Wilfredo Grenfell

Es casi imposible hablar de la tierra del Labrador sin mencionar a la vez el nombre del Dr. Wilfredo Grenfell. Fue por medio de sus esfuerzos que los habitantes de aquella región recibieron ayuda médica, empezaron sus primeras escuelas, fueron estimulados y motivados a aprender diversos métodos de agricultura, recibieron instrucción en cuanto a varios oficios manuales y, sobre todo, recibieron el mensaje de salvación en Cristo Jesús.

Wilfredo Grenfell nació el 28 de febrero de 1865, en Parkgate, Inglaterra. Su padre era director de un internado, y se mantenía muy ocupado en su trabajo. En consecuencia, tanto Wilfredo como su hermano tenían oportunidad de salir y hacer muchas cosas sin que su padre los supervisara. Durante el verano, Wilfredo solía salir a explorar los campos que los rodeaban. Había heredado de sus antepasados el amor hacia el mar; de modo que era natural que se interesara en las aventuras, los viajes y la navegación marítima. Debido a esto, Wilfredo y su hermano llegaron a conocer a unos pescadores; a menudo salían con ellos en el barco de pesca, ausentándose de casa varios días a la vez. A los catorces años, Wilfredo fue enviado a un colegio par estudiar; pero poco después de cumplir los dieciséis años tuvo que abandonar el lugar, debido a un problema pulmonar. Pasó varios meses, durante el invierno, con una tía en Francia; y regresó a Inglaterra para el verano.

Cuando Wilfredo tenía dieciocho años, su padre aceptó una invitación para trabajar en la obra del Señor en Londres, y así vino a ser el capellán del enorme hospital de Londres. Siendo un ministro, esperaba que su hijo siguiera en sus mismos pasos. Pero a los dieciocho años era evidente que Wilfredo tenía una inclinación muy marcada hacia la medicina.

   Un día, mientras estaban en la consulta donde el médico de la familia, Wilfredo observó un cerebro humano que había sido preservado químicamente. Le impresionó hondamente el pensamiento de que esté órgano dirigiera todas las funciones del cuerpo humano. Su búsqueda con respecto a la carrera que debía seguir había concluido: había decidido ser médico.

Se matriculó en la escuela de medicina auspiciada por el hospital de Londres, y empezó sus estudios, altamente esperanzado en cuanto a su futuro.

Wilfredo Grenfell había recibido a Cristo como su Salvador personal, siendo un joven todavía, durante una campaña de evangelización dirigida por el conocido predicador D. L. Moody. Wilfredo sabía que tendría que hacer una decisión: o bien vivir por Cristo, o bien olvidarse por completo de la vida cristiana. Después de oír el testimonio de Carlos T. Studd, el famoso jugador de críquet, Grenfell valientemente se decidió por Cristo.

Inmediatamente después de su conversión, tomó a su cargo una clase en la escuela dominical, para enseñar. Los domingos por la tarde salía con un médico australiano, para celebrar servicios en algunos de los barrios pobres de Londres. Allí observaba los resultados de la pobreza entre la gente. Se sintió profundamente conmovido al ver las condiciones miserables en que se debatían aquellas personas.

Mientras estudiaba cirugía en el hospital de Londres, conoció a Sir Federico Treves. Bajo la tutela de este famoso médico, el joven interno llegó a ser responsable por un buen número de pacientes de cirugía. En 1886 se recibió, y fue admitido como miembro en el Colegio de Médicos y también en una organización profesional para cirujanos.

No mucho tiempo después, se abrieron nuevas puertas de oportunidad para Grenfell. Cada año, en verano, centenares de pequeños barcos de pesca se internaban en el Mar del Norte, pasaban pescando por varias semanas seguidas. Esto quería decir que varios miles de hombres vivían en aquellas embarcaciones. Carecían de instrucción cristianas. No había ni siquiera un médico que cuidara de ellos en tiempos de enfermedad, accidente o peligro de muerte. La misión Real Nacional a los Pescadores de Aguas Profundas le preguntó al joven médico si estaría dispuesto a servir en un barco hospital de auxilio, que acompañaría a la flotilla. Grenfell aceptó de inmediato; de hecho, nada le dio mayor placer que esta oferta. Tendría, no tan solo la oportunidad de navegar, sino también la de servir a su Maestro divino en la obra cristiana.

Aun cuando Wilfredo Grenfell no fue el primer misionero cristiano que trabajó entre los esquinales del Labrador, fue le primer médico que llegó aquellas regiones. Al final de su primer verano allí, estaba convencido de que era apremiantemente necesario tener un hospital para los habitantes de la región, tanto pescadores como esquimales. También vio una gran necesidad de un barco hospital, que viajara bordeando las costas de la península del Labrador, transportando a los pacientes que requerían ser llevados al hospital.

Cuando el Dr. Grenfell regresó a Londres, contó a su gente que los comerciantes de San Juan habían prometido construir dos hospitales en el Labrador para su obra. En su próximo viaje, dos ayudantes médicos y dos enfermeras lo acompañaban para ministrar a las gentes a quienes tanto amaba.

Grenfell estableció su centro de operaciones en la ciudad de San Antonio. Allí edificó un excelente hospital, y empleó a los mejores médicos que pudo hallar. Salía de este centro, navegando arriba y abajo por las costas de Terranova y del Labrador, trabajando incansablemente para cuidar de los enfermos, y para celebrar reuniones de evangelización.

Le preocupaba grandemente la desesperante ausencia de educación en el Labrador, y ello le llevó a fundar una escuela en San Antonio. Esta sirvió de modelo para las escuelas públicas que posteriormente se establecieron en casi todos los asentamientos colonos. Además, Grenfell organizó una cadena de tiendas cooperativas, en donde la gente de la región podía comprar provisiones y trocar o canjear el pescado y las pieles de los animales que habían cazado. Mandó a traer de Laponia trescientos renos, junto con algunos lapones para apacentarlos, con el fin de que la gente del Labrador tuviera carne y ropa.

El Dr. Grenfell no solo viajaba en los barcos de pesca suministrando ayuda médica a los pescadores, sino que también invertía mucho tiempo viajando en trineos tirados por perros. En cierta ocasión le llegó un recado informándole que se le necesitaba urgentemente para salvar la vida un niño moribundo. A poco de haber iniciado su travesía sobre el mar congelado, la delgada capa de hielo cedió bajo el peso del trineo, y Grenfell cayó al agua, juntamente con el trineo y los perros. Con mucho esfuerzo, el doctor logró sobre un pequeño trozo de hielo flotante, y consiguió también subir a sus perros. No tenía consigo suficiente ropa gruesa como para sobrevivir en aquel clima helado. Para no morir de frío le quedaba solamente una salida: matar a tres de sus perros, y usar sus pieles para mantenerse caliente y seco. Por unos momentos vaciló; pero, por fin, tuvo que hacerlo. Luego amarro las patas posteriores de los perros muertos, una a continuación de la otra, para improvisar un asta, el extremo de la cual enarboló una camisa de fútbol vieja. Meció la improvisada bandera durante toda la mañana. Cuando el día ya declinaba, creyó una barca que se acercaba. Por fin él alcanzó a divisar un barco con varios hombres, los cuales lo rescataron.

Como resultado de dicho viaje Grenfell pasó varios días en el hospital, pero como paciente. Cuando se recuperó, levantó una placa de bronce a la memoria de sus perros, en la cual se leía la siguiente inscripción: «A quienes entregaron sus vidas por la mía en el hielo».

Como resultado del intenso frío y de las enfermedades, muchos morían, dejando huérfanos a los hijos. Cuando el Dr. Grenfell se dio cuenta de tal problema, construyó algunos edificios para cuidar de esos niños. Además de los huérfanos, fueron recibidos algunos niños cuyas familias no tenían con qué alimentarlos. Se estableció una escuela para niños, y muy pronto aprendieron a leer y a escribir. También se les enseñaba de las cosas del señor Jesús.

Hasta este punto, el Dr. Había estado demasiado ocupado como para pensar en el matrimonio. Sin embargo, en unos de sus viajes a su tierra conoció a Ana MacClanahan, y el 18 de noviembre de 1909 se casó en la ciudad de Chicago. Pocos meses después, el Dr. Grenfell y su joven esposa regresaron a Terranova, en el Canadá. Ella llegó a ser una gran bendición para la obra del Dr. Grenfell, pues fue capaz de asumir muchas de las tareas que agobiaban al médico. Ella poseía un don excepcional para organizar el trabajo; y poseía una paciencia enorme, lo cual servía de contrapeso para el carácter impulsivo y las energías aparentemente sin límite de su marido. Dios bendijo el hogar dándole tres hijos.

Uno de los problemas mayores en la región del Labrador era el elevado número de naufragios que ocurrían anualmente. Estos desastres, no solo significaban peligro y lesiones para la gente, sino que también ocasionaban la pérdida de grandes cantidades de comestibles que se hundían con cada nave. Siendo que Grenfell estaba convencido que Dios lo había enviado no solo a predicar el evangelio, sino también para curar a los enfermos, resolvió hacer algo para que los barcos no perdieran tanta carga en esos naufragios. Con la ofrenda de algunos amigos interesados en el asunto, se pudo construir un dique seco, en la cual se podía reparar las naves dañadas. Como resultado de esto se evitó la pérdida de muchísimos barcos, así como de muchos alimentos y abastecimientos, valorados en centenares de dólares cada año.

En razón de aquel verano es tan corto en el Labrador, (demasiado corto par sembrar verduras), el Dr. Grenfell enseñó a la gente a sembrar semillas bajo un vidrio. Para el mes de julio, cuando la tierra empezaba a descongelarse, les era posible trasplantar a los huertos las plantitas, que ya contaban con tres meses. El Dr. Grenfell tuvo tanto éxito en este proyecto, que pronto comenzaron a producir verduras y legumbres en grandes cantidades. Se edificaron invernaderos, y hubo mayor abundancia de alimentos para la gente del Labrador.

Antes de la llegada de Grenfell, existían muy poco hospitales en el Labrador, pero, por medio de los incansables esfuerzos del medico, se erigieron hospitales y centros de salud en muchos lugares. Puesto que en mucho sitios no era posible construir un hospital establecieron y otro. En ellos se atendía a los pacientes que se encontraban demasiado enfermos como para viajar hasta al hospital. Más enfermeras empezaron a llegar al Labrador, para cuidar a los enfermos. En muchas ocasiones ellas salían a campo para atender a sus pacientes; caminando, a veces, quince o treinta kilómetros al día.

A medida que los pacientes iban recobrando su salud, el Dr. Grenfell les enseñaba algunas artes manuales. Algunas personas aprendieron alfarería, otras empezaron a fabricar canastas; y otras más se dedicaron al bordado.

Aunque el doctor había gozado de muy buena salud durante los años de su ministerio, no obstante, al cumplir los sesenta años, sufrió un ataque cardíaco. Debido a esto, le fue necesario jubilarse, y mudarse a la casa que tenía en el estado de Vermont, en los Estados Unidos. Sin embargo, siguió realizando viajes al Labrador, de vez en cuando. Se ocupaba escribiendo sobre su obra médica, y pintando en acuarelas escenas de la costa. Daba conferencias, y exhibías sus acuarelas en clubes, iglesias, escuelas y lugares de verano.

Cuando falleció el Dr. Grenfell, en octubre de 1940, sus restos fueron sepultados juntos a los de su esposa, en la tierra que tanto amaba, y en donde había trabajado por más de cuarenta años. Como resultado de su ministerio intenso en aquellas heladas comarcas, un buen número de misioneros están ahora sirviendo al Señor, continuando con la obra que el Dr. Grenfell comenzó.


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