Adoración en el Salón del Trono (Parte 1)
Por Roberto L. Dickie II
Nuestro Señor Jesucristo dijo: «…los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, pues el Padre busca tales adoradores que le adoren» (Juan 4:23). Una de las realidades más asombrosas acerca de Dios es que él está buscando un pueblo que adore a su Hijo Jesucristo. Si usted es cristiano, uno de los objetivos principales de su salvación es que adore gozosamente al Hijo de Dios. Nada en la vida cristiana tiene mayor importancia. Cuan trágico es, sin embargo, que hallamos tan pocos cristianos que entienden y practican la verdadera adoración espiritual. Preguntémonos ahora mismo, ¿hay en nuestro corazón un verdadero espíritu de adoración? Quien fuera en vida A. W. Tozer escribió: «Hoy día hay millones de personas que tienen ‘opiniones correctas’, tal vez más que en cualquier otro momento de la historia de la iglesia. Sin embargo, me pregunto si jamás ha habido un tiempo cuando la verdadera adoración espiritual haya estado en un punto tan bajo. El arte de la adoración ha sido perdido en enormes sectores de la iglesia, y en su lugar está esa cosa extraña y extranjera llamada `el programa’. Dicho término ha sido tomado del teatro y aplicado con penosa sabiduría a ese tipo de culto público que ahora se presenta entre nosotros como adoración.»
Adoración bíblica y espiritual es aquella en la que el alma desea ver la gloria y hermosura de Cristo, conocer el gozo y experimentar el placer de la presencia de Dios. La adoración se halla en su cumbre y punto de riqueza y llenura mayor cuando nuestra alma se pierde en la maravilla de la gloria y majestad de Dios. Mucho de lo que pasa por adoración contemporánea no produce tales resultados. Los cultos someros y superficiales que caracterizan esta presente generación no están produciendo ni adoradores verdaderos ni santos eminentes.
Para poder entender qué es la adoración bíblica y comprender qué es lo que el Padre requiere de nosotros, será necesario examinar la adoración en su estado más puro. Al ir a las Escrituras encontramos muchos ejemplos de gente que adoraba a Dios. No obstante, el ejemplo más sublime y diáfano queda manifiesto en el cuadro que Juan nos presenta en el libro de Apocalipsis. En los capítulos 4 y 5 el Señor corre el telón para darnos un breve vistazo de lo que yo denomino adoración en el salón del trono. En estos capítulos somos observadores de un servicio de adoración en el salón del trono celestial. Si hemos de adorar bíblicamente, tenemos que asegurarnos de que nuestra adoración terrenal refleje el ejemplo y directriz de la adoración celestial.
Es mi deseo que la iglesia descubra nuevamente y regrese a la práctica bíblica de adoración en el salón del trono. Para que se puedan alcanzar dichas metas, deseo explicar tres cosas:
I. Ingredientes de la Adoración en el Salón del Trono
II. La Partida de la Adoración en el Salón del Trono
III. Recobrando la Adoración en el Salón del Trono
Los Ingredientes de la Adoración en el Salón del Trono
Debemos leer los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis. Al considerar reverentemente y en oración el contenido de estos versículos, hay siete ingredientes particulares que observamos en este servicio de adoración celestial.
1. La adoración es ‘Dios-céntrica’. Cuando a Juan se le concede este breve vistazo del servicio de adoración celestial, él dice: “Y al instante estuve en espíritu; y he aquí, un trono estaba colocado en el cielo, y uno sentado en el trono» (Apocalipsis. 4:2). Para comenzar, notamos que Dios está en el centro. Nuestra atención y enfoque es atraída de inmediato hacia él. Adoración Dios-céntrica significa sencillamente que la gloria, honor, majestad y voluntad de Dios es lo primero que ocupa nuestros pensamientos y deseos. Tan a menudo, hoy en día, la adoración centra en el hombre en lugar de Dios. La adoración humano-céntrica es orientada hacia las emociones; se consume en satisfacer nuestras necesidades como si ésta fuese la meta de nuestra presencia en la iglesia y adoración a Dios. Sin embargo, es maravilloso cómo el Espíritu de Dios ministra a nuestras necesidades espirituales reales cuando hay verdadera adoración. El problema de esta generación es que no sabe diferenciar entre necesidades espirituales genuinas y aquellas artificiales creadas por la psicología popular de nuestra cultura secular contemporánea.
Os Guiness, teólogo y filósofo británico, recientemente escribió sobre este problema en la revista «Table Talk» (Conversando en la Mesa) de los Ministerios Ligonier. Su artículo intitulado «El Culto de la Relevancia y el Manejo de la Necesidad», era un examen del presente fenómeno denominado «El Movimiento del Crecimiento Eclesiástico». Guiness dice que cuando la relevancia surge de las necesidades y deseos del consumidor (los adoradores), rápidamente se sobrecalienta y vaporiza en lo que esté de moda, llegando a ser una fuente de superficialidad. Además, la tendencia en dicho movimiento de hacer de la `necesidad’ la razón de ser de la adoración es una muy dañina a la iglesia. Tal estilo de adoración -‘satisfaciendo la necesidad’- a menudo ignora la importancia de la verdad, dejando así a la iglesia vulnerable al abandono intelectual. Uno de los comentarios más penetrantes del Sr. Guiness fue éste: «Llenar las necesidades no siempre las satisface; a menudo despierta nuevas y aumenta la presión de la eventual desilusión… Mercadeo, técnicas sin fin y una obsesión con la necesidad del consumidor resultarán en una indiferencia hacia sus necesidades específicas, genuinas y verdaderas.»
2. La Adoración es alabanza. A través de los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis vemos tanto ángeles como santos alabando a Dios. Adoran a Dios por su santidad (4:8), su eternidad (4:8) y su soberanía (4:11). Ciertamente, cada aspecto de la naturaleza, carácter y obra de Dios debe evocar nuestra alabanza. Y cuando toma lugar la verdadera adoración, hallaremos gente envuelta en el gozo y la emoción de la adoración a Dios. El Salmista dijo, «Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza» (Salmo 100:4). Cuando nos acercamos a la congregación de la iglesia, debemos venir en el espíritu de alabanza, recordando que Dios habita en la alabanza de su pueblo. «Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel» (Salmo 22:3).
3. La Adoración enfoca en la obra consumada de Jesucristo. Juan dice, «…y en medio de los ancianos, un Cordero en pie, como inmolado…» (5:6). En esta gran visión, Juan ve un cordero embarrado de sangre. Dicho simbolismo es un cuadro de Jesucristo, Redentor de los elegidos de Dios. Jesucristo murió en la cruz, como sustituto nuestro. Su sangre fue derramada para que nosotros, por la gracia de Dios, pudiésemos ser justificados y tener paz para con Dios. Cristo vive ahora en el salón del trono como nuestro Sumo Sacerdote, intercediendo por nosotros. La verdadera adoración siempre enfoca en Jesucristo y su obra perfecta en el Calvario. Aún así, tan a menudo asistimos a presuntos servicios de adoración donde el nombre de Cristo apenas se nombra. La verdadera adoración espiritual -o bíblica- siempre exaltará al Señor Jesucristo y le dará la preeminencia en la adoración.
4. La Adoración es Música. En la visión de la celestial adoración en el salón del trono dada a Juan, vemos a coros de ángeles y santos redimidos cantando alabanzas al Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice Juan:
«…y cantan un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque fuiste inmolado, y con tu sangre nos compraste para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación; y nos hiciste para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra» (5:9-10). Vemos que los santos en el cielo cantaban acerca de Cristo, la redención con sangre y los propósitos soberanos de Dios al traer gente a sí mismo para que sean reyes y sacerdotes. La música es parte integral de la adoración. En Colosenses 3:16 Pablo escribe:
«La palabra de Cristo habite ricamente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos, himnos y canciones espirituales.»
Es imperativo que nuestros himnos y música sean doctrinalmente correctos y exalten a Cristo.
5. La Adoración es Litúrgica. Hoy día la liturgia es frecuentemente mal entendida. A veces es asociada con repetición muerta y sin sentido. Por el contrario, liturgia bíblica sencillamente significa que hay belleza, orden y planificación en nuestra adoración. En la visión de Juan había un responso antifonal entre los ángeles celestiales y los santos redimidos. Un coro irrumpía en alabanza, siendo respondido por el otro que dirigía su alabanza a Dios. Vemos como ola tras ola de alabanza litúrgica subía hacia el trono y el Cordero que ocupa el lugar céntrico en dicho salón del trono. Mientras el Dr. Warren Wiersbe escribía un libro sobre la adoración, descubrió la belleza, poder y base bíblica para la adoración litúrgica. Esto fue lo que dijo:
«Imagínese cuál fue mi sorpresa…cuando descubrí que toda iglesia practicaba una liturgia —sea buena o mala– y que yo podía aprender mucho acerca de la adoración a Dios de iglesias que yo había excluido de mi comunión. ¡Que rudo despertar!»
El hecho es que la mayoría de nuestras iglesias hacen las mismas cosas vez tras vez cada semana, aun cuando practican lo que ha sido denominado ‘adoración libre’. No podemos negar que debe haber libertad en la dirección de un servicio de adoración y una disposición que pueda romper con el orden planificado, de guiar así el Espíritu de Dios. Sin embargo, lo que muchas iglesias carecen desesperadamente es el esfuerzo bien pensado y calculado que cultive participación en la adoración y cree una atmósfera de reverencia y admiración temerosa. La mayoría de los estilos contemporáneos de adoración distan mucho del que es descrito en los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis. El fenómeno de una religión consumista basada en programas y entretenimiento y diseñada para venderse a sí misma a personas que realmente no están interesadas en buscar la presencia de Dios, dejará tras sí un desierto religioso. Nuestra cultura será empobrecida a causa de ello.
6. La adoración es veneración a Dios. Así se describe el clímax de esta visión que Juan tuvo de la adoración en el salón del trono: “Y los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos» (Apoc. 5:14). La adoración reverencial, o veneración, es un aspecto de un servicio de adoración a Dios en que el adorador queda tan movido, asombrado e impactado ante la gloria y majestad de Dios que cae postrado ante él. Cuando el profeta Isaías observó la gloria del salón del trono que le fue revelado en el año que murió el rey Uzías, exclamó: “¡Ay de mí!, que estoy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de un pueblo de labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Isa. 6:5).
La verdadera adoración nos capacita para ver a Dios, y cuando le vemos y palpamos su presencia espiritual, venimos a ser como Isaías -quedamos como muertos. La palabra hebrea traducida aquí muerto es damah, y significa quedar mudo o atónito. La adoración contemporánea apenas produce tal clase de admiración y adoración. No es necesario caer al piso en nuestros santuarios para estar llenos del espíritu de adoración. Adoradores que en verdad adoran contemplan al Señor con asombro y admiración. Gran parte de nuestra adoración contemporánea está estructurada para producir precisamente lo contrario. La realidad es que procuramos crear un ambiente de risa y diversión… que la gente se sienta alegre y entretenida. Sin embargo, la verdadera adoración, que desarrolla el espíritu y la veneración, nos hará decir cual Jacob: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía» (Gen. 28:16).
7. La Adoración es Predicación. La predicación, según la conocemos aquí en la tierra, no ocurre en el salón del trono. La razón es obvia. La predicación en el poder del Espíritu de Dios tiene como propósito la revelación del carácter y la gloria de Jesucristo. En el salón del trono está presente el Cristo resucitado, siendo revelado y manifestado perfectamente por medio del Espíritu a todos los santos glorificados. Por el contrario, la predicación sigue siendo el medio principal por el cual, en la iglesia, Cristo es revelado a su pueblo. En un libro recién publicado sobre la santidad, J. I. Packer escribió:
«Para los Puritanos, el sermón era el clímax litúrgico de la adoración pública. Nada, decían ellos, glorifica tanto a Dios como la fiel declaración y el obediente escuchar de esta verdad. Bajo cualquier circunstancia, la predicación es un acto de adoración y deberá llevarse a cabo como tal. Además, la predicación es el principal medio de gracia para la iglesia.»
Jamás debemos subestimar el poder, propósito y lugar que la predicación expositiva debiera ocupar en nuestros servicios de adoración. Un conocido predicador liberal, quien negó gran parte de la fe cristiana, dijo en una ocasión:
«La gente que está fuera de las iglesias son los últimos consumidores. Tal vez no nos guste, pero para cada sermón que predicamos, ellos se están preguntando: “¿Me interesa ese tema, o no? Si no les interesa, no importa cuan efectiva sea nuestra oratoria, sus mentes huirán.» El apóstol Pablo nos da este aviso: «Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, acumularán para sí maestros conforme a sus propias concupiscencias» (II Tim. 4:3). Son muchos los pastores que, hoy día, han comprometido la integridad de su llamado y posición. Con el fin de satisfacer sus deseos de grandes números y éxito, han diluido su mensaje y abandonado su encargo bíblico de predicar a Cristo crucificado. Warren Wiersbe, citando a George McDonald, dijo: “En todo aquello que el hombre haga sin Dios… deberá fracasar miserablemente –o triunfar miserablemente. La iglesia de hoy ya sufre por causa de sus éxitos, y ya es tiempo para que volvamos a la adoración.» La adoración jamás deberá verse como algo aparte de la fiel declaración de todo el consejo de la Palabra de Dios.
Hasta aquí hemos considerado los ingredientes principales de la verdadera adoración bíblica. En resumen, éstos son:
1. La Adoración es Dios-céntrica
2. La Adoración es alabanza.
3. La Adoración enfoca en la obra consumada de Cristo.
4. La Adoración es música.
5. La Adoración es litúrgica.
6. La Adoración es veneración.
7. La Adoración es predicación.