El hombre de 85 años con el rostro curtido por el sol, arqueó una ceja y miró a su derredor. Para su edad, era un hombre alto, todavía fornido, de rasgos un tanto finos, y sus facciones fuertes amplificaban su voz todavía más fuerte.
Todos los rostros que tenía frente a sí eran menores que él cuando menos por 20 años, con la excepción de Josué, su socio en la fe, su compañero. Caleb mantuvo la ceja arqueada al ver a los israelitas frente a él y luego se volvió a Josué. Habían pasado 45 años desde que Dios había prometido a Caleb la heredad que ahora contemplaba. Su mente recorrió las imágenes de los eventos que lo habían llevado hasta ese punto.
Caleb recordó que había sido uno de los 12 espías enviados por Moisés a reconocer la Tierra Prometida. Recordó cómo él y Josué se habían opuesto categóricamente a los otros espías que insistían en que Caná estaba infestada de bárbaros que distaban mucho de estar de acuerdo en ser derrotados. Recordó que había rasgado sus vestidos con angustia ante la rebeldía de los israelitas que deseaban regresar a Egipto y que hasta se habían atrevido a querer apedrear a Moisés, Aarón Josué y Caleb antes de que Dios interviniera.
Caleb recordó el castigo de Dios. ¿Cómo podía olvidarlo? El pecado de los demás le había costado a él y a Josué 40 largos años de peregrinación en el desierto mientras perecía toda una generación. También recordó cómo Dios había librado a él y a Josué mientras que los otros espías murieron en una plaga. Todo eso lo recordó Caleb y cuando su mente dejó de recorrer el pasado, recordó lo siguiente:
Entonces Moisés juró diciendo:
Ciertamente la tierra que holló tu pie será para ti, y para tus hijos en herencia perpetua, por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi Dios. Ahora bien, Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar.
Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y que hay ciudades grandes y fortificadas. Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho (Josué 14:9-12).
Josué respetó la petición de Caleb al recompensar toda una vida de dedicación a Dios. Caleb esperó 45 años para que le fuera entregado el monte Hebrón por su fidelidad a Dios (Números 13-14). Dios le hizo la promesa en Números 14:24, y es en esa promesa en la que descubrimos por qué Caled fue poderoso en espíritu.
Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí . . .
Caleb fue un hombre de acción, algo que esperaríamos de un hombre cuyo nombre quiere decir «todo corazón». Su vida audaz y franca estuvo llena de verba y verbos. No obstante, los adverbios son los que mejor lo definen.
«Seis veces se consigna que Caleb decidió ir en pos de Jehová –escribe el maestro de Biblia Henry Lockyer–. ¡Qué magníficos adverbios se usan para describir a Caleb! Siguió fielmente, totalmente, completamente. Jamás rebajó sus normas sino que perpetuamente fue entusiasta».
Mucho hay que aprender del ejemplo de Caleb, en verdad mucho que emular del hombre que fue todo corazón:
Fe: Repetidamente leemos que Caleb siguió al Señor totalmente. La fe no puede ser total sin la comunión con el Señor constante y perdurable. La fe de Caleb fue una fe tan completa que los habitantes terribles y gigantescos llamados anaceos, que vivían en Hebrón, no lo arredraban. Creyó en Dios cuando sólo unos pocos hacían lo mismo. Se acogió a las promesas de Dios y no permitió que cuatro décadas desagradables afectaran su fe.
Confianza: Al declararse preparado para la guerra contra los gigantes aun a una edad avanzada, Caleb proclamó no su propia fortaleza, sino la del Señor. Desde antes había querido tomar posesión de Caná y no había cambiado de parecer, tampoco había permitido que el enemigo lo arredrara ni lo intimidara. ¿Cuántos creyentes de hoy esperarían 45 días para recibir una respuesta? ¿45 minutos?
Audacia: Otro significado del nombre de Caleb es: «audaz, impetuoso». No obstante, no se trataba de una audacia frívola. Fue el Espíritu de Dios quien habló por medio de Él cuando arengó a sus compañeros que eran duros de cerviz e incircuncisos de corazón y oídos. Como la Biblia dice que era cenezeo, algunos estudiosos creen que el linaje de Caleb vino de los edomitas y que ni siquiera era israelita. Sin embargo, se enfrentó a la presión de sus compañeros y puso en alto el estandarte del Señor. «Con nosotros está Jehová; no los temáis», imploró (Números 14:9b).
Caleb fue en verdad «todo corazón» y ese corazón fue poderoso porque fue obediente al Espíritu de Dios que habitaba en él. Todo creyente haría bien en seguir su ejemplo, primero cerciorándose de que su fe es completa y que su corazón está entregado por completo al contemplar los montes imponentes que tiene ante sí, o si desea poseerlos.
Tomado de En Contacto