SERIE DE ESTUDIOS BIBLICOS: Los 10 Mandamientos.
ESTUDIO 10: «CUIDANDO NUESTROS DESEOS»
EXODO 20: 17
«No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo»
Llegamos a la conclusión de estos diez estudios que hemos estado realizando en el Antiguo Testamento de la Biblia, más exactamente en el libro de Exodo donde observamos en el capítulo 20 la presentación de la ley dada por Dios a Moisés, para ser ejercitada por el pueblo o la nación de Israel.
Una vez más quiero decirles que la importancia de los «Diez Mandamientos» es fundamental para el desarrollo de la vida del cristiano. Los Diez Mandamientos nos enseñan específicamente la ley de Dios, o podríamos decir que es el patrón de vida que Dios ha establecido para Su pueblo.
Como dije en estudios anteriores, los Diez Mandamientos no son un episodio en la vida del Antiguo Testamento sino que deben ser usados como la llave que abre las puertas de una vida feliz, una vida honesta y agradable a Dios. Una obediencia completa a ellos nos lleva a vivir en armonía con Dios y también en relación para con aquellos que nos rodean, pues la santidad y la felicidad son inseparables.
La ley fue primeramente dada a Israel como la base indispensable de su redención. La ley ha abierto nuestros ojos y cerrado nuestras bocas y nos ha dejado sin excusas. La gran revelación del Nuevo Testamento, el Evangelio de Cristo es esta: «Porque el fin de la ley es Cristo para justicia a todo aquel que cree». En esta declaración, Pablo, nos da a conocer que en la persona de Cristo encontramos la perfección de estos mandamientos.
En Exodo 20:17 encontramos el décimo mandamiento. Dice así la Palabra de Dios: «No codiciarás, la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo».
Vamos a desarrollar el estudio de este mandamiento bajo el tópico: «Cuidando nuestros deseos».
Recordemos que los primeros cuatro mandamientos nos hablan de una obediencia a Dios; los otros seis nos hablan de una relación mutua entre los hombres. Los mandamientos cinco, seis, y siete, nos hablan de la relación familiar y los mandamientos ocho, nueve, y diez de la relación con la sociedad.
Este décimo mandamiento controla nuestra vida y gobierna nuestros motivos. El análisis de este mandamiento lo vamos a realizar teniendo en cuenta, primeramente su punto de vista en elAntiguo Testamento; en segundo lugar considerándolo desde el punto de vista del Nuevo Testamento y por último, desde el punto de vista personal.
I. Desde el punto de vista del Antiguo Testamento.
Vamos a observar algunos versículos en el Antiguo Testamento que nos van a guiar a encontrar donde empieza la codicia. En el libro de Proverbios capítulo 23 versículos 6 y 7 nos dice que para cuidar nuestros deseos, debemos de comenzar cuidando la raíz de los mismos. Permítanme mostrarles donde está la raíz de nuestros deseos: «No comas pan con el avaro, Ni codicies sus manjares; Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él».
Aquí el sabio Salomón nos está hablando de cuidar la raíz de nuestros deseos, y la raíz de nuestros deseos está en nuestro propio corazón. No culpemos a las circunstancias, no culpemos a una niñez mala o muy dura. Hay muchas personas que piensan que porque no tuvieron demasiado amor cuando eran niños, son ahora lo que son. Uno es lo que es, porque tiene un corazón depravado, un corazón lleno de pecado y no por las circunstancias que uno vive. Este décimo mandamiento no codiciarás de acuerdo al Antiguo Testamento nos habla de la raíz más poderosa de nuestros males y esa raíz es nuestro corazón.
En segundo lugar, no solamente debemos de cuidar la raíz de nuestros deseos sino también el resultado de nuestros deseos. En Génesis capítulo 3 versículo 6, se nos dice de lo que debemos de cuidar: «Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dió también a su marido, el cual comió así como ella».
Nuestros deseos son los que nos llevan al descontrol; dice que la mujer vio luego codició y posteriormente tomó. No solamente nos llevan al descontrol sino que también nos hacen perder la estabilidad espiritual. Si seguimos las influencias de nuestro corazón, vamos a terminar mal por supuesto, y para poder controlar los deseos de nuestro corazón debemos de poner en él una fuerza mayor, la fuerza del Espíritu de Dios, porque es el único que podrá cambiarle a usted y a mí.
Por último debemos de cuidar el control de nuestros deseos; de esto nos habla el Salmo 37 versículo 4. Dice así la Palabra de Dios: «Deléitate asimismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón». ¿Cómo podrá una persona común, cuidar sus deseos? Esto es imposible. A menos de que esta persona conozca a Cristo como Salvador personal. Pero aún los cristianos corren el peligro de que sus deseos predominen y por tal motivo dice el salmista David, debe de deleitarse en Jehová. Es hora de que nosotros dejemos de ser llevados por nuestros propios impulsos y de que empecemos a cuidar nuestros deseos, ¿cómo lo haremos? Deleitándonos en Jehová.
II. Desde el punto de Vista del Nuevo Testamento. ¿Qué tiene que decirnos el NuevoTestamento con respecto a nuestros deseos? ¿Cómo podemos cuidar nuestros deseos?
He aquí tres sugerencias nuevo testamentarias: En primer lugar, cuidando nuestras prioridades, (Mateo 6:33). Prioridades es todo aquello que buscamos en la vida, todo aquello en lo que estamos depositando toda nuestra atención y esfuerzo. Este pasaje nos enseña que no debemos de poner ningún objeto material que ocupe nuestra atención más que Dios.
En segundo lugar, cuidando nuestras posesiones (Mateo 6: 19 al 21). Debemos de cuidar nuestras posesiones, pero ¿Cuál es el centro de atención de nuestra vida?. La respuesta a esta pregunta es muy importante para Dios porque depende de nuestra actitud que podamos controlar el codiciar y que podamos controlar nuestros deseos. «Porque donde esté vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón». Si nuestro deseo está en las pasiones carnales, allí estará nuestro corazón. Si nuestro deseo está en el dinero, allí estará también nuestro corazón, y así consecutivamente.
Desde el punto de vista nuevo testamentario, el décimo mandamiento nos habla de tener cuidado de nuestras prioridades, nos habla de cuidar nuestras posesiones pero también nos habla de cuidar nuestros motivos. En el evangelio según San Juan capítulo 15 versículos 10-14 dice: «Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando».
Cuidemos nuestros motivos. ¿Amamos a Dios o no?, y si le amamos debemos de cuidar dónde centramos nuestras emociones, donde centramos nuestros deseos, cuáles son nuestras prioridades, qué motivos son los que gobiernan nuestra vida. Todo esto involucra un proceder que tenemos que tener en cuenta tarde o temprano.
III. Cuidando nuestros deseos desde el punto de vista personal.
En el evangelio de Juan capítulo 10, Jesús dice palabras muy sabias y poderosas, que no sé si estamos dispuestos a cumplirlas. Juan 10:17, dice:»Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar». Estamos hablando de cuidar nuestra actitud y Jesús nos dice: «Yo pongo mi vida, para volverla a tomar». Hermanos, si tenemos una actitud semejante a la de Cristo, una actitud personal poniendo nuestra vida, vamos a evitar en contraposición el codiciar. En lugar de codiciar, el mensaje es exponer nuestra vida ¿qué cambio verdad? Solo el evangelio de Dios produce un cambio semejante, solo el evangelio de Dios puede cambiar un alma que codicia. Desde el punto de vista personal, el Nuevo Testamento nos confronta, a exponer nuestra vida y nuestros bienes en beneficio de los demás, o a codiciar.
¿Hemos puesto nuestra vida en las manos del Señor dejándonos guiar por El, o seguimos viviendo nuestra propia vida?
En el momento en que nos arrodillamos y le pedimos a Dios perdón por nuestros pecadosentregándole a El nuestra vida, El la tomó pero nos entregó una nueva vida; El cambió, como nos dice el profeta, nuestro corazón de piedra y puso en nosotros un corazón de carne, un corazón sensible a su voz. ¿Estamos siguiendo los deseos de la voluntad de Dios, o todavía nos seguimos gobernando por nuestros propios deseos? El filósofo tiene un estilo de vida; el humanista tiene otro estilo de vida; pero el cristiano tiene un estilo de vida que proviene de Dios. Su carácter, su manera de ser, su manera de actuar, su manera de vivir provienen de la presencia de un Dios vivo, elocuente y poderoso. ¿Estamos dispuestos a vivir una situación semejante? ¿Estamos dispuestos de tal manera a cuidar nuestros deseos que personalmente muestren que nuestra actitud, sea la actitud de Dios? ¿Es nuestra responsabilidad la responsabilidad que Dios nos concede y que ya no somos más nosotros mismos sino que es Dios en nosotros, la fuente de esperanza y gloria?
Yo creo que la conclusión de este mandamiento la encontramos estampada en las maravillosas palabras del apóstol Pablo a la iglesia de Colosas, en el capítulo 1 versículo 27 donde él dice: «Cristo en vosotros, la esperanza de Gloria.»
Si hay esperanza para esta humanidad, la misma está basada en que «Cristo en vosotros es la esperanza de Gloria».
Por Manuel Otero (Family Radio)
Creo que es un buen estudio solo si le puede añadir lado definiciones en griego y hebreo estuviera más completo el estudio ….. Gracias atte pastor Adrian García
excelente estudio los felicito