El cruce de los límites divinos
Por Luis Palau
La línea límite parecía anticuada e irrelevante. Sara pisó la línea, preguntándose qué sucedería si la cruzaba. Finalmente la persuación de Andrés, su novio, la convenció y cruzó el límite. Varias semanas más tarde la jovencita de 16 años descubrió que estaba embarazada.
–Nunca voy a olvidar el pánico que sentí–admite Sara–. Andrés estaba de viaje y yo vivía con papá ya que mis padres son divorciados. Realmente no sabía a quién acudir.
Cuando Andrés regresó de su viaje, los dos adolescentes se casaron, pero los problemas de Sara distaban mucho de haber llegado a una solución. Soledad, presiones financieras y lamentos.
–Espero que Andrés y yo sigamos juntos–confiesa Sara–. Por su trabajo él tiene que estar mucho fuera de casa, mientras yo me aburro encerrada todo el día. De modo que tal vez debamos separarnos. La cuestión es que uno tiene que poner tanto de sí para que un matrimonio funcione como es debido, y la opción del divorcio parecería tan fácil…
A Sara le habían parecido anticuados los deseos de Dios en cuanto a la pureza antes del matrimonio. Sin embargo, ella no había reparado en el hecho de que Dios en su amor y sabiduría ha establecido límites para nuestra propia protección. La muchacha ahora no tiene más remedio que sufrir las consecuencias de su desobediencia.
Sea usted soltero o casado, ¿cuáles son las consecuencias de traspasar el límite en lo que a cuestiones sexuales se refiere? Preguntémosle al Rey David. En el Salmo 38 él describe los efectos de su pecado personal–tal vez el de haber cometido adulterio con Betsabé.
David experimentó la agonía de la disciplina espiritual (vv. 1-2), tormento físico (vv. 3-10), aislamiento social (vv. 11-16) y ansiedad emocional (vv. 17-22). Un precio bastante alto para un momento de pasión descontrolada, ¿verdad?
Las normas divinas de la pureza en las relaciones interpersonales están lejos de ser anticuadas, aunque por otro lado contradigan los lineamientos de conducta de nuestro tiempo.
La juventud de hoy dice que el sexo prematrimonial no tiene nada de malo. Como ya mencioné en el PASO 23, una encuesta indica que al llegar a los 21 años, un 94% ya ha perdido la virginidad. A esto se contrapone la exhortación de Dios: «Huyan de los pecados sexuales. Ningún otro tipo de pecado afecta al cuerpo como esto. Cuando uno comete este pecado, peca contra su propio cuerpo. ¿No saben que el cuerpo del cristiano es templo del Espíritu Santo que Dios le dio, y que el Espíritu Santo lo habita? El cuerpo no es nuestro, porque Dios nos compró a gran precio. Dediquemos íntegramente el cuerpo y el espíritu a glorificar a Dios, porque a El pertenecen» (1 Corintios 6:18-20 BD).
Los jóvenes cristianos se enfrentan a las mismas tentaciones que los no cristianos. A menudo el diablo usa un noviazgo entre un cristiano y un no-cristiano para que el creyente tropiece. El Señor nos advierte: «No se unan en matrimonio con los que no aman al Señor, porque ¿qué puede un cristiano tener en común con los que viven entregados al pecado? ¿Cómo puede la luz llevarse bien con la oscuridad? Y ¿qué armonía puede haber entre Cristo y el diablo? ¿Cómo puede un cristiano estar de acuerdo con un incrédulo? Y ¿qué unión puede existir entre el Templo de Dios y los ídolos? Ustedes son el templo del Dios viviente» (2 Corintios 6:14-16 BD).
Crea de todo corazón estas palabras, especialmente si usted es soltero. Desarrolle convicciones bíblicas para el noviazgo y las relaciones con el sexo opuesto. Y luego, entonces, disfrute la satisfacción que resulta de una relación centrada en Cristo y que permanece dentro de sus límites sabios de amor.