Adoración en el Salón del Trono (Parte 2)
Por Roberto L. Dickie II
El Alejamiento de la Adoración en el Salón del Trono
Hemos considerado los ingredientes principales de la adoración en el salón del trono. Ahora deseo sugerir un número de tendencias que indican cuán seria ha llegado a ser nuestro alejamiento de la adoración bíblica.
1. Estamos observando una creciente tendencia en la que se descartan veinte siglos de historia eclesiástica para, en su lugar, experimentar con nuevos métodos, procedimientos e innovaciones sin fundamento bíblico con el fin de edificar nuestras iglesias y hacer la obra de Dios.
2. Nos estamos alejando, como ya señalé, de la predicación expositiva como parte esencial de nuestra adoración bíblica.
Juan Piper, pastor en la ciudad de Minneápolis, Minnesota, dijo:
«No es función del predicador cristiano dar charlas moralistas y de estímulo psicológico a la gente para capacitarles para vivir en este mundo; hay otros que lo pueden hacer. La mayoría de la gente no tiene quien les hable semana tras semana de la hermosura suprema y majestad de Dios. Muchísimos de ellos están trágicamente hambrientos de una visión centrada en Dios.»
3. Estamos creando servicios de adoración que no son Cristo-céntricos en su predicación ni en su enfoque. Esta es una de las grandes tragedias de nuestros tiempos. En servicio tras servicio, la gente cristiana se congrega y en muchas ocasiones apenas oyen la mención del nombre de Jesucristo. Muchos pastores y predicadores han olvidado que su llamado es el llevar a sus congregaciones a mayores alturas en su amor y devoción a Cristo. Estamos levantando una generación de creyentes que aumentan en su religiosidad sin llegar a ser más como Cristo.
4. Vemos hoy día como las iglesias descartan los grandes himnos de la fe, sustituyéndolos con coritos y canciones que muy a menudo son muy superficiales, triviales y subjetivos en extremo. Aquellos que usan coritos en su adoración deberán ser sabiamente selectivos y muy cuidadosos a fin de no descartar el rico legado del cántico de himnos bíblicos.
5. Estamos viendo, tanto en líderes así como en laicos en la iglesia, un creciente fracaso de comprender el propósito de la iglesia. Nunca fue el propósito de la iglesia el llegar a ser un gigantesco club social que funcione como un comercio, ni jamás fue autorizada para llegar a ser un club nocturno «cristiano», o centro de entretenimiento. Por el contrario, la iglesia habría de ser un lugar de adoración, un lugar donde verdaderos creyentes y seguidores de Cristo son discipulados, instruidos, edificados, animados y consolados en la fe. Me contaron que en una ocasión A. W. Tozer dijo que «el servicio para el cual más dificultosamente se logra la asistencia de la gente es aquel donde Dios (y/o Cristo) es el único atractivo.» En este punto, yo quiero preguntarle personalmente, «¿cuán fiel sería usted al servicio de adoración en su iglesia si Cristo fuese el único atractivo?»
6. Continuamos observando cómo se distorsiona y se diluye el evangelio y como en algunos lugares el evangelio es sustituido totalmente por evangelios falsos. ¿Dónde, nos preguntamos, está el énfasis en la proclamación de la libre gracia de Dios en la justificación de los pecadores? Martín Lutero, el reformador alemán, una vez dijo: “La prueba que determina si una iglesia está en pie o cae es la justificación por la fe solamente.» Y trágicamente, son muchas las iglesias que ya no enfatizan esta gran doctrina que está en el mismo corazón del evangelio.
Son muchos los evangélicos que asumen incorrectamente que la salvación se obtiene solo por orar, «Jesús, entra en mi corazón». Aun en tal momento, la mayoría de éstos no tiene la más mínima idea de cómo es que somos perdonados, justificados y declarados justos ante los ojos de Dios. Más preocupante aun es el hecho de que nuestra cultura cristiana contemporánea esté tan tristemente confusa e ignore totalmente la manera en que Dios, en sus propósitos soberanos, nos trae el evangelio. Las grandes doctrinas del evangelio como la presciencia, elección, predestinación, justificación y la regeneración son ignoradas o totalmente olvidadas.
7. Observamos como la influencia de la doctrina y experiencia carismática inunda nuestras iglesias y servicios de adoración. En algunos casos ocurre un énfasis excesivo en la demonología y muy extremo en la adoración subjetiva, humano-céntrica y orientada hacia el entretenimiento que tanto apela a la carne y al mundo no regenerado que nos rodea. Asimismo existe un énfasis no bíblico y poco saludable en la sanidad apostólica, que deja tras sí a mucha gente engañada o tristemente desilusionada y desesperanzada cuando ellos o sus amados no quedan sanados luego de la oración de fe o después de haber asistido a un servicio de sanidad divina.
8. Vemos servicios de adoración que ya no producen reverencia, temor, admiración ni actitud de carácter maravilloso. En muchas de nuestras iglesias ya no se llama al arrepentimiento, santidad de vida, llevar la cruz, negarse a sí mismo ni a la sumisión a Cristo como Señor. Muchos pastores temen ofender a sus congregaciones, y como resultado, predican para complacer a sus oyentes en vez de a Dios.
9. Estamos inundados de un nuevo estilo de evangelismo que está llenando nuestras iglesias con gente que nunca ha nacido de nuevo. Muchos pastores han concluido equivocadamente que una profesión de fe —un mero asentir intelectual al evangelio— equivale al nuevo nacimiento. Una obra sobrenatural de la gracia soberana que transforma vidas brilla por su ausencia en la mayoría de nuestros servicios. Esto explica por qué, no obstante el enorme tamaño de algunas iglesias, la verdadera vida espiritual y el fuego del avivamiento está ausente en muchas de ellas.
10. Existe una verdadera falta de fe de que el evangelio tenga el poder para traer hombres a Cristo. Se cree, actualmente, que el evangelio es inadecuado e insuficiente en sí mismo para poder atraer hombres a Cristo. Necesitamos obras, dramas, entretenimiento, bailes y música contemporánea para poder apelar al la cultura de nuestros tiempos. Muchas iglesias parecen ignorar las palabras del apóstol Pablo, quien dijo: «Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo, pues es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primeramente y también al griego» (Rom. 1:16).
Estas son algunas de las muchas tendencias que he observado en el desarrollo y la dirección que sigue una gran parte de nuestra comunidad evangélica. Las pérdidas que hemos experimentado en los últimos años han sido cuantiosas. El daño infligido al cuerpo de Cristo ha sido asombroso. Urge una nueva Reforma y un avivamiento poderoso que haga que la iglesia vuelva a Cristo y a la Palabra de Dios.