No había la menor señal de que soplara el viento, nada que indicara que se aproximara una tempestad; las nubes no habían cubierto el cielo. Aún así, Noé creyó en Dios y, por consiguiente, se preparó para un aguacero.
Pese a los consejos de sus amigos, se dio a la tarea de construir un arca y dio oídos sordos a sus burlas y gritos de incredulidad. Recogió madera de gofer –bastante– que en nuestros días conocemos como una madera resinosa y, posiblemente, de ciprés, muy resistente al agua.
Además, tenía un plan. La carga de esa nave sería seleccionada cuidadosamente: dos por dos; y su familia quedaría incluida en el conteo. No fue una época de mucho regocijo para Noé. Había presenciado el aumento de la maldad de los que le rodeaban. Sus súplicas para que ellos se volvieran a Dios eran recibidas con burlas y desprecio; nadie le ponía atención, excepto sus familiares que colaboraban con él. A ellos no les había hablado Dios, pero estaban convencidos de que sí había hablado a Noé.
En efecto, el Señor había dicho a Noé: “He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra” (Génesis 6:13).
La obediencia es la piedra angular de nuestra fe en Dios. Tal como la obediencia de Noé le llevo a recibir bendición y recompensa de parte de Dios, la desobediencia de los que vivían en días de Noé les llevó a la destrucción.
Al venir el diluvio, la salvación física de la humanidad recayó sobre Noé y su disposición de ser usado por Dios. El arca fue un anticipo de la salvación eterna que es nuestra por medio de nuestro Señor Jesucristo.
La fe fue para Noé instrumento de salvación para él y su familia y lo mismo sucede con nosotros. Somos salvos por la fe y no por las buenas obras que hagamos. La construcción del arca no fue lo que acercó a Noé más a Dios, sino su obediencia y su fe en Él.
Al examinar la vida de Noé desde esta perspectiva, también nos damos cuenta de que la falta de obediencia indica falta de fe. Noé fue poderoso en espíritu porque se atrevió a confiar en el Señor al preparar su corazón a obedecer a Dios aun cuando la desobediencia era la ley que imperaba en la tierra.
La obediencia no siempre es popular, pero Noé no cedió ante las presiones que le rodeaban. Él siguió entregado a la tarea que Dios le había asignado. Pese al ambiente caldeado de aquellos días, Noé sabía que no podía errar si seguía al Señor.
Génesis 6:22 nos dice que Noé “hizo conforme a todo lo que Dios le mandó”. Su fe no titubeó aunque le tomó 120 años completar la construcción del arca, que medía 140 metros de largo, 23 de ancho y 14 de alto, con desplazamiento de unas 45 toneladas.
Noé simplemente no tuvo temor de hacer lo que Dios le ordenó y nos dice la Biblia que “halló gracia ante los ojos de Jehová” (Génesis 6:8). Cuando Dios nos da una tarea que cumplir siempre nos da habilidad para desempeñarla.
No obstante, tristemente después que Noé salió del arca con su familia, su fe disminuyó. Había tenido una experiencia difícil y había salido vencedor, pero sin previo aviso la misma tentación que había precipitado la ira de Dios y provocado el diluvio cobró una víctima más (Génesis 9).
Oswald Chambers nos recuerda: “Nunca pierda de vista que donde otro ha caído es probable que usted también caiga… Cuídese de pensar que los aspectos de su vida en los que ha experimentado victoria en el pasado sean ahora los menos susceptibles de llevarle a tropezar y a caer… No estar siempre en guardia es doble debilidad porque es allí donde las tentaciones menos probables atacarán para minar la fortaleza. Los personajes bíblicos tropezaron en sus puntos fuertes, jamás en los débiles”.
Noé fue un hombre recto, que también fue amado y escogido por Dios. Por cierto, la “salvación de la humanidad” se efectuó por medio del arca que él construyó. Con toda fidelidad terminó la tarea que Dios le había entregado, pues siguió perfectamente las instrucciones que el Señor le dio. No obstante, al finalizar él permitió que la tentación le arrebatara el gozo que ya era suyo mediante la misericordia y abundante gracia de Dios.
Si usted ha pasado por tiempos difíciles y, como Noé, descubre que ha caído en pecado, sepa que hay esperanza: usted puede decir “no” al tentador y “sí” a Cristo. Él conoce bien su deseo de amarle y obedecerle. Si le entrega su vida e implora su perdón, Él le brindará la fortaleza que necesita para terminar victoriosamente el curso que ha puesto ante usted.