Lectura: Éxodo 32:1-20
Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios….
1 Corintios 2:12.
Aunque estoy más cerca de los 80 que de los 70, me gusta pensar que soy un «hombre moderno». Por tanto me mantengo al día con las noticias, leo libros actuales, y uso fuentes de información actualizadas cuando investigo un asunto en particular. Pero lo que es más importante, deseo ser cabalmente bíblico y cristiano en todos mis pensamientos y acciones. Por eso, algunas personas a quienes no les gustan mis convicciones consideran que tengo una mentalidad muy estrecha.
Una tentación que enfrentamos como creyentes es adaptar nuestras opiniones a nuestra cultura de manera que no piensen que no estamos al corriente con el mundo moderno. Sin embargo, cuando cedemos a esa tendencia nos encontramos transigiendo en aquello que sabemos es correcto. Encontramos formas para justificar la conducta inmoral que la sociedad halla aceptable. Puede que digamos que seguimos creyendo en la Biblia, pero reinterpretamos su claro significado sobre asuntos morales y espirituales y tratamos de que diga lo que queremos que diga.
Éxodo 32 describe cómo permitieron los israelitas que sus deseos pecaminosos empañasen su visión espiritual. Querían ser como sus vecinos paganos, por lo que fabricaron un ídolo y se entregaron a un culto sensual. Esto enojó a Moisés y a Dios, y dio como resultado un severo juicio.
Si no nos tomamos en serio la Palabra de Dios, nuestra visión espiritual se empañará y le desobedeceremos.
No permitas que el mundo te meta en su molde.
--HVL/NPD