«Yo medicinaré su rebelión, amarélos de voluntad: porque mi furor se apartó de ellos» -Oseas 14:4.
HAY DOS CLASES de apartados. Algunos nunca se han convertido: ellos han pasado por la formalidad de unirse a una comunidad cristiana y pretenden haber retrocedido; pero ellos nunca han, permítanme usar la expresión, «ido hacia adelante». Pueden hablar de retroceso; pero ellos nunca han nacido de nuevo realmente. Ellos necesitan ser tratados de forma distinta a los verdaderos apartados, -aquellos que han nacido de la simiente incorruptible, pero que se han desviado. Queremos hacer volver a estos últimos por el mismo camino por el cual dejaron su primer amor.
Diríjase a Salmos 85:5. Allí usted lee:
«¿Estarás enojado contra nosotros para siempre? ¿Extenderás tu ira de generación en generación? ¿No volverás tú a darnos vida, Y tu pueblo se alegrará en ti? Muéstranos, oh Jehová, tu misericordia, Y danos tu salud.»
Ahora mire además:
«Escucharé lo que hablará el Dios Jehová: Porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, Para que no se conviertan a la locura» (versículo 8).
Los que retroceden y la Palabra de Dios
No hay nada que hará tanto bien a los que se apartan como llevarlos a la Palabra de Dios; y para ellos el Antiguo Testamento está tan lleno de ayuda como el Nuevo. El libro de Jeremías tiene algunos pasajes maravillosos para los extraviados. Lo que queremos hacer es llevar a los que retrocedieron a oír lo que Dios el Señor desea decir.
Vea por un momento Jeremías 6:10:
«¿A quién tengo de hablar y amonestar, para que oigan? He aquí que sus orejas son incircuncisas, y no pueden escuchar; he aquí que la palabra de Jehová les es cosa vergonzosa, no la aman.»
Ese es el estado de los que retroceden. Ellos no tienen deleite alguno en la palabra de Dios. Pero queremos hacerles regresar, y que Dios pueda atraer su atención. Lea desde el versículo catorce al diecisiete:
«Y curan el quebrantamiento de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo, Paz, paz; y no hay paz. ¿Hanse avergonzado de haber hecho abominación? No por cierto, no se han avergonzado, ni aun saben tener vergüenza: por tanto caerán entre los que caerán; caerán cuando los visitaré, dice Jehová. Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. Desperté también sobre vosotros atalayas, que dijesen: Escuchad a la voz de la trompeta. Y dijeron ellos: No escucharemos.»
Ese era el estado de los judíos cuando retrocedieron. Ellos se habían apartado de las sendas antiguas. Y esa es la condición de los que retroceden. Ellos se han alejado del antiguo buen libro. Adán y Eva cayeron por no hacer caso a la palabra de Dios. Ellos no creyeron la palabra de Dios; pero creyeron al Tentador. Esa es la manera en que caen los que retroceden -apartándose de la palabra de Dios.
«Yo entraré en juicio contigo»
En Jeremías 2 encontramos Dios argumentando con ellos como un padre pleitearía con un hijo.
«Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad, y tornáronse vanos?… Por tanto entraré aún en juicio con vosotros, dijo Jehová, y con los hijos de vuestros hijos pleitearé… Porque dos males ha hecho mi pueblo: dejáronme a mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen aguas.»
Ahora bien, hay una cosa sobre la que quiero llamar la atención de los que retroceden; y ésta es, ¡que el Señor nunca los abandonó; sino que ellos lo abandonaron a Él! ¡El Señor nunca los dejó; sino que ellos lo dejaron a Él! ¡Y esto además sin causa alguna! Él dice: «¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí?» ¿No es Dios el mismo hoy como cuando usted fue a Él al principio? ¿Ha cambiado Dios? Los hombres son propensos a pensar que Dios ha cambiado; pero la falla está en ellos.
Apartado, yo le preguntaría: «¿Qué maldad halló en Dios, para apartarse y alejarse de Él?» Usted ha, dice Él, cavado para sí mismo cisternas rotas que no detienen agua. El mundo no puede satisfacer a la nueva criatura. Ninguna fuente terrenal puede satisfacer al alma que ha llegado a ser participante de la naturaleza celestial. Honor, riqueza, y los placeres de este mundo, no contentarán a aquellos que, habiendo gustado el agua de la vida, han errado el camino, buscando refresco en las fuentes del mundo. Las fuentes terrenales se secarán. Ellas no pueden calmar la sed espiritual.
Veamos además el versículo treinta y dos:
«¿Olvídase la virgen de su atavío, o la desposada de sus sartales? mas mi pueblo se ha olvidado de mí por días que no tienen número.» Esa es la acusación que Dios trae contra el que se ha apartado. Ellos «se han olvidado de mí por días que no tienen número.»
Frecuentemente he sorprendido a jóvenes señoritas cuando les he dicho: «Mi amiga, tú piensas más en tus aros que en el Señor.» La respuesta ha sido, «No, yo no hago eso.» Pero cuando les he preguntado: «No te preocuparías si perdieras uno; y no te pondrías a buscarlo?» La respuesta ha sido: «Bueno, sí, creo que debería». Pero aunque ellas se han apartado del Señor, eso no les preocupa; ni lo buscan para hallarlo.
¡Cuántas que alguna vez anduvieron en compañerismo y en diaria comunión con el Señor, ahora piensan más de sus vestidos y adornos que de sus almas preciosas! El que ama no quiere ser olvidado. Los corazones de las madres se romperían si sus hijos las abandonaran y nunca les escribieran una palabra ni le enviaran algún recordatorio de su afecto; y Dios argumenta con los que se apartan como un padre con sus amados que se han descaminado; y trata de convencerlos para que regresen. Él pregunta: «¿Qué he hecho para que me abandonaran?»
Las palabras más tiernas y amorosas que se puedan encontrar en toda la Biblia son de Jehová para aquellos que lo han dejado sin causa. Oiga cómo Él argumenta con los tales:
«Tu maldad te castigará, y tu apartamiento te condenará: sabe pues y ve cuán malo y amargo es tu dejar a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor Jehová de los ejércitos» (Jeremías 2:19).
No exagero cuando digo que he visto centenares que se han apartado y han regresado; y les he preguntado si no han encontrado que dejar al Señor es una cosa mala y amarga. Usted no puede encontrar un verdadero apartado, que ha conocido al Señor, que no admita que es una cosa mala y amarga alejarse de Él. No conozco un versículo más usado para hacer regresar a los errantes que éste mismo. Pueda éste hacerle regresar si usted ha vagado en el país lejano.
Apartarse es una cosa amarga
Mire a Lot. ¿No encontró que eso era una cosa amarga? Él estuvo veinte años en Sodoma, y nunca logró que alguien se convirtiera. A los ojos del mundo, a él le iba bien. La gente le hubiera dicho a usted que él era uno de los hombres más influyentes y respetables en toda Sodoma. Pero ay, él arruinó su familia. Y es triste ver a aquel antiguo apartado yendo por las calles de Sodoma a la medianoche, después de haber amonestado a sus hijas, y de que ellas cerraran sus oídos.
Nunca conocí que un hombre y su esposa se apartaran, sin que esto resultara en la entera ruina de sus hijos. Ellos harán de la religión una burla y ridiculizarán a sus padres: «¡Tu maldad te castigará, y tu apartamiento te condenará!»
¿No encontró David que eso era así? Obsérvelo llorando:
«¡Hijo mío Absalom, hijo mío, hijo mío Absalom! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalom, hijo mío, hijo mío!» (2 Samuel 18:33).
Yo creo que fue la ruina de su hijo, antes que la muerte de su hijo, lo que le causó esta angustia.
Vagando por las áridas montañas del pecado
Recuerdo cuando estuve conversando hace algunos años, con un hombre anciano. Él había estado vagando durante años por las áridas montañas del pecado. Esa noche él quería regresar. Nosotros oramos, y oramos, y oramos, hasta que la luz resplandeció dentro suyo; y él se fue gozoso. La noche siguiente él se sentó delante de mí cuando yo estaba predicando; y pienso que nunca en toda mi vida vi a nadie lucir tan triste y desdichado. Él me siguió a la sala de consultas. «¿Cuál es el problema?» le pregunté. «¿Ha apartado sus ojos del Salvador? ¿Sus dudas le han hecho volver atrás?» «No; no es eso», dijo él. «No me ocupé de mis tareas habituales, sino que pasé todo este día visitando a mis hijos. Todos ellos están casados en esta ciudad. Fui de casa en casa; pero no hubo uno que no se burlara de mí. Este es el día más oscuro de mi vida. Me he dado cuenta de lo que he hecho. He introducido a mis hijos al mundo; y ahora no puedo sacarlos. «El Señor había restaurado en él el gozo de su salvación; sin embargo quedaron las amargas consecuencias de su trasgresión.
Usted puede repasar su experiencia; y puede encontrar exactamente los mismos casos repetidos una y otra vez. Muchos que venían sirviendo a Dios en su ciudad años atrás, en su prosperidad lo han olvidado. ¿Y dónde están sus hijos e hijas? Muéstreme al padre y la madre que han abandonado al Señor y vuelto a los pobres elementos del mundo; y que estoy equivocado si sus hijos no están en el camino hacia la ruina.
Porque queremos ser fieles advertimos a estos apartados. Es un signo de amor advertir del peligro. Podemos ser considerados como enemigos por un momento; pero los más verdaderos amigos son aquellos que alzan la voz de advertencia. Israel no tuvo amigo más verdadero que Moisés. En Jeremías Dios dio a su pueblo a un profeta llorón para hacerlos volver a Él; pero ellos se apartaron de Dios. Ellos olvidaron al Dios que los sacó de Egipto, y que los llevó por el desierto hasta la tierra prometida. En su prosperidad ellos lo olvidaron y se desviaron. El Señor les había dicho lo que sucedería (Deuteronomio 28). Y vea lo que sucedió. El rey que no tomó en serio la palabra de Dios, fue tomado cautivo por Nabucodonsor, y sus hijos fueron traídos delante de él y todos fueron matados; y a él le sacaron sus ojos; y fue encadenado y arrojado a un calabozo en Babilonia. (2 Reyes 25:7). Ésa es la manera en que cosechó lo que había sembrado. Ciertamente que apartarse es una cosa maligna y amarga, pero el Señor puede hacerle regresar por medio del mensaje de su Palabra.
En Jeremías 8:5 leemos:
«¿Por qué es este pueblo de Jerusalem rebelde con rebeldía perpetua? Abrazaron el engaño, no han querido volverse.»
Eso es lo que el Señor trae contra ellos.
«No han querido volverse»
«Escuché y oí; no hablan derecho, no hay hombre que se arrepienta de su mal, diciendo: ¿Qué he hecho? Cada cual se volvió a su carrera, como caballo que arremete con ímpetu a la batalla. Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida; mas mi pueblo no conoce el juicio de Jehová.» (Jeremías 8:6-7).
Ahora mire: «Escuché y oí; no hablan derecho.» ¡Ningún altar familiar! ¡Ninguna lectura de la Biblia! ¡Ninguna devoción privada! ¡Dios se inclina para oír; pero su pueblo se ha apartado! Si usted es un rebelde contrito, uno que está ansioso por perdón y restauración, no encontrará palabras más tiernas que las que se encuentran en Jeremías 3:12:
«Ve, y clama estas palabras hacia el aquilón, y di: Vuélvete, oh rebelde Israel, dice Jehová; no haré caer mi ira sobre vosotros: porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré para siempre el enojo.»
Ahora mire:
«Conoce empero tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado, y tus caminos has derramado a los extraños debajo de todo árbol umbroso, y no oíste mi voz, dice Jehová. Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo » (Jeremías 3:13, 14)
-¡piense en Dios viniendo y diciendo, «yo soy vuestro esposo»!-
«y os tomaré uno de una ciudad, y dos de una familia, y os introduciré en Sión.»
«Conoce empero tu maldad.» ¡Cuántas veces he mostrado este pasaje a uno que se ha apartado! «Reconoce»; y Dios dice que te perdonará. Recuerdo un hombre preguntando: «¿Quién dijo eso? ¿Está eso allí?» Y yo le mostré el pasaje: «Conoce empero tu maldad»; y el hombre cayó sobre sus rodillas, y exclamó: «Mi Dios, he pecado»; y el Señor lo restauró en ese mismo momento. Si usted ha andado errante, Él quiere que regrese.
Él dice en otro lugar,
«¿Qué haré a ti, Ephraim? ¿Qué haré a ti, oh Judá? La piedad vuestra es como la nube de la mañana, y como el rocío que de madrugada viene» (Oseas 6:4).
¡Su compasión y su amor es maravilloso!
En Jeremías 3:22:
«Convertíos, hijos rebeldes, sanaré vuestras rebeliones. He aquí nosotros venimos a ti; porque tú eres Jehová nuestro Dios.»
Él simplemente pone las palabras en la boca del rebelde. Sólo vuelva; y, si vuelve, Él lo recibirá con su gracia y lo amará gratuitamente.
En Oseas 14:1, 2, 4,:
«Conviértete, oh Israel, a Jehová tu Dios: porque por tu pecado has caído. Tomad con vosotros palabras, y convertíos a Jehová, (Él pone las palabras en su boca), y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y daremos becerros de nuestros labios… Yo medicinaré su rebelión, amarélos de voluntad: porque mi furor se apartó de ellos.»
Sólo observe que, ¡Conviértete! ¡¡Conviértete!! ¡¡¡CONVIÉRTETE!!! resuena a través de todos estos pasajes.
Ahora, si usted se ha extraviado, recuerde que usted lo dejó a Él, y no Él a usted. Usted debe salir del pozo de la rebeldía exactamente por el mismo camino por el que se introdujo allí. Y si retoma la misma senda de cuando abandonó al Maestro, lo encontrará ahora, exactamente donde usted está.
Cómo tratan a Cristo los que se apartan
Si tratáramos a Cristo como un amigo terrenal, nunca lo dejaríamos; y nunca habría uno que se aparte. Si yo estuviera en un pueblo por una sola semana, no pensaría en irme sin darle la mano a los amigos que hubiere hecho, y sin decirles «hasta luego». Yo sería justamente criticado si tomara el tren y partiera sin decir una palabra a nadie. El clamor sería: «¿Que pasa?» ¿Pero oyó usted alguna vez de un apartado que dijera al Señor Jesucristo «hasta luego»; yendo en privado y diciendo «Señor Jesús, te he conocido por diez, veinte, o treinta años; pero estoy cansado de servirte; tu yugo no es fácil, ni tu carga ligera; entonces estoy volviendo al mundo, a las ollas de carne de Egipto. ¡Hasta luego Señor Jesús! Adiós»? ¿Alguna vez escuchó eso? No; nunca lo ha escuchado, y nunca lo escuchará. Yo le digo, que si usted entra en su habitación y no permite que el mundo entre y mantiene comunión con el Maestro, no podrá abandonarle. El lenguaje de su corazón será:
«¿A quien iremos», sino a ti? «tú tienes palabras de vida eterna» (Juan 6:68).
Usted no podría regresar al mundo si lo tratara de esa manera. Pero usted lo abandonó y huyó. Usted lo ha olvidado durante innumerables días. ¡Regrese hoy; así como usted está! Resuelva que no descansará hasta que Dios haya restaurado en usted el gozo de su salvación.
Un señor en Cornwall encontró una vez a un cristiano en la calle que él sabía era uno que se había apartado. Se le acercó, y dijo: «Dígame, ¿no hay un alejamiento entre usted y el Señor Jesús?» El hombre bajó su cabeza, y dijo: «Sí». «Bien», dijo al hombre, «¿qué le ha hecho Él?» La respuesta a lo cual fue un torrente de lágrimas.
En Apocalipsis 2:4-5, leemos:
«Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.»
Yo quiero precaverlo contra un error que algunos cometen con respecto a hacer «las primeras obras». Muchos creen que deben tener otra vez la misma experiencia. Eso ha mantenido sin paz a miles durante meses; porque han estado esperando una renovación de su primera experiencia. Usted nunca tendrá la misma experiencia de cuando vino al Señor al principio. Dios nunca se repite. Ni dos personas de todos los millones de la tierra lucen iguales o piensan igual. Usted puede decir que no podrá diferenciar a dos personas; pero cuando los conoce bien, puede distinguir diferencias muy rápidamente. Así ninguna persona tendrá la misma experiencia por segunda vez. Si Dios quiere devolver el gozo a su alma, déjelo que lo haga a su modo. No trace una manera para que Dios le bendiga. No espere la misma experiencia que tuvo dos o veinte años atrás. Usted tendrá una experiencia nueva, y Dios tratará con usted a su propio modo. Si confiesa sus pecados y le dice a Él que usted se ha desviado de la senda de sus mandamientos, Él restaurará en usted el gozo de su salvación, [n. del tr.: es digno de recordarse que un verdadero creyente puede perder el gozo de su salvación, pero no la salvación misma].
La caída de Pedro
Quiero llamar su atención a la manera en que cayó Pedro; y creo que casi todos caen de manera muy semejante. Quiero elevar una señal de advertencia para aquellos que no han caído.
«El que piensa estar firme, mire no caiga» (1 Corintios 10:12).
Hace veinticinco años -y durante los primeros cinco años desde que fui convertido- yo creía que si era capaz de perseverar durante veinte años, no necesitaría más temer una caída. Pero cuando más cerca se pone usted de la Cruz , más feroz es la batalla. Satanás ambiciona mucho. Él fue entre los doce; y apartó al Tesorero -Judas Iscariote, y al Apóstol que más se destacaba -Pedro. La mayoría de los hombres que han caído, lo ha hecho por el lado más fuerte de su carácter. Se me dijo que el único lado por donde fue atacado con éxito el Castillo de Edimburgo fue donde las rocas eran más empinadas, y donde la guarnición se creía segura. Si alguien cree que es lo suficientemente fuerte para resistir al maligno en algún punto en especial, necesitará vigilar especialmente allí, porque el tentador viene luego.
Abraham se levanta, por así decirlo, a la cabeza de la familia de la fe; y se puede decir que los hijos de la fe trazan su ascendencia desde Abraham: y sin embargo cuando bajó a Egipto negó a su esposa (Génesis 12). Moisés era destacado en su mansedumbre; y sin embargo no le fue permitido entrar a la tierra prometida debido a que actuó y habló impacientemente, cuando el Señor le dijo que hablara a la peña para que la congregación y sus bestias tuvieran agua para beber.
«Oíd ahora, rebeldes: ¿os hemos de hacer salir aguas de esta peña?» (Números 20:10).
La cobardía de Elías
Elías era extraordinario por su intrepidez; y sin embargo se fue como un cobarde en un viaje de un día por el desierto y se escondió bajo un árbol de enebro, pidiendo poder morir, por causa de un mensaje que recibió de una mujer (1 Reyes 19). Seamos cuidadosos. No importa quien sea el hombre -él puede estar en el púlpito- pero si se vuelve vanidoso, de seguro caerá. Nosotros que somos seguidores de Cristo necesitamos orar constantemente para ser hechos humildes, y mantenidos humildes. Dios hizo resplandecer el rostro de Moisés de tal manera que otros hombres podían ver esto; pero Moisés mismo no sabía que su rostro resplandecía, y cuando más santo es un hombre en lo íntimo, más manifiestas serán para el resto de la gente su vida y conversación diarias. Algunas personas hablan de cuán humildes son; pero si tuvieran verdadera humildad no tendrían necesidad de publicarlo. Ello no es necesario. Un faro no tiene tocando un tambor o una trompeta para proclamar su proximidad; él es su propio testigo. Y así si tenemos la verdadera luz en nosotros, ésta se mostrará a sí misma. No son los que hacen el mayor ruido los que tienen la mayor piedad. Hay un arroyo, o un pequeño «burn» como lo llaman los escoceses, no lejos de donde vivo; y después de una lluvia fuerte se puede oír el torrente de sus aguas desde muy lejos; pero allí pasan unos pocos días de tiempo agradable, y el arroyo casi se vuelve silencioso. Pero hay un río cerca de mi casa, el fluir del cual nunca oí en mi vida, cuando corre en su profundo y majestuoso curso durante todo el año. Nosotros debemos tener tanto del amor de Dios dentro nuestro que su presencia será evidente sin nuestra ruidosa proclamación del hecho.
La confianza en sí mismo de Pedro
El primer paso en la caída de Pedro fue su confianza en sí mismo. El Señor le advirtió. El Señor dijo:
«Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandaros como a trigo; mas yo he rogado por ti que tu fe no falte» (Lucas 22:31, 32).
Pero Pedro dijo:
1. «Pronto estoy a ir contigo aun a cárcel y a muerte.» (Lucas 22:33).
2. «Aunque todos sean escandalizados en ti, yo nunca seré escandalizado» (Mateo 26:33).
3. «¡Jacobo y Juan, y los otros, pueden abandonarte; pero puedes contar conmigo!» «Pedro le dijo: Aunque todos sean escandalizados, mas no yo» (Marcos 14:29).
Pero el Señor le advirtió:
«Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces» (Lucas 22:34).
Aunque el Señor le reprendió, Pedro dijo que estaba listo para seguirlo hasta la muerte. Esa jactancia es demasiado frecuentemente, precursora de la caída. Andemos humilde y sosegadamente. Tenemos un gran Tentador; y, en una hora no esperada, podemos tropezar y caer y traer un escándalo sobre Cristo.
El siguiente paso en la caída de Pedro fue dormirse. Si Satanás puede mecer a la Iglesia para que duerma, él hace su trabajo a través del propio pueblo de Dios. En lugar de velar una breve hora en Getsemaní, Pedro cayó dormido, y el Señor le preguntó:
«¿Así no habéis podido velar conmigo una hora?» (Mateo 26:40).
La siguiente cosa fue que él luchó en la energía de la carne. El Señor le reprendió otra vez y le dijo:
«Los que tomaren espada, a espada perecerán» (Mateo 26:52).
Jesús tuvo que deshacer lo que Pedro había hecho. La siguiente cosa: él «le seguía de lejos.» Paso a paso él se aleja. Es una cosa triste cuando un hijo de Dios sigue de lejos. Cuando usted lo ve asociándose con amigos mundanos, y arrojando su buena reputación, él está siguiendo de lejos; y no pasará mucho antes de que la desgracia caiga sobre el antiguo nombre familiar, y Jesucristo sea herido en la casa de sus amigos. El hombre, por su ejemplo, causará que otros tropiecen y caigan.
Otro paso malo
La siguiente cosa: Pedro está confiada y amistosamente con los enemigos de Cristo. Una muchacha dice a este intrépido Pedro: «Tú con Jesús el Galileo estabas.» Pero él negó ante todos ellos, diciendo: «No sé lo que dices.» Y cuando salió hasta la puerta lo vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «También éste estaba con Jesús Nazareno.» Y de nuevo él negó con un juramento: «No conozco al hombre». Pasó otra hora, y todavía él no comprendía su situación; cuando otro afirmó convencidamente que él era un Galileo porque su forma de hablar lo traicionaba. Y él se enojó y comenzó a maldecir y a jurar, y negó nuevamente a su Maestro, y el gallo cantó (Mateo 26:69-74).
Él comienza muy alto en el pináculo de la arrogancia, y baja paso a paso hasta que estalla maldiciendo y jurando que nunca conoció a su Señor.
El Maestro podría haberse vuelto y podría haberle dicho:
«¿Es verdad, Pedro, que te has olvidado de mí tan pronto? ¿No recuerdas cuando la madre de tu esposa estaba en cama, enferma de una fiebre, que reprendí a la enfermedad y ésta la dejó? ¿No traes a la memoria tu asombro por la pesca que hizo que exclamaras: ‘Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador’ (Lucas 5:8)? ¿Recuerdas cuando en respuesta a tu clamor: ‘Señor, sálvame, o perezco’, extendí mi mano y te libré de ahogarte? ¿Has olvidado cuando en el Monte de la Transfiguración, con Jacobo y Juan, me dijiste: ‘Señor, bien es que nos quedemos aquí… hagamos aquí tres pabellones’ (Mateo 17:4)? ¿Te has olvidado que estuviste conmigo en la cena, y en Getsemaní? ¿Es verdad que me has olvidado tan pronto?»
El Señor podría haberle recriminado con preguntas como éstas; pero no hizo nada de eso. Él miró a Pedro: y había tanto amor en esa mirada que ella quebrantó el intrépido corazón del discípulo; y él salió y lloró amargamente.
Y después que Cristo se levantó de entre los muertos, vea cuán tiernamente trató con el discípulo descarriado.
«Y a Pedro»
El ángel en el sepulcro dice: «Decid a sus discípulos y a Pedro» (Marcos 16:7). El Señor no olvidó a Pedro, aunque Pedro lo había negado tres veces; entonces Él hizo que este especialmente amable mensaje fuera llevado al discípulo arrepentido. ¡Qué tierno y amante Salvador tenemos!
Amigo, si usted es uno de los extraviados, permita que la amorosa mirada del Maestro le haga regresar; y permítale restaurar en usted el gozo de su salvación.
Antes de terminar, permítame decirle que confío que Dios restaurará a algún apartado que lea estas páginas, quien pueda llegar a ser en el futuro un miembro útil de la sociedad y un luminoso ornamento de la Iglesia. Nunca hubiéramos tenido el Salmo treinta y dos si David no hubiera sido restaurado:
» Bienaventurado aquel cuyas iniquidades son perdonadas, y borrados sus pecados»;
o ese hermoso Salmo cincuenta y uno que fue escrito por el apartado restaurado. Ni habríamos tenido ese maravilloso sermón en el día de Pentecostés cuando fueron convertidos tres mil -predicado por otro rebelde restaurado.
Pueda Dios restaurar a otros apartados y hacerlos mil veces más usados para su gloria de lo que alguna vez lo fueron antes.
me gustaria recibir un libro