Lectura: 1 Corintios 11:17-34
Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados.
-1 Corintios 11:31.
Un exclusivo club de Nueva York le negó la calidad de miembro a un hombre porque era judío. Un pastor, que pertenecía a dicho club, reprobó esto desde el púlpito como un acción «moralmente censurable». Olas de conmoción corrieron por los pasillos porque muchos miembros de esa iglesia pertenecían al mismo club. El pastor luego agregó: «Nadie que haya tolerado esta acción de alguna manera -por pensamiento, palabra u obra- puede recibir la Santa Cena hasta que esté de nuevo en paz con Dios.»
El pastor tenía apoyo bíblico para insistir en que nadie debe acercarse a la mesa del Señor con pecados no confesados. En 1 Corintios 11, el apóstol Pablo confrontó a algunos miembros de la iglesia que necesitaban reconocer sus actitudes egoístas y divisivas y confesarlas como pecado (vv. 18, 21). Les apremió a hacer una pausa para que se examinasen a sí mismos seriamente antes de participar en la gozosa celebración del perdón completo que Jesús obtuvo para nosotros por su muerte sacrificatoria.
El principio aún aplica hoy. Cualquier cosa que esté entre nosotros y nuestro Salvador debe identificarse y confesarse antes de que participemos de la Cena del Señor. El pan y la copa dan entonces un nuevo significado al perdón que se nos asegura por la sangre derramada de nuestro Salvador.
Antes de acercarte a la mesa del Señor,
asegúrate de que tienes un corazón limpio
-DJD/NPD