Como una de las jugadoras más destacadas de fútbol del mundo entero, Akers, estrella de la selección femenina de Estados Unidos, parece haber visto todo. Ha viajado por todo el globo, jugando en muchas ciudades. Ha tenido serios reveses: ha laborado y luchado estando lesionada; ha probado las mieles de la victoria y lo amargo de la derrota. Y en una tarde fatídica, todas sus experiencias como persona y como jugadora de fútbol culminaron en el Tazón de las Rosas, en Pasadena, California, y resultó en un escrutinio prolongado ante el espejo.
Contra la adversidad
Mucho antes de los acontecimientos de ese día, Akers comenzó a librar arduas batallas. En 1988 sufrió una lesión en la cabeza, en un juego contra Suecia durante el Torneo Mundial Femenino. Aunque la lesión no fue severa, un médico del equipo conjeturó que su lesión era muy seria y no le dio permiso para seguir jugando. Transcurrieron largos meses en los que Akers elevó varias peticiones antes de que los médicos le autorizaran volver a jugar y que los funcionarios de la Federación de Fútbol de su país le permitieran regresar al equipo.
Eso fue sólo el principio. Mientras intentaba obtener la autorización médica para jugar con el equipo representativo de su país, Akers tuvo problemas para encontrar dónde continuar jugando fútbol después de graduarse de la Universidad de Florida Central, en 1988. No obstante, gracias a sus contactos, en 1990 logró entrar a formar parte de un equipo de la División Elite, en Suecia.
Luego, en 1991, después del triunfo de la selección femenina de Estados Unidos en el primer Campeonato Mundial Femenino, Akers comenzó a sentirse cansada con mucha facilidad. Al principio creyó que se debía a la actividad intensa de presentaciones en público después del Mundial. Pero cuando las molestias persistieron, fue a ver al médico y descubrió que se trataba de algo más: Síndrome de Fatiga Crónica. Desde entonces ha luchado con la enfermedad, jugando fútbol pese a sus efectos agotadores. Por fin, en 1994, Akers dejó de luchar por cuenta propia contra la adversidad.
“Había agotado todo recurso –dice Akers en una entrevista con En Contacto–. Me habían serruchado el piso; estaba totalmente confusa. Me fui a las montañas para estar a solas y tratar de ubicarme.
“En esos momentos me vino a la memoria el día cuando me convertí, así como la paz y confianza que sentí en aquel entonces. Me di cuenta de que había estado haciendo las cosas por mis propias fuerzas y en ese momento dije: ‘Señor mío, ya tienes toda mi atención. Haré lo que se necesite’.
“Al principio no tuve descanso, pero después de meses y años de buscar a Dios con toda fibra de mi ser, me di cuenta de que seguir al Señor iba a ser más difícil que mi carrera futbolística. Pero era lo único que para mí era una realidad.
Fortaleza en la debilidad
Cuando Akers comenzó a sentir los primeros síntomas de fatiga crónica en 1991, para ella habría sido muy fácil darse por vencida. Su fama como estrella del primer Campeonato Mundial Femenino y su destreza como voz autorizada para hablar de fútbol hubieran bastado para lanzarla a una carrera prometedora. Pero ella deseaba continuar jugando fútbol y decidió que preferiría confrontar la enfermedad antes que desistir. Esa decisión no sólo transformó su forma de vivir físicamente, sino espiritualmente.
“La fatiga crónica simplemente me ha agotado –dice Akers–. Yo tiendo a ser muy independiente y a tener control de todo, pero como que la enfermedad me despojó de muchos de los que yo creía que eran mis puntos fuertes y me ha forzado a depender de Dios en muchas maneras que de otra forma yo no habría hecho.
“Me ha hecho ser más tierna para con los que tienen incapacidades y luchan con ellas, o sea, con todo mundo. Antes yo le decía a todos: ‘Ánimo; no te portes como un niño’. Ahora he aprendido que es importante pasar por dificultades y ser parte del equipo en nuestra travesía con la gente.
“Esta enfermedad me ha hecho vulnerable en lo que se refiere a relacionarme con la gente porque tengo que admitir mis debilidades. Ser vulnerable y abrir el corazón a los demás es señal de fortaleza, no de debilidad”.
Reflejo de fidelidad
Tras meses de preparación, el escenario estaba listo para la final del Campeonato Mundial Femenino de 1999: Estados Unidos contra China. Para Akers, ese día había sido planeado por meses y años. Al mismo tiempo, fue el escenario para su propia vida, brindándole la oportunidad de ver a Dios de manera renovada.
La mañana del gran partido, Akers escribió en su diario: “¿Quién seré yo al regresar a ese cuarto y verme en el espejo después del juego de hoy? No lo sé. Pero creo que la clave es que estoy dispuesta a entregarme por completo con tal de descubrirlo. Basándome en Josué 1:9: ‘Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas’, aquí voy”.
Hollywood jamás habría escrito el guión para un juego tan épico, tan triunfante, tan gratificante. Los hilos que tejieron la final del Campeonato Mundial plasmaron el espíritu de persistencia, captando cómo fue que dos fuerzas inamovibles chocaran y que sólo una de ellas estuviera destinada a triunfar. Pero el Creador estaba escribiendo un guión aún más maravilloso en la vida de Akers, dándose a conocer en forma muy distinta.
Tal y como los dos equipos se entregaron totalmente para obtener la victoria, Akers no fue la excepción, agotando todos los recursos de su cuerpo desgastado. En la última jugada, en los últimos segundos del tiempo reglamentario, Akers intentó cabecear la pelota fuera del gol de su equipo para evitar la anotación. Pero chocó con una de sus compañeras de equipo y cayó al suelo pesadamente, sin fuerzas para volver a levantarse.
Con una sonda en el brazo, tendida en la camilla del vestidor, Akers vio la serie de penaltis después de que en los tiempos extras no había surgido un ganador. De manera por demás emocionante, Estados Unidos obtuvo la victoria por un gol. Después del partido ella se abrió paso entre la multitud delirante en el túnel del Tazón de las Rosas y caminando con trabajos entró en el campo para celebrar el triunfo con sus compañeras de equipo. Las cámaras de televisión dijeron sólo parte del caso de Akers: estaba aturdida y agotada. Pero esas cámaras no siempre reflejan lo que hay bajo la superficie.
“Antes del partido, estuve subsistiendo apoyada en Josué 1:9 –dijo Akers–. Me sentía apabullada y exhausta y no sabía si debía jugar o no. No obstante, lo que sucedió fue que todo salió bien; me sostuve hasta que por fin sufrí un colapso y quedé sin el menor recurso”.
Y ahí se encontraba: una de las campeonas mundiales, escudriñando el espejo a fin de descubrir quién era en realidad o, mejor dicho, quién era Dios para ella en ese día.
“Me entregué totalmente y Dios honró mis esfuerzos –dice Akers–. Así que al regresar a ese cuarto y verme en el espejo recordé la conversación que había tenido conmigo misma. Sentía alivio por haber tenido las agallas para confrontar el desafío y recibir la bendición de ver que Dios usaba ese partido y ese torneo.
Simplemente fue un gran alivio ver que la prueba había terminado y que yo había sido fiel, y saber que había tenido el valor suficiente para descubrir lo que Dios había sido aquel día”.
Al mirarse en el espejo todo lo que vio fue el reflejo de la fidelidad de Dios. Ella se había entregado totalmente y Él la había honrado. Akers no desistió, asiéndose a la promesa de Josué 1:9: Dios estuvo con ella.
En el horizonte
El fútbol de competencia estaba por terminar para Akers, al planear terminar su carrera futbolística en los Juegos Olímpicos del año 2000 en Sydney, Australia. Cada día Akers debe lidiar con la fatiga crónica; pero le esperan nuevos desafíos, desafíos a los que ella debe hacer frente con determinación sabiendo que Dios la sacará avante de todos ellos.
Akers ha fundado una organización llamada Alcance Internacional de Fútbol, con el propósito de promover el fútbol y el evangelio por todo el mundo.
“Siento que Dios está preparándome para algo mayor. Estoy muy emocionada por todo lo que voy a hacer después de haber jugado al fútbol: tender la mano, viajar por todo el mundo y ayudar a otros a crecer en la fe. Creo que Dios está disminuyendo un poco de mi pasión por el fútbol para reemplazarlo por lo que Él desea para mí más tarde”.
No importa hasta dónde vaya Akers en su travesía ella lo hará asida firmemente de la mano del Señor Jesús, sabiendo que la imagen que contempla diariamente en el espejo está cambiando: está semejándose a Cristo más y más.