Muchas veces nuestra vida se complica porque queremos seguir el ritmo del mundo. Los avances en la tecnología que, supuestamente, deberían servir para reducir la tensión y el ajetreo de la vida, más bien a veces complican más las cosas. Desde el punto de vista técnico, las computadoras y los teléfonos celulares, que ahora vienen con todo lo necesario para conectarse al mundo de la Internet, han puesto a nuestro alcance mucho conocimiento; pero, ¿en realidad nos han ayudado a aprovechar mejor el tiempo para alcanzar las metas que nos hemos propuesto?
Algunos dirían que sí. Otros quizá digan que les gustaría regresar a los fundamentos, cuando se trata de la forma en que trabajamos y ordenamos nuestra vida.
Por muchos años yo fui víctima del ajetreo, la tensión y el esfuerzo constante. Mi vida estaba centrada en la creencia de que para triunfar en la vida cristiana uno tenía que tener su mira puesta en Cristo. Sin embargo, en mi propia vida estaba haciendo todo lo posible por agradar a Dios. Hasta que llegue al punto de la extenuación. Y fue cuando alguien me dio un ejemplar del libro Descubrieron el secreto, por Raymond Edman.
En este libro el autor narra la vida de algunos creyentes que realmente triunfaron. Una de las vidas que Dios usó para hablarme fue la de Hudson Taylor, quien fue misionero en China. Hudson Taylor pasó por una etapa de aridez espiritual. En una carta dirigida a su madre, Hudson escribe: “Cada vez tengo más responsabilidades en mi posición y mi necesidad de gracia es cada vez mayor. Sin embargo, me lamento constantemente de que estoy siguiendo a mi precioso Maestro de muy largo y de que me cuesta mucho aprender a imitarlo. No se imagina cómo la tentación a veces me abofetea. Nunca me imaginé que tenía un corazón tan malo. No obstante, sé que amo al Señor y su obra, y que quiero servirle sólo a Él en todas las cosas… Ore mucho por mí. Ore para que el Señor me guarde del pecado, me santifique por completo y me use más en su servicio”.
Gálatas 2:20 fue el versículo que Dios usó para transformar la vida de Hudson Taylor: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.
Cuando uno se convierte a Cristo y le recibe como su Salvador, la naturaleza vieja y pecaminosa es crucificada. Pero Dios no lo deja a uno clavado en la cruz sino que lo entierra y lo resucita a una vida nueva en Cristo. Él vino a morir por nuestros pecados y a darnos vida nueva, abundante y llena de satisfacción. Cuando Hudson Taylor se despojó de su vida vieja, terrenal y pecaminosa y se vistió de la vida de Cristo, fue libertado y pudo empezar a conocer toda la bondad de Dios.
Juan capítulo 15 se hizo una realidad en la vida de Hudson y en la mía: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (vv 4,5).
El creyente que permanece en Cristo ya no vive para sí, sino para el Señor. cuando me puse a meditar en estos versículos me di cuenta de que no era mi responsabilidad esforzarme por hacer esto y lo otro. Mi deber era someterme a Cristo y dejar que Él manifestara su vida por medio de mí. Cuando me di cuenta de esta gran verdad, sentí como si me hubiera despojado de un gran peso.
Mi vida se llenó de una paz que nunca antes había conocido. Ahora podía contar con el poder y la fuerza de la vida de Cristo en mí.
Cuando permanecemos en Cristo descubrimos que Él toma nuestros pensamientos y los hace conformes a su propósito, agudiza nuestros talentos, purifica nuestros pensamientos y nos capacita para servirle en su reino.
Nuestras posesiones y las cosas que estimamos mucho se convierten en ofrendas de alabanza a Él. El rencor y la amargura desaparecen porque su amor y perdón llenan nuestros corazones. Podemos descansar porque sabemos que Él controla todas las cosas. Lo que él básicamente hace es cambiar el enfoque de nuestra mira espiritual para que lo veamos sólo a Él, no las circunstancias de nuestra vida.
Es entonces cuando regresamos a los fundamentos de nuestra fe, donde lo que somos y creemos es resultado de nuestra fe en Cristo y nuestro amor hacia Él.
A menudo insto a los miembros de nuestra iglesia a que redacten algo que tenga que ver con el objetivo de sus vidas. Tal vez usted quiera hacer lo mismo. Pida al Señor que le muestre qué quiere Él que usted haga con su vida. Nunca es demasiado tarde para fijarse metas tomando en cuenta el propósito de Dios para su vida.
Es posible que no nos demos cuenta de la influencia que podemos tener en los demás, pero Dios si se da cuenta. Lo único que Él quiere es que seamos vasos dispuestos a su servicio y Él se hará cargo del resto. Tan sólo dígale: “Señor, ¿qué quieres que haga con mi vida?”
Hemos sido llamados a ser discípulos de Cristo en todo aspecto de nuestra vida. Pedro, Andrés y Juan pasaron tres años con el Señor. Durante ese tiempo el Señor estableció los fundamentos para sus vidas. Sus vidas tuvieron una perspectiva eterna porque anduvieron con el Hijo de Dios cada día. Uno de los fundamentos de la vida cristiana es el tiempo que dedicamos a la comunión con el Señor. Si nuestra vida está centrada en Él, conoceremos su propósito para nosotros.
Con frecuencia los cristianos se quedan estancados en el asunto de “lo que Dios quiere que ellos hagan”. La Escritura dice: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:4,5). Cuando uno reconoce a Dios en todos sus caminos, Él nos pondrá en el lugar que quiere que estemos. Se trata simplemente de confiar en Él.
Nunca se sienta culpable por tener que regresar a los fundamentos de su fe. He conocido a líderes cristianos que me han dicho que cuando se encuentran en la aridez espiritual, lo que hacen es regresar a los fundamentos de su fe en Dios. Dedican más tiempo a estar a solas con el Señor para recibir ánimo y fuerzas del Él. Buscan la presencia de Dios aunque estén entre la multitud.
Existe una paz y un descanso que permanecen en lo más profundo de la vida de los que se despojan de sus deseos egoístas el tiempo suficiente para conocer la realidad de la bondad de Dios. Aprender a permanecer en Cristo en lugar de estar esforzándonos nos enseña a confiar en Alguien que conoce todo en cuanto a nuestra vida y lo que nos espera en el futuro. Cuando llegamos a conocer la realidad de la bondad de Dios, nunca más quisiéramos regresar a la vida de luchas y esfuerzos propios. Lo único que queremos es conocer más a Dios y cómo nuestra vida puede manifestar más su amor y gracia hacia a los demás.
Mateo dejó todo para seguir al Señor. Cuando el Señor lo llamó, él simplemente se levantó y lo siguió. Su tiempo, su vida, sus posesiones pasaron a ser de Dios. ¿Cuál es su mayor deseo? El Señor dice que “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21).
Cuando Hudson Taylor aprendió lo que es la vida que permanece en Cristo, le escribió a su hermana, diciéndole: “El mes pasado quizá haya sido el más feliz de mi vida, y tengo muchos deseos de contarte un poco de lo que el Señor ha hecho en mi vida. No sé hasta que punto pueda darme a entender de una manera inteligente, porque no hay nada nuevo ni extraño ni milagroso en ello; sin embargo, ¡todo es nuevo! En otras palabras: “Fui ciego, pero ahora veo”.
“Lo más dulce de todo… es el descanso que resulta de identificarse con Cristo plenamente. De ahí que ya no esté afanoso por nada, porque sé que Él puede cumplir su voluntad, y su voluntad es la mía. No me importa dónde me ponga o cómo lo haga; eso es algo que Él decide, no yo. Porque en la situación más fácil me dará su gracia, y en la más difícil su gracia me bastará”.
Aunque Hudson Taylor aprendió ese gran principio de la vida cristiana, sin embargo, su vida no estuvo libre de tribulaciones. No hay duda de que tendremos pruebas, pero recordemos que están limitadas por la omnipotencia de Dios. Y cuando la adversidad nos golpee, Él estará con nosotros para sostenernos y fortalecernos; nunca nos desamparará ni nos dejará para que nos las arreglemos solos.
Quizá usted lleve muchos años de ser creyente, pero por alguna razón está pasando por una etapa de aridez espiritual. Pida al Señor que le muestre todo pecado que no haya confesado. Tal vez su devoción y fe hayan decaído. Entonces, lo primero que debe hacer es orar y pedir al Señor que avive su corazón y refresque su espíritu, y que le aconseje en cuanto a lo que debe hacer.
Si usted no se ha convertido a Cristo, hoy puede dejar la vida vieja atrás y recibir a cambio una vida nueva y abundante. Dígale que usted quiere recibirlo como su Señor y Salvador y que acepta su muerte en la cruz como la paga total de todos sus pecados. Con estas palabras le estará diciendo que está de acuerdo en que está perdido y que no hay nada que pueda hacer por salvarse a sí mismo, y que sólo por la fe en Él y en su sacrificio en la cruz es que puede ser salvo.
Una vez que haya tomado esa decisión podrá empezar con los fundamentos de la fe cristiana, aprendiendo a ser un mayordomo fiel de su tiempo, sus talentos, su mente y sus posesiones. Reconozca al Señor en todos sus caminos y verá la manera tan maravillosa en que Él hará que todas las cosas le ayuden para bien y sean para la gloria y honra de su Nombre.