Lectura: Colosenses 3:22-25
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.
—Colosenses 3:23.
¿De qué manera contribuye mi vida con la divulgación del evangelio? ¿Te ha perseguido esa pregunta alguna vez? ¿Te parece como si día tras día te afanaras por un trabajo monótono, desempeñando tareas repetitivas?
Si es así, puede que además sientas que te encuentras en un estado crónico de frustración espiritual. Lo que haces podría parecer sumamente alejado del gran diseño y propósito del reino de Dios.
Pero si los propósitos de Dios han de cumplirse no podemos ignorar las tareas ordinarias en pos de las gloriosas. Hay que cocinar, recoger la basura, trabajar en las líneas de montaje, y cuidar a los niños.
Nos podemos beneficiar de lo que escribió el predicador puritano John Dod al respecto: «Cualquiera que sea nuestro llamamiento, servimos al Señor Jesucristo por medio de él…. Los que sirven al Señor, dondequiera que Él los haya colocado, son los siervos más dignos É independientemente de cuál sea su oficio.»
¿Te parece que tu trabajo es una pérdida de tiempo? Imagínate cómo sería la vida si nadie se molestase en hacer el trabajo que tú haces. Considera tu oficina como un santuario, tu hogar como un lugar de ministerio. Luego, cumple con tus obligaciones como si las hicieses para Jesús. Después de todo, Él es a quien realmente sirves (Co. 3:23).
No hay servicio para Cristo
que sea insignificante.
-VCG/NPD