Lectura: Colosenses 3:1-17
Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos.
— Sal. 122:1
Cuando una persona sale de un culto de iglesia quejándose por la calidad de la música, cuán largos fueron los avisos, o la deficiencia con la que se comunicó el mensaje, puede que esa misma persona sea precisamente el problema.
Sacar poco o ningún beneficio de un culto de adoración es algo así como ir a una monumental tienda por departamentos y salir con un artículo de ínfimo valor monetario. Literalmente, en esa tienda por departamentos hay mercancías valoradas en cientos y cientos de miles, y a veces hasta de millones, pero el comprador sólo se lleva aquello para lo cual fue preparado a comprar.
Si vamos a un culto esperando una bendición, hemos dado el primer paso para recibirla. Si participamos con un deseo genuino de escuchar a Dios hablarnos por medio de las Escrituras, seguramente saldremos con nuestros corazones llenos. Pero estamos destinados a salir con las manos vacías si vamos meramente por un sentido del deber, con una actitud crítica o con mala voluntad hacia el pastor o los miembros de la congregación.
La próxima vez que vayas a la iglesia, ve en el espíritu del salmista, el cual declaró: «Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos» (Sal. 122:1). Entonces, los himnos de alabanza, la comunión con los creyentes y la predicación de la Palabra bendecirán tu alma.
PARA ALIMENTARTE ESPIRITUALMENTE,
VE A LA IGLESIA CON UN BUEN APETITO,
NO CON UNA MALA ACTITUD.
-RWD/NPD