimidos como los santos ángeles.
Pero ni las blasfemias del anticristo ni su reinado de. terror durarán por mucho tiempo. Dios le dará al anticristo autoridad para actuar solo cuarenta y dos meses (los últimos tres años y medio o mil doscientos sesenta días de la tribulación, la séptima semana de la profecía de Daniel; Dn. 9:24). Al anticristo y a Satanás se les permitirá operar solo dentro del tiempo límite establecido para él por el Rey del universo. Pero durante algunos años, ellos dominarán el inundo.
SU ACTIVIDAD
Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. (13:7)
El anticristo no solo hablará; también será capaz de realizar acciones decisivas y mortales. Otra vez el texto observa que el anticristo puede hacer solamente aquello para lo cual el Dios Todopoderoso le dio permiso, destacando de esta manera que Dios nunca renuncia a su absoluto control de los acontecimientos. Como no querrán adorarlo, el anticristo hará guerra contra los santos y los vencerá; los creyentes en el Dios verdadero enfrentarán el embate de su furia asesina. Para él serán una amenaza a su autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación, que una vez más se le dio temporalmente por la soberanía de Dios. El resultado será una matanza generalizada del pueblo de Dios (cp. 6:9-11; 7:9-17; 11:7; 17:6; Dn. 7:25).
Daniel mucho antes predijo este extenso martirio del pueblo de Dios. Escribió que el anticristo «a los santos del Altísimo quebrantará… y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo» (Dn. 7:25). Esta persecución comenzará en serio en el punto medio de la tribulación, cuando el anticristo rompa su pacto con Israel (Dn. 9:27) y establezca la abominación desoladora (Dn. 9:27; 11:31; 12:11; Mt. 24:15; 2 Ts. 2:3-4).
El que el anticristo hará con éxito guerra contra los santos, y [los vencerá] no quiere decir que tendrá el poder para destruir su fe. Él triunfará sobre ellos físicamente, pero no espiritualmente. La fe salvadora genuina no puede destruirse, porque «ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Ro. 8:38-39). Tampoco el Señor Jesucristo, quien es infinitamente más poderoso que el anticristo, permitirá que alguno de sus hijos verdaderos sufra la pérdida de la vida eterna (Ap. 3:5; Job 13:15; Jn. 10:27-29). Pero el anticristo asesinará al pueblo de Dios en una escala sin precedente al poner de manifiesto su dominio sobre el mundo.
SUS ADMIRADORES
Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. Si alguno tiene oído, oiga. Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos. (13:8-10)
Como se observó anteriormente en el análisis del versículo 4, todos los moradores de la tierra adorarán al anticristo. La frase todos los moradores de la tierra se emplea en todo Apocalipsis para describir a los incrédulos (vv. 12, 14; 3:10; (5:10; 8:13; 11:10; 17:2, 8) y no incluye a todos los que estarán vivos en aquel tiempo. Aquí el factor que limita se declara específicamente; es todos… cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo adorarán al anticristo. Los incrédulos, aquellos cuyos nombres no estén registrados en el libro de la vida, «se [perde¬rán], por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (2 Ts. 2:10). la Biblia también enseña que los infieles serán juzgados porque «no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia» (2 Ts. 2:12). Mientras que los elegidos son salvos mediante la fe en el Señor Jesucristo (Jn. 3:16; 5:24; Hch. 13:39; 16:31; Ro. 3:22-30; 4:5; 10:9-10; Gá. 3:22-26; Ef. 2:8-9), los no elegidos están perdidos porque no quisieron creer al evangelio Jn. 3:36; Ro. 1:18-32; 2:8; 2 Ts. 1:8-9; 1 P. 2:8; 4:17). Incredulidad y rechazo siempre distinguen a aquellas personas cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida.
Siete veces en el Nuevo Testamento, a los creyentes se les identifica como aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cp. 3:5; 17:8; 20:12, 15; 21:27; Fil. 4:3). El libro de la vida pertenece al Cordero, el Señor Jesucristo, y es el registro donde Dios inscribió los nombres de los escogidos para salvación antes del principio del mundo. (Se emplea esta frase como sinónimo de la eternidad pasada en 17:8; Mt. 13:35; 25:34; Lc. 11:50; Ef. 1:4; He. 9:26; 1 P. 1:20; cp. 2 Ts. 2:13; y 2 Ti. 1:9.) A diferencia de los incrédulos, los elegidos no será engañados por el anticristo (Mt. 24:24), ni le adorarán (20:4). El anticristo no podrá destruir la fe salvadora de los creyentes, ya que el Señor Jesucristo prometió: «El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles» (Ap. 3:5; cp. 1 Jn. 5:4). Los creyentes han estado en el poder guardador de Dios desde antes de la creación, y lo estarán después de su destrucción de este orden de cosas en el establecimiento del cielo nuevo y de la tierra nueva (21:1ss.).
Los creyentes están doblemente seguros, ya que el libro de la vida pertenece al Cordero que fue inmolado. No el decreto de elección, sirio también la obra expiatoria de Cristo sella para siempre la redención de los elegidos. Los creyentes fueron «rescatados… no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin plancha y sin contaminación” (1 P. 1:18-19). El Padre no anulará la obra redentora de Cristo (cp. Ro. 4:25; He. 1:3) al permitir que alguno de los escogidos se pierda. Jesucristo es «autor de eterna salvación para todos los que le obedecen» (He. 5:9), y no hay poder en el anticristo, en Satanás, o en todas las fuerzas del infierno capaz de alterar esa gloriosa realidad. Los mismos santos que el anticristo mata salvajemente durante su persecución del pueblo de Dios, se ven luego triunfantes y victoriosos en el cielo:
Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las aspas ele Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos.
¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado (Ap. 15:2-4).
El anticristo pudiera quitarles la vida, pero no puede destruir su fe. Esa asombrosa visión de la bestia del mar concluye con un llamado de comprensión espiritual. La advertencia Si alguno tiene oído, oiga se emplea quince veces en el Nuevo Testamento (cp. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; Mt. 11:15; 13:9, 43; Mr. 4:9, 23; Lc. 8:8; 14:35) para subrayar una verdad particularmente importante. En todos sus usos anteriores en Apocalipsis (caps. 2-3), está seguida de la frase «lo que el Espíritu dice a las iglesias». La omisión de esa frase sugiere que no se está hablando de la iglesia en ese pasaje, ya que ha sido arrebatada antes del comienzo de la tribulación (cp. 3:10).
Aquí la frase presenta un proverbio que concluye este pasaje: Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto Aquí está la paciencia y la fe de los santos. Este proverbio contiene importante verdad práctica para los creyentes que están vivos durante el tiempo de la persecución por el anticristo. Ellos deben depender de la providencia de Dios y no tratar de resolver las cosas por sus propios medios. Los creyentes llevados por el plan soberano de Dios en cautividad (encarcelamiento) deben aceptar ese encarcelamiento como la voluntad de Dios. No deben resistirse o luchar contra el anticristo. Asombrosamente, el pasaje respalda la institución divina de la pena capital , incluso por el gobierno malvado del anticristo, advirtiendo que si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto (cp. Gn. 9:5-6; Mt. 26:52). El pueblo de Dios no debe vengarse de sus perseguidores; no hay lugar ahora, y no lo habrá entonces, para creyentes guerreros, agresivos y violentos que llenan de terror a sus perseguidores. «Los que padecen según la voluntad de Dios», escribió Pedro, «encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien» (1 P. 4:19).
En vez de reaccionar con violencia, los creyentes deben ser ejemplos de la paciencia y la fe de los santos. Deben ser como el Señor Jesucristo, que «cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente» (1 P. 2:23). Cuando los creyentes siguen el ejemplo de Cristo, observó Pedro, «[son] avergonzados los que calumnian [su] buena conducta en Cristo» (1 P. 3:16). Los que son «vituperados por el nombre de Cristo, [son] bienaventurados, porque el glorio¬so Espíritu de Dios reposa sobre [ellos]» (1 P. 4:14).
El mensaje de este pasaje es claro. Permitan a la monstruosa bestia que sale del abismo hacer sus maldades. Permitan a Satanás y sus demonios tener, su llora. Dios controla el futuro, y los creyentes son suyos; «en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Ro. 8:37), y triunfaremos en aquel día glorioso en que «los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos»
Me parece excelente,tenìa muchas dudas.
A veces trataba de entender ciertas cosas,pero me era dificil,veo un panorama màs claro de lo escrito en la biblia para los postreros dìas.