Quizá usted se encuentre en una situación que parece incontrolable y se pregunte cómo hacer para enfrentarse a ella. Ha orado y buscado el parecer de Dios, pero su necesidad, al menos desde su perspectiva, aún se encuentra sin respuesta.
¿Qué hace usted cuando sus sueños han sido destrozados? ¿O cómo encauza de nuevo esos deseos que llenan e inundan de emoción su corazón? ¿Tiene Dios una respuesta? ¿Le importan a Él sus heridas y sus luchas contra las presiones de la vida? ¿Qué hacer en los momentos de silencio espiritual cuando le parece que Dios se mantiene alejado y que no va a contestar sus oraciones como usted lo espera?
La mejor manera de entender la mente y el corazón de Dios es mediante el estudio de los principios que se hallan en su Palabra. Antes de decidir que algo no dará resultado en su vida o en su situación particular, tómese el tiempo para leer la historia de Marta, María y Lázaro, cada uno de los cuales tenía necesidades determinadas: Lázaro estaba enfermo de muerte y necesitaba ser sanado por el Señor (Juan 11:1), quien era el único que podía sanarlo. Marta y María tenían necesidades muy grandes: ¿Cómo iban a subsistir sin Lázaro? Él no sólo era su hermano, sino la persona que les proveía de lo necesario. Además, era la cabeza de familia y quien se ocupaba de ellas, ya que eran solteras. Y el Señor estaba consciente de esas cosas.
En realidad, Cristo era amigo íntimo de ellos y huésped habitual en su casa, especialmente cuando se hallaba en Jerusalén. Betania, aldea donde vivían Lázaro y sus hermanas, no estaba lejos de Jerusalén, y cuando María y Marta supieron que su hermano podía morir de aquella enfermedad, les pareció muy bien enviar por Jesús, porque sabían del poder que Él recibía de Dios. Su petición al Señor estaba basada en el amor y la amistad: “Señor, he aquí el que amas está enfermo” (Juan 11:3).
El tema de este relato bíblico no es la sanidad; más bien, se trata de una necesidad y de cómo Dios puede colmarla. Dios tiene poder para sanar toda enfermedad. En situaciones como esta, el asunto que se nos presenta es la voluntad de Dios frente a la nuestra. Y es que se nos ha enseñado que oremos pidiendo al Señor que colme nuestras necesidades.
Sin embargo, en este proceso hay algo más profundo que Dios desea que aprendamos. Cuando aprendamos a aceptar su voluntad como algo perfecto, empezaremos a entender lo decidido que Él está en satisfacer nuestras necesidades. Además, debemos reconocer no sólo que su tiempo para hacer las cosas es exacto, sino también su poder es suficiente y su amor eterno.
Antes de aquel momento, Marta y María no habían llegado a comprender lo interesado que el Señor estaba en sus vidas; y es muy probable que nosotros tampoco hayamos llegado a comprender esto en ciertas ocasiones. No obstante, Jesucristo estaba resuelto a demostrar su profundo interés por estas mujeres y por su amigo Lázaro. Pero Marta y María aún deberían esperar; sus oraciones, aunque coincidían con la voluntad de Dios, parecían no tener respuesta.
Muchas veces reaccionamos de la manera incorrecta cuando vemos que nuestras necesidades siguen sin ser colmadas. Reaccionamos:
Negando. Nos convencemos a nosotros mismos de que no existe ningún problema. Aunque esta reacción es una defensa inicial para protegernos de la realidad de una gran tragedia, no es saludable prolongarla. Lo que debemos hacer es encarar la realidad con la ayuda de Dios, reconociendo que Él tiene la solución para la situación que estamos pasando.
Eludiendo. Nos distanciamos del problema pensando que así evitaremos más aflicción y dolor, pero esto sólo surte efecto durante algún tiempo. Dios lo utilizó en la vida de sus siervos con el fin de que descansaran un poco. Sin embargo, al igual que la negación, el eludir nos impide hacerle frente al problema. La solución consiste en pedir al Señor que nos dé sabiduría y nos muestre la forma precisa de enfrentar la situación, aunque esto signifique esperar en Él. Tenemos que estar dispuestos a esperar lo mejor de Dios; adelantarnos a Él sólo producirá mayor confusión.
Proyectando. Esto significa culpar a los demás. Marta y María no perdieron un momento para decirle a Jesús: “Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Juan 11:21). El Señor no pasa por alto nuestras situaciones; Él sabe exactamente lo que estamos pasando y cómo reaccionaremos. Por eso es sumamente importante que recurramos a Él en busca de sabiduría. Debemos aceptar el hecho de que somos responsables de nuestras vidas y de los problemas que estamos enfrentando. La enfermedad de Lázaro fue un hecho de la vida, no alguna clase de castigo. Dios no es el autor de las enfermedades ni de las tragedias; sin embargo, Él utiliza las situaciones de nuestra vida para moldearnos.
Mintiendo. Cuando no decimos la verdad, por lo general acabamos perjudicando a los demás y a nosotros mismos. Sólo existe una forma de enfrentar las pruebas de la vida: siendo veraces. Esto no significa que tengamos que decir todo lo que sabemos y sentimos, ya que Dios quiere que seamos prudentes con las palabras de nuestra boca. Mentir y justificarnos no nos ayudarán a solucionar el problema, sino más bien impedirán que recibamos la solución divina y precisa.
Rindiéndonos y dándonos por vencidos. Por lo general, cuando llegan las pruebas, nos vemos tentados a darnos por vencidos. El desánimo es una de las formas favoritas de ataque por parte de Satanás. Él cree que si puede desanimarnos, renunciaremos y nos alejaremos de la voluntad o el plan de Dios para nuestras vidas.
¡Nunca se dé por vencido! Confíe en Dios hasta el fin; verá cómo Su bondad se hace realidad en su vida.
Conformándonos. En vez de asumir una postura firme en cuanto a lo que sabemos que es cierto, nos conformamos a la situación, por lo cual nuestra iniciativa y creatividad se disipan, y nos sumimos en la depresión.
Marta y María pudieron verse tentadas a sentir lástima de sí mismas y a dudar, aunque no cedieron a ninguna de estas cosas. Al llegar Jesús a Betania, Marta lo recibió con estas palabras: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará” (Juan 11:21-22).
¿Cómo asumieron las hermanas el hecho de que Jesús no se apresurara a venir hasta su hermano moribundo? No se nos dice cuál fue su reacción inmediata; sin embargo, sabemos que probablemente estaban desanimadas, después de todo, ellas amaban a su hermano.
LA SOBERANÍA DE DIOS FRENTE A NUESTRAS NECESIDADES
En cierto momento, Marta y María tuvieron que enfrentarse a la soberanía de Dios; tuvieron que llegar al punto de aceptar la voluntad de Dios por encima de la de ellas. Cada uno de nosotros se enfrentará a esta decisión en algún momento de nuestra vida.
Dios no nos dejará jamás sin esperanza; Él tiene un plan y un propósito para nuestras vidas que es idóneo para cada prueba, aflicción, angustia o problema que estemos pasando.
Jesús había predeterminado que Él sanaría a Lázaro, pero lo haría de tal forma que sólo Él sería glorificado; asimismo, Él cumpliría su voluntad en las vidas de Marta y María; éstas llegarían a un punto en que aceptarían las cosas.
¿Qué debe hacer cuando sus necesidades siguen sin ser satisfechas?
Empiece por la oración: Que sean conocidas sus necesidades delante de Dios. (Filipenses 4:6) La oración es una manera de vivir, no solamente una actividad en la que usted es partícipe. Jesús enseñó a sus discípulos a orar, y cuando usted se sienta abrumado por las circunstancias, la oración será la actividad que cambie la dirección de su mente y corazón, y también fijará su atención en Dios, quien es la única fuente de esperanza y verdad.
Reconozca su necesidad y la carga que está llevando. Los antiguos creyentes usaban una frase cautivadora cuando hablaban de entregar sus problemas a Dios en oración. Decían así: “Lleva tu carga rodando hasta el Señor”. Aquí está su esperanza: Jesucristo nunca falla; sus misericordias son nuevas cada mañana, y han sido planeadas especialmente para ayudarle a sostenerse bajo la presión producida por las pruebas, las tragedias y las aflicciones.
Reafirme las promesas de Dios. Al hacer frente a una situación difícil, aprenda a reafirmar las promesas de Dios. Su palabra es su principal fuente de aliento. Resista la tentación de correr a distintas personas, procurando comprobar lo que Él le ha pedido que haga. La fe es un ancla poderosa que le mantendrá firme cuando los vientos tempestuosos azoten. El reafirmar las promesas de Dios y seguir apegado al rumbo que Dios le ha marcado es una manera eficaz de enfrentarse a cualquier clase de tribulación o cambio.
Busque el consejo de Dios. Usted puede hacer esto mediante la oración y el estudio de su Palabra. Pídale que le ayude a distinguir entre la necesidad genuina que usted tiene, y lo que usted percibe como necesidad. A menudo usted “cree” que tiene una necesidad específica cuando en realidad se trata de un deseo. En muchas ocasiones, si Dios le diera lo que usted “quiere”, su devoción a Él no tendría un rumbo fijo. Asegúrese de que sus motivos sean puros y que Dios esté en el centro de ellos, no usted mismo.
Ore, además, para que el Señor le muestre exactamente en cuál área está usted dejando de alcanzar lo mejor de Él. Pídale que derribe cualquier barrera que le esté separando de Él. Una vez que usted se libere y le permita a Él satisfacer sus necesidades según su tiempo y su plan, descubrirá que Su bondad y Su gracia fluyen hacia cada área de su vida.
Esté dispuesto a esperar. Esto es esencial. Marta y María tuvieron que hacerlo; su esperanza se había esfumado; su hermano estaba muerto; Jesús no había venido cuando enviaron por Él; pero Dios tenía un propósito más importante que sólo cumplir sus expectativas. Él demostraría su poder para darle una vida nueva a un hombre muerto.
¿Cuál de los milagros fue el mayor: sanar a Lázaro o devolverle la vida después de cuatro días de estar muerto? Sabemos, desde luego, que fue su resurrección. Muchas veces nuestra percepción espiritual es muy limitada, pero Dios lo ve todo. Él tiene un plan, y si somos sabios, esperaremos hasta que nos lo revele.
Agradézcale a Dios de antemano su provisión. Darle gracias a Dios por su fidelidad y provisión es una indicación de nuestra sumisión a su voluntad y no a nuestras expectativas.
¿Ha encomendado usted al Salvador sus necesidades no satisfechas, o todavía está concentrado en satisfacer sus necesidades a su manera? Sólo Dios puede llenar totalmente sus necesidades. Confíe en Él y permítale llevar su carga, y será testigo de un milagro extraordinario. Él resucitará su esperanza y le dará el aliento de una vida nueva.
solo EL llena nuestras necesidades..y si hay que pedirle sabiduria..El es fiel y conoce cada situacion.