Lectura: Lucas 18:18-27
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.
Efesios 2:1.
Una pareja cristiana les dijo a sus hijos que fuesen amables con los chicos de la casa de al lado pero que no se hiciesen muy amigos de ellos. Les explicaron que esos chicos podían meterlos en problemas por su lenguaje sucio, sus peleas y su actitud irrespetuosa.
Cuando el padre de aquellos chicos se enteró de esto se puso furioso. «Usted cree que sus hijos son muy buenos para los míos» –dijo un día al otro padre. «No –contestó el creyente rápidamente–. Mis hijos tienen tantos rasgos malos que necesitan todo el estímulo posible para que vayan en la dirección correcta. En realidad, nosotros también somos pecadores que necesitamos perdón. Es por eso que creemos en Jesucristo. No somos mejores que usted ni que sus hijos.»
Aun el mejor entre nosotros, joven o viejo, piensa y actúa de manera pecaminosa. Necesitamos el perdón que viene por medio de la fe en Jesucristo, y necesitamos que Él nos ayude a vivir una vida que agrade a Dios.
El joven rico de Lucas 18 era religioso externamente y moralmente correcto. Pero Jesús le mostró su egoísmo interno (vv. 22, 23). Él también necesitaba perdón. Él también necesitaba un nuevo nacimiento y el don del Espíritu Santo.
No nos engañemos. Independientemente de cuán malos o buenos podamos ser, todos necesitamos a Jesús.
Nadie es lo suficientemente bueno como para salvarse a sí mismo;
nadie es tan malo que Dios no pueda salvarlo.
--HVL/NPD