Libres para gozarnos en Dios
Por Charles Stanley
Gozarse en Dios requiere que entendamos Su actitud hacia nosotros: Nuestro Padre nos ama con pasión. Nos ve como los hijos preciosos que creó
Lea Salmo 37:3-5
Los evangelistas dicen que los niños venían a Jesús, y tenemos la impresión de que estos se sentían muy cómodos estando con él (Mt. 18:2, 3; 19:13, 14). Es probable que algunos se sentaran en sus piernas y que otros lo hicieran a sus pies. Podemos imaginarlos haciéndole montones de preguntas, rogándoles que les contara más parábolas y susurrándole en Sus oídos. No es sorprendente que rodearan a Jesús porque, por lo general, los niños sienten cuando un adulto los ama profundamente.
Comparemos la naturaleza acogedora y amorosa de Jesús con la imagen que tienen de Dios algunas personas, al que ven como un tirano que motiva por medio de la intimidación. Si bien debemos honrarle y obedecer Sus mandamientos, también debemos gozarnos en Él, como nos gozamos con la compañía de un amigo querido.
¿Imagina usted a Dios como un amo severo que pesa las buenas acciones contra las malas? Si es así, tendrá problemas para considerarlo un amigo.
Los cristianos que conciben a un Dios duro, dedican mucho tiempo y muchas energías para probar que merecieron su salvación. Mucho mejor es tener la perspectiva bíblica correcta: Dios es soberano sobre el universo, pero equilibra la autoridad con el amor. Él quiere que Sus hijos disfruten y se gocen con Su compañía.
Gozarse en Dios requiere que entendamos Su actitud hacia nosotros: Nuestro Padre nos ama con pasión. Nos ve como los hijos preciosos que creó, sin pensar en nuestros errores y fallas del pasado. Nos ama tanto, en verdad, que envió a Jesucristo a salvar nuestras vidas y hacer posible que estemos con Él en el cielo por toda la eternidad. ¡Qué amigo tan incomparable!
Un obstáculo para gozarse en Dios
Lea Romanos 6:12-18
Hace varios años aconsejé espiritualmente a una mujer que estaba consumida por el resentimiento hacia su padre. Éste había abandonado su familia, y no quiso reconocer a su hija. Cuando se enfermó, el hombre quiso reparar el daño hecho, pero la mujer se negó a escucharlo, y se aferró a un espíritu implacable durante muchos años hasta que él murió. Cuando finalmente se arrepintió, me dijo que la carga de amargura que tenía le había impedido gozarse en Dios.
Uno de los roles del Espíritu Santo es concientizar a los creyentes de las actitudes y acciones contrarias a la voluntad de Dios. Si decidimos resistir la culpa, trataremos, desde luego, de silenciar la voz del Espíritu, lo que significa a menudo darle al Señor menos de nuestro tiempo o nada de éste en absoluto. Después, el pecado no confesado nos hará alejar del Padre, en vez de gozarnos en una relación con Él.
El pecado, por lo general, nos hace sentir bien, por lo menos durante un tiempo. Por ejemplo, podemos justificar nuestro rencor si la otra persona nos ha agraviado. A veces, queremos seguir con el resentimiento y prolongar nuestra sensación de que tenemos razón. Pero, como creyentes, nuestras vidas no pueden ser controladas por las emociones. Debemos pensar en lo que dice Dios en Su Palabra: Si nos negamos a confesar nuestro pecado y arrepentirnos, el pecado nos esclavizará el corazón y destruirá nuestro testimonio.
Satanás nos tienta con pecados que no parecen tales y que nos producen satisfacción; un hábito que proporciona placer o desahogo es más fácil de justificar que uno que nos parece incómodo. Pero ningún pecador es en verdad feliz yendo tras la maldad. El gozo auténtico se encuentra sólo en la comunión con el Señor.