SALMO 15
«CIUDADANOS CELESTIALES»
1. Integro en sus Pasos.
2. Verdadero en su corazón.
3. Tierno con sus amigos.
4. Cuidadoso de su compañía.
5. Fiel a sus promesas.
6. Misericordioso en sus negocios.
«CIUDADANOS CELESTIALES»
SALMO 15
En este Salmo hay una pregunta que se nos presenta en el Vr. 1 como prólogo al mismo. La pregunta dice así: «Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? Y luego los Vrs. 2-5 responden a la mencionada pregunta. Por lo tanto es propio titular a este Salmo: «Ciudadanos celestiales o Requisitos para ser ciudadanos celestiales». En base a la pregunta del Vr. 1, nos hace pensar en quién habrá de habitar en el lugar de Dios, o quién ha de pertenecer a la ciudadanía celestial.
A través de estos versículos se nos presentan seis aspectos o líneas de pensamiento, en los cuales vemos en cada uno de ellos, un principio específicamente delineado, para aconsejarnos y para poder medir nuestra vida con dichos principios, a los efectos de poder saber en realidad, si somos ciudadanos celestiales o no.
A la pregunta formulada en el Vr. 1, encontramos a continuación la respuesta que Dios nos da, respuesta que nos presenta ciertas características que pertenecen a cualquier individuo que realmente tiene su ciudadanía en el cielo, y que por consiguiente su nombre está registrado como ciudadano celestial.
Este Salmo nos dice que un ciudadano celestial es:
1.- INTEGRO EN SUS PASOS. Vr.2: «El que anda en integridad y hace justicia…» Vemos que el primer requisito o la primer característica del ciudadano celestial, es que debe ser íntegro en sus pasos. Esto quiere decir: a) Por ejemplo Génesis Cap. 17:1 donde leemos: «Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto». Es decir, que el mandamiento de Dios a Abraham envuelve intenciones sinceras en su corazón, e íntegro en sus pasos se refiere a la sinceridad espiritual interna de un individuo. Otro ejemplo: En 1 Juan 2:6 leemos estas palabras: «El que dice que permanece en él, (En Cristo) debe andar como él anduvo». Es decir, debe tener las intenciones firmes y honestas en nuestro Dios. Otro versículo que nos ayuda a entender lo que este Salmo en el Vr. 2 nos ordena, dice: El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo». (1 Pedro 3:21). La frase que quisiéramos pedirle «prestada» a este versículo que hemos leído es: «Sino como la aspiración de una buena conciencia». El ciudadano celestial camina con buena conciencia en integridad en los pasos de su vida. Anda con integridad, dice el salmista, y como resultado hace justicia.
En el evangelio según San Lucas Cap. 1: 5-6 encontramos lo siguiente: «Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor». Creemos que estos versículos realmente nos ayudan a entender lo que Dios demanda: El primer principio que demanda de un ciudadano celestial es la conducta que desarrolla aquí en la tierra, es decir, una conducta irreprensible. Para ello debe caminar íntegro en sus pasos y esto con respecto a los mandamientos de Dios que requieren honestidad.
2.- El Vr. 2 de este Salmo dice con respecto al ciudadano celestial: «…Y habla verdad en su corazón». Es decir, es verdadero en sus pensamientos. Esto lo encontramos, por ejemplo, en Proverbios Cap. 12:19. Allí leemos: «El labio veraz permanecerá para siempre; mas la lengua mentirosa, sólo por un momento». Es decir, verdadero en su pensamiento, que envuelve una actitud interna que se ve desarrollada en la vida interior. El principio que vemos aquí en esta segunda demanda de Dios para el ciudadano celestial, es el ejercicio de los frutos espirituales, o sea que Dios requiere frutos de nuestra salvación. Por ello entonces, podemos decir que vemos dos aspectos ya determinados en lo que respecta al hombre, al ciudadano celestial: El ciudadano celestial debe ser íntegro en sus pasos y verdadero en sus pensamientos. Lo primero envuelve la conducta en el desarrollo de la vida en este mundo; lo segundo envuelve el fruto que el individuo produce como resultado de su salvación.
3.- Como tercer punto vemos que en el Vr. 3 hay una expresión referente a las amistades. Dice: «El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino». Vemos que un ciudadano celestial no solo es íntegro en sus pasos; no solo es verdadero en su manera de pensar, sino que también es tierno con sus amigos. El libro del profeta Jeremías, Cap. 6:27-28 dice: «Por fortaleza te he puesto en mi pueblo, por torre, conocerás, pues, y examinarás el camino de ellos. Todos ellos son rebeldes, porfiados, andan chismeando, son bronce y hierro; todos ellos son corruptores». En otra palabra, el individuo que pertenece al reino celestial es un individuo que cuida su lengua y cuida lo que él dice de sus amigos. Esto nos hace recordar las palabras de exhortación de Santiago Cap. 3: 5-8 el cual dice: «Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí ¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal». Notamos entonces, que ser tiernos con nuestros amigos envuelve precaución en lo que decimos acerca de ellos. El principio práctico que podemos obtener de este punto básico del hombre que camina en la ciudadanía celestial, del hombre que pertenece al cielo, y aun nosotros como ciudadanos celestiales, es que no debemos injuriar a otros por palabra, por hecho infundados o por escuchar calumnias con respecto a terceros. Es muy fácil, quizas, no decir cosas malas, pero es muy fácil escuchar lo que le ha pasado a fulano o a mengano, y así llenar nuestra mente con un conocimiento que no nos ayuda en nada, porque eso afecta el aprecio que tenemos a nuestros amigos.
Debemos pensar seriamente que es algo muy importante que nosotros tengamos en cuenta respecto al uso de nuestra lengua. Debemos meditar lo que decimos y medir lo que escuchamos. Pensemos bien en este aspecto de la exhortación del salmista en el Vr. 3: «El que no calumnia con su lengua…» El que controla su lengua; el que no está dispuesto a hablar mal de sus amigos, pero aun más: «…Ni admite reproche alguno contra su vecino». Es decir, toma en consideración a su amigo y trata de no escuchar habladurías que puedan llenar de basura su cabeza por así decirlo. Vemos entonces que el requerimiento de un ciudadano celestial es por cierto muy profundo. No solamente envuelve el caminar con integridad, sino que demanda una conducta de vida honesta; no solamente debe ser verdadero en sus pensamientos, sino que demanda frutos y evidencias de la salvación. No solamente eso, debe ser tierno con sus amigos y estar prevenido para no escuchar maldades, calumnias o hablar en contra de alguien que realmente no debe hacerlo.
La verdad es que esto nos toca, nos «cae» como se dice vulgarmente a cada uno de nosotros. Es muy fácil hablar; es muy fácil escuchar; es muy fácil juzgar, y Dios dice que el ciudadano celestial debe ejercitar de tal manera su conducta y su vida para evitar tales cosas.
4.- SEGUIDAMENTE EN EL Vr. 4, VEMOS QUE LA EXHORTACION VA A UN POQUITO MAS FUERTE Y DICE QUE DEBE SER CUIDADOSO DE SU COMPANIA: «Aquel a cuyos ojos el vis el menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia». Pablo, en el Nuevo Testamento, hace referencia a ello. En 2 Corintios Cap. 6:14 al 7:1: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, con Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios». Vemos entonces que Pablo, exhortando a la iglesia de Corinto, les avisa que se deben cuidar de sus compañías; que deben tener cuidado de quienes son sus amistades. Lo práctico entonces de este punto, es que debemos de estimar a aquellos que se reúnen con nosotros, por los principios y características que ellos tienen y ejercitan en sus vidas. Debemos ser cuidadosos de quienes son nuestros amigos, debemos ser muy meticulosos en esto, pues Dios requiere que nuestra vida sea una vida pura, que no se contamine, una vida en la cual no se halle mancha alguna.
5.- AHORA BIEN, LA SEGUNDA PARTE DEL VR. 4 NOS MUESTRA QUE EL CIUDADANO CELESTIAL DEBE SER FIEL A SUS PROMESAS. Dice así: «El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia…» En Levítico Cap. 5: 4-5 leemos: «O si alguno jurare a la ligera con sus labios hacer mal o hacer bien, en cualquiera cosa que el hombre profiere con juramento, y él no lo entendiere; si después lo entiende, será culpable por cualquiera de estas cosas. Cuando pecaré en alguna de estas cosas, confesará aquello en que pecó…» Vemos que el prometer y no cumplir, no es solamente una falta de promesa, sino que es pecado de acuerdo a la ley judaica y a la divina. Por consiguiente, el ciudadano celestial debe ser fiel a sus promesas. En otra palabra, eso envuelve enfrentar las circunstancias que nosotros nos hemos creado, y lo práctico de este asunto es que ningún hijo de Dios debe buscar una causa para usarla como pretexto y no cumplir lo que ha prometido. Cuando su palabra fue expuesta y dicha, cuando ha prometido cierta cosa aunque vaya en su contra, debe cumplirla. No debe cambiar; de otra manera, si la cambia incurre en pecado. Por consiguiente debemos estar firmes y convencidos en este punto básico del cristiano: Ser fiel a sus promesas.
Concluyendo este punto que hemos considerado, digamos que el cristiano debe ser reconocido por su palabra, que es una persona que representa bien a Dios enfrentando circunstancias que son difíciles para su propia vida.
6.-FINALMENTE, EN EL VR. 5 ENCONTRAMOS QUE EL CIUDADANO CELESTIAL DEBE SER MISERICORDIOSO EN SUS NEGOCIOS. Dice así: «Quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente admitió cohecho». Esto implica que el ciudadano celestial debe tener un corazón generoso. Por ejemplo, si un ciudadano hace un negocio por debajo de la ley y no dentro del cumplimiento de la ley, está robando plenamente. Todo negocio que no sea de acuerdo a la ley de su país, o la ley del país donde reside y tiene que hacerlo «bajo la mesa» o en el «mercado negro» o en alguna situación parecida, es pleno robo y debemos pensarlo de esta manera: Es pecado. Es pecado y Dios no quiere que sus hijos, los ciudadanos celestiales, sean reconocidos bajo tales circunstancias.
Bien, hemos visto seis aspectos del ciudadano celestial, seis requisitos que caracterizan al ciudadano celestial y antes de concluir vamos a mirar un poco en cada uno de ellos, en un pequeño resumen y luego vamos a buscar un pasaje en el Nuevo Testamento del cual tomaremos nuestra aplicación práctica general.
El primer requisito del ciudadano celestial es que debe ser íntegro en sus pasos; en segundo lugar, debe ser verdadero en su corazón; en tercer lugar, debe ser tierno con sus amigo; en cuarto lugar, cuidadoso de su compañía; en quinto lugar, fiel a sus promesas, nunca buscar un pretexto para no cumplirlas, y en sexto lugar, misericordioso en sus negocios, es decir, enfrentar sus negocios abierta y libremente delante de la ley.
En el Nuevo Testamento en la epístola a los Filipenses Cap. 3:20, encontramos estas preciosas palabras para nosotros. Dice así Pablo a la iglesia de Filipos, y también por consiguiente a la iglesia en la cual nos encontramos hoy: «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo».
¿Dónde está nuestra ciudadanía?: Está registrada en los cielos, de donde esperamos a nuestro Señor, a Nuestro Salvador Jesucristo; y esa ciudadanía que está en los cielos, nos impulsa a vivir como este Salmo lo describe. Si lo estamos haciendo, ¡loado sea el Señor! Si vemos que algunos de estos puntos mencionados y que la Biblia nos exhorta a vivir, son realmente un fracaso en nuestra vida, confésemoslo delante de Dios y digámosle: «Señor, esto es malo, esto es realmente un problema para mí, quizas no soy un hombre de integridad, honesto; quizas no soy sincero en mis pensamientos y digo cosas que realmente no deseo; quizas no soy suficientemente bondadoso con mis amigos, quizas no tengo cuidado de mis compañías. Señor, yo soy fácil de hablar y prometo muchas cosas que no puedo cumplir. En los negocios trato de ver mi ganancia, independientemente de la necesidad de los otros. Por todas estas cosas, Señor, perdóname. Realmente todas estas cosas se las podemos confesar al Señor, y recordemos: Mañana puede ser un buen principio, un buen comienzo, pidiéndole a Dios que nos dé fuerza, que nos dé energía, que nos dé fuerza de voluntad para poder vivir como ciudadanos celestiales.
Dios nos bendiga.
(Programa Radial con Gabriel Otero)
Mensajes alentadores para la vida cristiana
gracias por ser parte de bendicion para muchos por medio de este vehiculo