Cada segundo es crucial en un partido de baloncesto. La industria del mercado de valores fluctúa casi minuto a minuto. Podríamos decir que las modas cambian a la hora. En un mundo donde el tiempo se consume como si fuese aserrín en fuego, esperar en el Señor puede llegar a ser algo insoportable.
¿Ha estado usted alguna vez, en el lugar correcto a la hora precisa? En el capítulo 8 del libro de Hechos se nos relata de la historia de un etíope eunuco que en cierta ocasión leía en el libro de Isaías algo que no lograba entender. Y en ese preciso momento se le apareció Felipe, quien corriendo hacia él se le presentó y le explicó el significado de lo que leía. El eunuco entendió lo que era la Salvación de Jesucristo y antes de que se diera por terminado el encuentro, fue bautizado.
Podríamos decir que esto fue una increíble coincidencia pero, Felipe actuó de acuerdo a las instrucciones que recibió de un ángel del Señor.
Hay contadas cosas que puede considerarse más gratificantes que ver la mano de Dios obrando en nuestras circunstancias. Pero la obra de sus manos no es siempre tan obvia como lo fue en el caso de Felipe. Los israelitas dieron vueltas en el desierto for 40 años, esperando entrar en la Tierra Prometida. Algunas veces Dios nos pide que esperemos hasta más de lo que tuvieron que esperar los israelitas.
¿Qué significa esperar en el Señor? Contrario a lo que comúnmente se cree, esperar en Dios no es una actividad pasiva. Es una actividad de quietud. Pero es directa, con propósito y expectativa. Cuando nos toca esperar en el Señor, de bemos quedarnos quietos para recibir instrucción de Dios sobre el siguiente paso que tengamos que dar. El Rey David, quien era un hombre con el corazón de Dios, escribió: “Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí espera a Jehová” (Salmos 27:14).
Debemos esperar por la intervención de Dios en nuestras circunstancias para que Él nos instruya en lo próximo que vamos a hacer. No se trata de esperar por cualquier cosa que suceda, sino de esperar por la dirección clara de Dios. Él escoge intervenir en nuestra vida en una de varias maneras. A veces es por medio de su Palabra. Otras, por un giro en nuestras circunstancias. Y en otras, El usa la sabiduría de los que nos rodean para hablarnos.
Cuando Dios contesta nuestras peticiones con un rotundo sí o no, podemos regocijarnos y comenzar a enfocarnos en otras alternativas de lo que teníamos esperanza por conseguir. Pero, cuando la respuesta es espera, puede ser frustrante y hasta podemos sentir la tentación de recurrir al mundo en busca de otra alternativa. Durante el período de espera es importante recordar su promesa: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre tí fijaré mis ojos” (Salmo 32:8).
Algunas veces Dios nos hace esperar porque Él sabe que cuando estemos en lo más difícil de la batalla seremos tentados a salir corriendo. Pero si el proceso de descubrir la su voluntad es largo, memorable y se arraiga en lo más profundo de nuestro ser, permaneceremos en el rumbo correcto sin importar lo que pase. No importa cuán intenso sea el fuego, cuan profunda sean las aguas, o cuan espesa la niebla, si seguimos el llamado de Dios con absoluta certeza, podemos persistir.
Pero si por el contrario, usted decide seguir el impulso de sus deseos en el tiempo que usted quiere, cuando las llamas de fuego se intensifiquen, las aguas le ahogen y la niebla le empuje, usted se preguntará: “¿Habré tomado la decisión correcta?, ¿Estaré en el lugar correcto? ¿Estaré haciendo lo debido? Me pregunto, ¿cuál es el próximo paso?
Cuando quiere controlar el tiempo, usted se pone en una posición vulnerable. Satanás fácilmente puede atacar y confundir a una persona que se siente insegura. El tiempo de Dios hace la diferencia en la vida del creyente. “ Reconócelo en todos tus caminos, y el enderezará tus veredas” (Proverbios 3:6).
Dios usa el tiempo de espera para prepararnos el camino.
Lo que puede parecer un retraso desde su perspectiva es realmente el tiempo perfecto del Señor. Cuando un obrero contruye una pared, el debe esperar a que el cemento se seque antes de poner mas peso sobre la pared. Si coloca muchos ladrillos antes de que la parte de abajo se seque, la pared completa se derrumbará. Sólo el tiempo puede asegurar la firmeza de la pared.
Al caminar paso a paso con Dios a través de su Espíritu, sentimos seguridad y dirección hacia una paz y quietud en el corazón. David escribió: “Los que te temen me verán, y se alegrarán, porque en tu Palabra he esperado” (Salmos 119:74). Cuando se espera en su propio tiempo, recibe sólo lo que puede producir en sus propias fuerzas. Pero, si camina de acuerdo al tiempo del Señor aunque todos piensen que va muy lento sigue siendo el tiempo perfecto.