Enero 29
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Hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo… habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. 2 Pedro 1:16
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La majestad de nuestro Señor Jesucristo
La majestad divina mencionada veinticinco veces en el Antiguo Testamento lo está sólo cuatro veces en el Nuevo, una de las cuales se relaciona con el Señor. Esto hace resaltar el carácter excepcional de su manifestación como hombre en comparación con otros de sus caracteres, como el amor, la gracia, la verdad, la luz, la santidad, la justicia, la humildad y la obediencia.
Al relatar la escena de la transfiguración, el apóstol Pedro evoca la presencia de Dios, presencia invisible pero manifestada por “la nube de luz” (Mateo 17:5) y exteriorizada por una voz. Desde “la magnífica gloria” se hizo oír la voz de Dios para honrar a su Hijo amado, expuesto en aquel tiempo al desprecio del pueblo (2 Pedro 1:17). Y allí, en el monte santo, Pedro, Juan y Jacobo fueron los únicos testigos oculares de la majestad del Señor, quien se vio acompañado de Moisés y Elías, también rodeados de gloria. A parte de esa manifestación en el monte, esta majestad, propia del Hijo de Dios, estaba velada por su humanidad. Él vino a la tierra y “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:7-8).
Esta suprema humillación, “el misterio de la piedad” (1 Timoteo 3:16), será el glorioso tema de la eterna alabanza, que la gracia de Dios ya nos permite recordar y adorar.
Enero 30
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Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga. Isaías 1:6
Sáname, oh Señor, y seré sano; sálvame, y seré salvo. Jeremías 17:14
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Diagnóstico y pronóstico
En medicina, el diagnóstico consiste en determinar la causa del mal, es decir, en identificar la enfermedad. El pronóstico consiste en prever cómo evolucionará la situación. La enfermedad, ¿es benigna, grave o fatal? A menudo el pronóstico depende del tratamiento empleado. La medicina se ocupa de enfermedades que afectan nuestro cuerpo y nuestro comportamiento afectivo y mental.
Pero hay otras enfermedades que conciernen a la esfera moral y espiritual. Sus efectos son las mentiras, las intrigas, los hurtos y todos los hechos antisociales, condenados o no por los tribunales. ¿Qué diagnóstico indicar ante estos efectos? Pero sobre todo, ¿qué tratamiento recomendar y qué pronóstico prever? ¿Qué responde la Biblia?
Para el diagnóstico, la Escritura sólo identifica una enfermedad que se manifiesta de diferentes maneras: el pecado. Espiritualmente no funcionamos como Dios quiere, y de allí provienen todos los desarreglos morales.¿Qué tratamiento emplear para esta enfermedad? Volver a Dios, escuchar su Palabra, creerle y recibir a Jesús como Salvador. ¿Cuál es el pronóstico? Sin tratamiento, el pecado es fatal: acaba en el juicio final, en la segunda muerte y en el infierno. Con el remedio (Jesús) recibido por la fe, la salvación está segura. El que cree en Jesucristo no será juzgado. “No vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). Si peca y reconoce su falta, será perdonado (1 Juan 1:9).
Enero 31
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¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo. 1 Corintios 6:19-20
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Pertenezco al Señor
Los cristianos pertenecemos cuerpo, alma y espíritu al Señor. Somos como una casa: alguien la construyó, alguien la compró y alguien la habita.
1. Dios es nuestro «constructor». Nos hizo según las leyes genéticas que su sabiduría concibió. Son maravillosas (Salmo 139:13-18). Por esa razón le debemos el respeto, el amor, la sumisión y la obediencia. Quien infringe las leyes del Creador, por ejemplo en lo concerniente al matrimonio, va al encuentro del juicio.
2. Dios nos «compró». Más aún, nos rescató, porque Satanás nos había arrastrado hacia la rebeldía contra Dios, haciéndonos sus esclavos. El precio pagado por nuestro rescate es inmenso: Jesucristo mismo fue dado en sacrificio, se colocó bajo el juicio de Dios en nuestro lugar. Jesucristo, el Hijo de Dios, fue nuestro sustituto. Murió por amor, a fin de expiar nuestros pecados y darnos la vida eterna. Seamos agradecidos y sirvámosle humilde y fielmente, con gozo y amor.
3. Dios «habita» en cada creyente por medio del Espíritu Santo. Él hace de nosotros (cuerpo, alma y espíritu) representantes de Cristo y de Dios en la tierra. Le pertenecemos enteramente.¿Somos conscientes de ello? Mostrémoslo mediante una conducta sana, pura y digna del Señor de gloria. “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor” (Colosenses 3:23).
Febrero 01
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No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto. En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor. Efesios 5:11-12 y 8
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Un verdadero cambio
Uno de mis conocidos se había convertido a Jesucristo. La gracia de Dios lo había salvado y liberado de una dura vida de pecado. A sus colegas y antiguos amigos les costaba creer en la autenticidad de su conversión y de su cambio. Durante algún tiempo lo observaron calladamente. Era cierto que en muchos aspectos había diferencias con su actitud anterior. Un día varios de sus colegas lo interrogaron al respecto:
–¿Ustedes quieren saber si algo cambió esencialmente en mí?, les contestó el creyente. Con mucho gusto se lo diré. Pero sería mejor que le preguntaran a mi esposa. Todos saben qué clase de tipo era yo. Y ella lo sabe más que nadie. ¡Cuántas veces me buscó a medianoche en las tabernas! Y pregunten a mis hijos. A menudo, cuando yo volvía a casa, ellos se escondían en sus habitaciones o se iban. Huían de mí por miedo, y me despreciaban. Pero no es extraño, porque a veces me ponía agresivo.¿Y ahora? Todo cambió. Tengo una feliz vida familiar. Mi esposa e hijos se alegran cuando vuelvo del trabajo. Además, económicamente nos va mucho mejor que antes. Mi mujer ya no necesita contar con lo que sus padres le pasaban a escondidas. Finalmente pudo renunciar a un trabajo adicional que le era muy pesado. ¡Por la gracia de Dios, a través de su Hijo Jesucristo quien me salvó, esta es mi situación actual!
Febrero 02
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Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos… y al acostarte, y cuando te levantes. Deuteronomio 6:6-7
Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba. Proverbios 31:28
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Una persona muy ocupada
Cierta vez una joven esposa fue invitada a unirse a una asociación socio-cultural que se estaba constituyendo en su municipalidad. Al principio de la sesión ella se disculpó por no poder aceptar responsabilidades, dando como razón que ya pertenecía a otro grupo el cual ocupaba todo su tiempo y atención. Aunque su marido era el presidente, ella asumía la mayoría de las funciones.
Esta declaración causó sorpresa, porque en esa pequeña ciudad donde todo se sabía, nadie conocía la existencia de un grupo al que pudiera pertenecer:
–¿Cuáles son sus actividades?, se le preguntó:
–¡Oh!, muy variadas. Es necesario proveer a la alimentación, la educación, los valores espirituales y morales, y a todo lo concerniente a la fe cristiana, fue la respuesta:
–Es imposible, exclamó la esposa del alcalde, nunca he oído hablar de semejante grupo. La joven sonrió y agregó: –No me extraña, ya que está compuesta únicamente por mi familia.
En la epístola a Tito se propone todo un programa a las jóvenes esposas cristianas: «amar a sus maridos y a sus hijos, ser prudentes, castas, buenas, cuidadosas de su casa…» Si estas recomendaciones fuesen más escuchadas, muchos problemas de la vida moderna se resolverían en las familias.
Febrero 03
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El corazón del hombre piensa su camino; mas el Señor endereza sus pasos. Proverbios 16:9
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Inesperado final
Hace unos años el caso de una estudiante de 23 años de edad causó conmoción. Durante un viaje al África occidental se había infectado con un virus de la llamada «fiebre de Lassa». Los últimos días de su viaje no se sintió bien y por esa razón regresó anticipadamente a Alemania. Murió poco después a causa de una nueva y muy agresiva variante del virus de Lassa.
Uno se puede imaginar con qué emoción y alegría esa joven emprendió su viaje al África; tenía como objetivo hacer investigaciones útiles para sus estudios y luego tomarse unas vacaciones. Seguramente nunca pensó que ese sería su último viaje.
No es necesario que ocurra algo tan dramático; puede bastar un simple accidente de tránsito, del que ni la prensa se ocupa, para recordarnos que nuestro destino no está en nuestras manos.¡Cuánta razón tiene la Palabra de Dios! El hombre puede hacer proyectos y planificar su vida, pero finalmente es Dios quien guía cada paso y conoce todo de antemano. No sabemos si la estudiante de quien hablamos conocía al Señor Jesús. Pero todo aquel que lo ha aceptado como su Salvador puede vivir confiado, porque sabe que todas las cosas le ayudan a bien.
Aun a los creyentes no se les promete que su vida siempre será «color de rosa». También conocen dificultades, accidentes y enfermedades. Pero pueden confiar en su Señor, porque saben que “todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28).
Febrero 04
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Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón. Jeremías 17:9-10
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros. Ezequiel 36:26
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¿Se puede cambiar a la gente?
–Si esta revolución no tiene como meta cambiar a la gente, no me interesa– dijo un importante político.¡Es casi una frase bíblica! Precisamente la Biblia habla acerca de la necesidad de nacer de nuevo, de ser una nueva criatura. Cambiar al hombre parece haber sido la meta de todas las revoluciones. Pero este objetivo no se consigue cambiando la sociedad. Si se hubiese empezado correctamente, millones de vidas se habrían salvado. En efecto, la Escritura enfoca las cosas de una manera diametralmente opuesta: habla de cambiar el corazón del hombre para que éste pueda ver el reino de Dios. Jesús vino a vivir entre los hombres; vio su miseria, la condición de esclavitud en la que se debaten, porque son incapaces de liberarse a sí mismos. Jesucristo murió para salvarlos, cargó con sus pecados. El que cree en él nace de nuevo. Puede tener la seguridad de que algún día entrará en el reino de Dios, pero desde ahora su vida es transformada. Puede servir a Dios en este mundo. Sabe dónde hallar la fuerza para vivir según los preceptos divinos, y de esa manera ser útil a su prójimo.
La revolución humana nunca alcanzó esta meta. Sólo produjo terribles masacres, persecuciones sin precedente e innumerables mártires… Es lo que siempre ocurre cuando el hombre toma el lugar de Dios.
Amigo lector, ¿no quiere nacer de nuevo?
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)