Lectura: 1 Reyes 19:1-18
¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle….
Salmo 42:5.
Una mujer que había enviudado por segunda vez sintió la pérdida profundamente. No veía razones para seguir viviendo.
Un día subió a su auto con su pequeño nieto. Después de ponerle el cinturón de seguridad encendió el vehículo sin ponerse ella el cinturón. Cuando el niño de 5 años amablemente le señaló que no llevaba el cinturón, ella le dijo que no le importaba su seguridad puesto que deseaba ir donde estaban Jesús y el abuelo. El niño respondió: «Pero abuela, ¡entonces me dejarías a mí!»
Dios utilizó a este pequeño para llevar a la señora a darse cuenta de que Él todavía tenía trabajo para ella, y que su situación no era tan desesperanzada como parecía.
Durante casi 50 años de ministerio, he visto a mucha gente desesperada llegar al punto donde creían que no había una salida. Igual que Elías, querían morir (1 R. 19:4). Sin embargo, Dios los sostuvo y les mostró que aún tenía trabajo para ellos. Descubrieron que la situación no era tan tenebrosa como habían pensado y que Dios tenía una razón para que ellos siguiesen viviendo.
¡No te entregues a la desesperación! Recuerda la bondad y el amor de Dios. Habla con Él. Él suplirá tus necesidades. Él te llevará por sendas de amor, luz y gozo donde hallarás una nueva esperanza.
No queda sin esperanza el que pone su esperanza en Dios.
--HVL/NPD