Lectura: Gálatas 3:26-29
Pero la sabiduría que es de arriba, es É llena de misericordia y de buenos frutos, sin parcialidad, sin hipocresía.
Santiago 3:17 (V.M.).
Los prejuicios raciales pueden arraigarse en los corazones a muy temprana edad. Los niños no miran el color de las personas hasta que escuchan a los adultos hacer declaraciones infundadas o los ven esquivando personas de otra raza. Los prejuicios pronto se convierten en malas hierbas bien establecidas con profundas raíces. Arrancarlas no es fácil.
Las leyes pueden contribuir a minimizar la discriminación en el mercado de viviendas y lugares de trabajo. Pero no hay legislación que elimine el prejuicio en el corazón. Lo único que seguramente acaba con eso es una larga y firme mirada a lo que Jesús logró cuando murió en la cruz. Es allí donde recibimos una sabiduría «llena de misericordia y de buenos frutos, sin parcialidad, sin hipocresía» (Stg. 3:17, V.M.).
Se dice que después de la Guerra Civil, el General Robert E. Lee, un piadoso cristiano, visitó una iglesia en Washington, D. C. Durante la Santa Cena fue visto arrodillándose al lado de un negro. Más tarde, cuando alguien le preguntó cómo pudo hacer eso, Lee contestó: «Mi amigo, al pie de la cruz, todos quedamos al mismo nivel.»
¿Qué hace que el suelo esté tan nivelado? La atrocidad de nuestros pecados, el terrible precio que Jesús pagó para perdonarlos, y el amor que tiene por todas las personas. El prejuicio no puede sobrevivir en un suelo a ese nivel. Todos podemos arrodillarnos juntos al pie de la cruz.
Mirar a la cruz
impide que miremos con desprecio a los demás.
--DJD/NPD