Lectura: Lucas 2:1-7, 25-35
Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo. –Eclesiastés 3:1.
Como pastor he ministrado a muchas mujeres durante las etapas de la maternidad. He visitado a madres en el hospital y me he regocijado con ellas por el preciado bebé que ha venido al mundo. He aconsejado a madres ansiosas y he tratado de asegurarles que Dios está velando por su adolescente rebelde. He acompañado a madres junto al lecho de un hijo lesionado o enfermo, y he sentido su dolor. Y he llorado con ellas en su aflicción cuando alguno de sus hijos ha muerto.
María, la madre de Jesús, también experimentó estos momentos de gozo y tristeza. ¡Qué gozo cuando nació el niño Jesús! (Lucas 2:7). ¡Qué emoción cuando los pastores, y luego los magos, fueron a adorarlo! (vv.8-20; Mateo 2:1-12). ¡Qué incómodo fue cuando Simeón profetizó que una espada traspasaría su alma! (Lucas 2:35).¡Y qué aflicción tan grande para María ver a su Hijo muriendo en la cruz! (Juan 19:25-30). Pero las diferentes etapas de su maternidad no terminaron con aquella terrible escena. Ella se regocijó porque Él resucitó de entre los muertos. Y puesto que ella confió en Él como Salvador, ahora está en el cielo con Jesús.
Una madre experimenta grandes gozos e intensas tristezas. Pero si somete su vida a Dios, cada una de las etapas de su maternidad cumple Sus eternos propósitos.
LA MATERNIDAD
ES UNA SOCIEDAD SAGRADA CON DIOS.
NPD/--Herb Vander Lugt