Al comenzar la semana, la falta de compañerismo era obvia. Todo era muy distinto a lo que sucedía en la iglesia de donde habían venido, donde las conversaciones y las risas duraban hasta mucho después de haberse cantado el último himno y de ver que muchos decidían recibir a Cristo. No sabían explicárselo, pero estaban seguros de que Dios necesitaba hacer algo.
Estos misioneros buscaban vivir la realidad de las palabras del Señor: «La mies es mucha y los obreros pocos» (Mateo 9:37). Habían ido con intenciones de ser segadores y sabían que Dios sería fiel si ellos estaban a su disposición..
Al terminar la semana el ambiente de la iglesia cambió. La gente permaneció poco más tiempo y conversó más. El altar se llenó de personas que buscaban la salvación.
No, estos segadores no formaban un gran equipo evangelístico. Ni siquiera eran pastores con corazón abierto a los perdidos. Se trataba de adolescentes que amaban a Dios y querían hacer algo extraordinario para el Señor durante las vacaciones de verano.
Cada verano los pastores de jóvenes luchan con la decisión de si deben o no llevar a cabo un viaje misionero. Cuando ese grupo de Florida fue a Alabama, vieron personalmente que los viajes misioneros pueden tener resultados positivos. Marci, de 15 años, expresó la importancia de acometer este tipo de ministerio, al declarar: «Es una extensión de la iglesia. Nos acercamos más al grupo de jóvenes y a otros grupos de jóvenes».
Una directora de jóvenes, Ruthi, explica por qué los viajes misioneros son un arma muy valiosa para mantener a los jóvenes unidos, como parte de un equipo: «Los viajes misioneros contribuyen para crear la convicción de que cada joven es responsable de su crecimiento espiritual y del crecimiento espiritual de los que lo rodean. Les permiten mejorar su situación como miembros de sus iglesias porque desempeñan un papel importante en el plan de Dios. Ya no es la iglesia, sino nuestra iglesia».
Algunos de los ingredientes para obtener el mayor provecho de los viajes misioneros son:
Oración. Es lo mejor para iniciar el proyecto. La oración es de suma importancia para integrar el equipo y diseñar la estrategia misionera que tenga resultados óptimos. Primero, la oración reconoce la autoridad del Director del Equipo, el Señor Jesucristo, en cada detalle del viaje misionero. La oración enseña a los jóvenes a depender del Señor en todo lo que hacen para ministrar. Segundo, cuando los jóvenes oyen que sus compañeros los mencionan en sus oraciones surge una dinámica asombrosa. Se enfocan más en la necesidad de llevar el uno la carga del otro que en descubrir las fallas del uno y del otro.
Planeación. Este ingrediente es esencial para que los jóvenes conviertan el viaje misionero en su proyecto personal. Para lograrlo cada joven debe tener una tarea específica. Si se permite que el joven sea creativo en su área de responsabilidad lo más seguro es que se sienta más involucrado en los objetivos totales del ministerio. Andrea, de 16 años, dijo: «Lo mejor fue que pudimos planear las lecciones ya que sabíamos a lo que nos enfrentaríamos al enseñarlas».
Preparación. Si cuentan con el tiempo y la práctica suficientes, los jóvenes adquirirán confianza para desempeñar sus tareas. Es importante que los jóvenes se sientan seguros de lo que intenten realizar. Al ser capacitados debidamente esos jóvenes se enfocarán en las personas a las que ministran y en el evangelio, y no en sus capacidades para desempeñar sus tareas.
Participación. El último ingrediente es invitar a participar a los otros miembros de la iglesia o de la comunidad. Cuando los jóvenes ministran codo con codo con otras personas adquieren confianza que su ministerio continuará aunque ellos regresen a su lugar de origen. Gracie, de 18 años, dijo que para ella la mejor parte del viaje misionero fue «la relación que se estableció con los otros miembros del equipo de jóvenes. No sólo fue nuestro ministerio sino que también fue su ministerio». El hecho de establecer esa relación ayuda a los jóvenes a valorar el ministerio por todo el mundo. Llegan a estar más conscientes e interesados en hermanos y hermanas cristianos que extienden el evangelio en distintas culturas y ambientes.
En 1 Timoteo 4:12 Pablo escribió: «Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza». Cuando las iglesias brindan el ambiente propicio para el ministerio de los jóvenes, ellos se esfuerzan por practicar sus dones espirituales y comprenden su lugar en el plan redentor de Dios en el mundo. Jason, de 15 años, informó que la mejor parte del viaje fue «ver cuántos fueron salvos». Experimentó el gozo de saber que Dios operaba por medio de él y, como resultado, de ver a muchos responder al Evangelio.
Al impulsar a la juventud hacia el amor y las buenas obras, lo más maravilloso que podemos hacer es inspirarlos a que cumplan la Gran Comisión y a que conozcan de manera más personal a Dios. Los viajes misioneros son un instrumento de valor incalculable para lograrlo. Quién sabe si estemos inspirando al siguiente Pablo.
Tomado de En Contacto