Los Que Alientan
Lectura: Hechos 27:21-36
Porque deseo veros, para ser mutuamente confortados….
Romanos 1:11, 12.
El desaliento es un problema para muchos cristianos. Aunque quizás no estén afligidos por enfermedades, problemas de familia o de trabajo, se desalientan por causa de su servicio espiritual. Se comparan con otras personas que son dotados con talentos musicales o con la habilidad de enseñar las Escrituras. Ven a personas que pueden dar generosamente y orar con evidente eficacia, pero creen que ellos no pueden hacer esas cosas. Como resultado de ello, se sienten inútiles para Dios. Sin embargo, esas personas han de saber que todo cristiano está calificado para desempeñar al menos un ministerio muy útil: el ministerio de dar aliento.
El renombrado predicador Robert Dale caminaba un día en Birmingham, Inglaterra, donde pastoreaba la gran iglesia Carr’s Lane. Se encontraba en ese momento
bajo una oscura nube de desaliento cuando una mujer se le acercó y exclamó: «Dios le bendiga, doctor Dale. ¡Si supiese cuánto bien me han hecho sus palabras cientos de veces!» Y se alejó de prisa. Más tarde, el doctor Dale testificó: «Desapareció la bruma, vi la luz del sol, y pude respirar el aire fresco de las montañas de Dios.»
El apóstol Pablo sabía cuán importante era, no únicamente ser alentados por otros (Fil. 2:19), sino también dar aliento (Hch. 20:2; 27:35, 36). Ese es un ministerio en el que nos podemos involucrar todos.
Aun cuando no tengas nada más que dar,
siempre puedes dar aliento.
--VCG/NPD