Como Andar Por Fe

El teléfono no se conocía.

No había lugar a donde él pudiera enviar su curriculum vitae. El correo electrónico no existía. Para él, la Internet hubiera sido nada más que una constelación puesta en el firmamento por la mano de Dios, representando una promesa futura.

Por instinto él supo que la mirada desconcertada de su madre no lo haría cambiar de opinión, ni tampoco las preguntas que le hicieron su padres y los demás. Había decidido poner su vida y su futuro en las manos de Dios. No había nada más que decir.

¿Dónde iba a dormir? Él no lo sabía. ¿Cómo iba a mantener a Sara, su esposa? No tenía la menor idea. Sin embargo, en su corazón había una gran verdad: Dios tenía la respuesta para todas las preguntas de Abraham e iba a suplir todo lo que él necesitara.

Por la fe Abraham salió rumbo a una tierra que sólo Dios conocía. Él sabía que cuando llegara a su destino no habría nadie para recibirlo; no habría nadie que lo recibiría con un abrazo. Pero nada de eso importaba. Dios le había dicho: “Vete de tu tierra”, y Abraham se limitó a obedecerle. La voz de Dios le había hablado claramente a su corazón. Sin importarle la opinión de otros ni lo que le costara, Abraham emprendió la marcha.

Él se fue de Ur, la ciudad donde se había criado, hacia la tierra que Dios le mostraría. Sería un lugar de promesa y bendición. «Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar… Por la fe habitó como extranjero… morando en tiendas… porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Hebreos 11:8-10).

Andar por fe implica mucho más que sentirse muy valiente. El deseo de obedecer al Señor, sin importar el sacrificio personal que eso represente, debe estar sobre todas las cosas. Es más, la obediencia es la piedra angular de la vida llena de fe. ¿Había Abraham comprendido cabalmente el plan de Dios? Lo más seguro es que no; pero sí sabía lo suficiente para darse cuenta de que el que estaba guiando sus pasos señoreaba sobre todas las cosas, y ese era motivo suficiente para seguir adelante por la fe.

¿Qué hace usted cuando está ante un desafío enorme? Proverbios 3:5-6 le insta a confiar en el Señor: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas».

El primer requisito de la vida de fe es conocer personalmente al Señor Jesucristo. Si no tenemos una relación personal con Él no podremos conocer su voluntad para nosotros. Si se nos presenta una oportunidad, los que deseamos vivir por fe queremos estar seguros de que es Dios quien nos está guiando y no nuestros móviles egoístas.

Para andar por fe es necesario tener el deseo de agradar al Señor.

Dios tiene un propósito para toda situación que enfrentamos. Con Él no hay «casualidades». Toda bendición que encontramos en el camino ha sido preparada por la mano poderosa de nuestro Padre celestial. Aún en los momentos de prueba y dolor Él está cumpliendo su propósito de una manera desconocida para nosotros, y de toda dificultad sacará esperanza y algo bueno para nosotros.

Dios en su misericordia y gracia nos abraza amorosamente; nos perdona y nos limpia de la mancha que el pecado ha dejado en nuestra vida (Isaías 1:18). Luego nos prepara para bendecirnos no sólo materialmente, sino también espiritual y emocionalmente.

Usted podrá tener muchas riquezas materiales, pero estar en la bancarrota espiritual y emocional. Abraham no era un hombre pobre. Él fue alguien prominente en su pueblo. Dios le había dado la capacidad de ver más allá del desafío inmediato, hacia las bendiciones del futuro.

Por eso Abraham no andaba temeroso ni se desvelaba por las noches pensando cómo Dios iba a suplir lo que necesitaba. Él confiaba en el Señor y por eso pudo tocar el borde del manto celestial (Lucas 8:40-56). La Escritura dice que Abraham creyó a Dios «y le fue contado por justicia» (Génesis 15:6).

Hay dos cosas esenciales para la vida cuyo móvil es la fe. Primero, debemos creer que Dios existe. Segundo, debemos creer que Él va a cumplir lo que ha prometido. Hebreos 11:6 nos dice que «sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan».

Será tan natural como respirar. La fe es el aliento y la vida de nuestra relación con Dios Padre y su Hijo Jesucristo.

El andar por fe también tiene sus beneficios materiales. Dios recompensa nuestro deseo de confiar en Él y andar en obediencia. No importa si a veces nos parece que tenemos muy poca fe, a Dios le agrada cuando confiamos en Él. Aún el paso más pequeño de fe no deja de ser notado por Él. Y podemos estar seguros de que así como Dios fue fiel a la promesa que hizo a Abraham, lo será también a nosotros. Quizá una de las mayores bendiciones que Abraham recibió fue ser llamado amigo de Dios (Isaías 41:8).

¿Le ha confiado usted al Señor su vida? Él comprende sus debilidades y su deseo de amarle. Aún cuando sienta que le ha fallado, Él está siempre dispuesto a recibirle y mostrarle su amor.

Después de la crucifixión, los discípulos volvieron a la vida que antes tenían. En lugar de vivir por fe y hacer lo que el Señor les había mandado, se fueron a pescar al mar de Galilea, cuando el Señor les había dicho que fueran a pescar hombres (Mateo 4:19).

Dios nunca nos condena (Romanos 8:1). Esa mañana, la presencia de Cristo en la playa de Galilea fue suficiente para convencer a Pedro y los demás discípulos que era hora de dejar las distracciones del mundo y empezar a vivir por fe.

En los momentos de fracaso, Dios no quiere que nos concentremos en nuestras fallas, sino que pongamos nuestra mira en Él. Ahí es cuando la fe cobra vida.

Es posible que fracasemos y fallemos, pero debemos levantarnos y seguir adelante. Cuando Pedro negó conocer al Señor, Cristo no negó conocerlo a él.

Dios no considera nuestra vida basado en nuestra capacidad de serle fieles, sino en su fidelidad y en la obra que Cristo consumó en la cruz. Aunque Él espera que no cedamos a la tentación; sin embargo, sabe que habrá ocasiones en que caeremos. Aun así, siempre seremos trofeos de su gracia infinita y de su amor eterno.

Esto explica por qué una de las primeras cosas que el Señor hizo después de su resurrección, fue buscar a Pedro y confirmarle su amor eterno hacia él. Dios no había cambiado su propósito en cuanto a la vida de Pedro. Por eso Cristo animó a su discípulo a que no se diera por vencido. El creyente que vive por fe llega a darse cuenta de que Dios nunca se da por vencido respecto a él.

La fe no es una meta que tenemos que alcanzar, sino que vendrá como resultado de nuestra relación personal con Cristo.

Parte de la voluntad de Dios para nuestra vida es que andemos por fe, no por vista. El apóstol Pedro describe la vida de fe como un «andar». Como él supo lo que era vivir según el razonamiento humano, por eso pudo entender la libertad tan maravillosa que acompaña a la vida de fe en Cristo.

Antes de que conociera al Señor, Pablo vivía de acuerdo a lo que había aprendido y tenía como cierto desde el punto de vista humano. Pero cuando conoció al Señor Jesucristo se le abrió una dimensión nueva de la vida, una que era real por la eternidad.

¿Qué es necesario para vivir por fe?
El deseo de conocer a Dios y ser conocido por Él. Abraham había tenido otros dioses. Sin embargo, es obvio que él quería conocer al único Dios verdadero. No sólo sabía que Dios existía, sino que quería conocerlo.

El deseo de conocer a Dios debe ser nuestro móvil. A Dios le agrada demostrarnos su fidelidad. A. B. Simpson escribió: «Cuando Dios lo ponga a prueba, será el momento oportuno para ponerlo a Él a prueba aferrándose a sus promesas y esperando que cumpla lo que ha prometido, según lo amerite la situación en que estemos.

El propósito de obedecer al Señor. La obediencia es la marca de nuestro propósito de confiar en el Señor, espcialmente cuando se trata de decisiones importantes y pruebas difíciles. Es posible que el Señor nos guíe por cierto rumbo, pero nos hallamos dudando de que Él pueda guardarnos y llevarnos a puerto seguro. Pero el creyente que vive por fe seguirá marcha adelante, como Abraham lo hizo, sin rendirse a los sentimientos de temor y duda. El beneficio mayor de la obediencia es la bendición. Dios siempre recompensa la obediencia con gran bendición.

La confianza absoluta de que Dios cumplirá toda promesa. La pregunta más importante no es: «¿cumplirá Dios lo que ha prometido?», sino: «¿estoy dispuesto a confiar en Él aun cuando su cronograma es diferente al mío?»

Debemos tener presente que la fe demostrada por los que se mencionan en Hebreos 11 fue una fe sin límites. Cada uno de ellos confío en Dios a pesar de que no llegaron a ver el resultado final de su fe. Vivieron por fe día tras día, y Dios les dio una recompensa eterna.

Una vida marcada por la fe. Una vida marcada por la fe es una vida dominada por Cristo. Se trata de un proceso natural, no algo que tenemos que esforzarnos por lograr. Hay tres clases de fe. La poca fe dice: «Dios puede hacerlo». La gran fe dice: «Dios lo hará». La fe perfecta dice: «Dios lo ha hecho».

Dios llevó a Abraham a una tierra llena de promesas y bendiciones. Él hará lo mismo por usted si usted confía en Él y anda por fe.

Tomado de En Contacto


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