ESTUDIO: Satisfacción Mediante El Servicio
El Plan de Dios Para Una Vida De Contentamiento
por Charles Stanley
¿Hay ocasiones en la que se siente desanimado con sus intentos de vivir la vida cristiana? ¿Le parece a veces que, cuanto más lo intenta, más fracasa?
Si usted es como la mayoría de los cristianos, probablemente no ha oído una explicación en cuanto a los principios básicos de servicio, que son esenciales para disfrutar de una relación con Dios. El seguir estas pautas no sólo trae mayor gloria a Dios, sino que también ayuda a otros y aumenta la satisfacción y las bendiciones de usted mismo.
Usted pudiera preguntarse qué tiene que ver ser un servidor con el gozo de la vida cristiana. El mismo Señor Jesús vino a servir (Marcos 10:45), y Él ve a todos los creyentes como servidores en el reino de Su Padre (Juan 20:21). Aunque nosotros tenemos diferentes roles, no hay cristianos “VIP” [Persona Muy Importante] a sus ojos. Él nos creó para el servicio, y puesto que ésa es la vía que conduce a una vida de contentamiento, debemos entender qué enseña la Biblia en cuanto al servicio.
1. El verdadero servicio no es algo que nosotros hacemos para Dios, sino más bien algo que Dios hace por medio de nosotros. Muchas personas se niegan a servir al Señor, o sirven infructuosamente, porque no son capaces de entender este principio fundamental. Primera a los Tesalonicenses 5:24 dice: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. Esto significa simplemente que Dios asume toda la responsabilidad de capacitarnos para que llevemos a cabo el trabajo que Él asigna. El Señor nunca nos dejará hacer una tarea dependiendo sólo de nuestras capacidades humanas.
En el momento de la salvación, el Espíritu Santo viene a vivir dentro del nuevo creyente. Esta “morada interior” tiene el propósito de capacitar a cada cristiano para que sea y haga todo lo que Dios ha dispuesto para su vida (Efesios 2:10). En otras palabras, para que se convierta en la clase de servidor que el Señor ha pensado. Dios es quien nos llama, quien nos da el deseo de servir y quien nos capacita para que en nosotros se produzca tanto el querer como el hacer por su buena voluntad (Filipenses 2:13). Por tanto, lo que pensamos que es un servicio nuestro, en realidad es el Señor actuando dentro de nosotros.
Ni siquiera Jesús se adjudicó el crédito por los milagros que realizaba, sino que reconoció que era el Padre en Él quien los hacía (Juan 14:10). Justo antes de que los apóstoles salieran a cambiar al mundo con el Evangelio, el Señor resucitado les ordenó permanecer en Jerusalén hasta que fueran “investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49). Jesús sabía que ellos no estaban equipados, por sí solos, para enfrentar los retos que tenían por delante; necesitan el poder del Espíritu Santo que vendría pronto a estar en ellos, con ellos y sobre ellos.
Si los discípulos y el propio Jesús dependieron del poder divino, sin duda, entonces, usted y yo debemos depender de Dios para llevar a cabo las tareas que Él nos dé. Realizarlas dependerá de Él, no de nosotros, y las lograremos si nos rendimos voluntariamente a la presencia, al poder y a la dirección del Espíritu Santo en nuestra vida. Si nos rendimos de esta manera, tendremos una sensación de alivio, sabiendo que la responsabilidad es de Él, no nuestra; y de confianza, por Su capacidad, no la nuestra; y de contentamiento, ya que, por estar Dios a cargo, no tenemos que preocuparnos si las personas están satisfechas de nuestros esfuerzos.
Sin embargo, los creyentes deben tener presente algunas advertencias. Para empezar, toda la gloria le pertenece a Dios; no debemos ser tan ignorantes o arrogantes para atribuirnos el mérito de lo que Él ha hecho a través de nosotros (Mateo 5:16). Tampoco podemos insistir en cómo serviremos, dónde o por cuánto tiempo. Nuestra actitud debe ser: “Señor, soy tu siervo. Haré lo que Tú quieras, donde Tú quieras y de la manera que Tú quieras. Pero, Señor, tienes que hacer a través de mí lo que Tú quieres que se haga”. Dios sabe que el éxito que usted logre será gratificante para usted y un motivo de gloria para Él. El Señor quiere, entonces, que usted tenga éxito, pero según Su apreciación, y no necesariamente de acuerdo con las expectativas del hombre.
2.No importa quién sea el objeto de nuestro servicio, servimos en realidad al Señor. Debido a que la esclavitud era común en el primer siglo, Pablo escribió en cuanto a la conducta adecuada de amos y de siervos. Para aplicar a la vida moderna pasajes como Efesios 6:5 y Colosenses 3:22, 23, podemos sustituir amo por empleador, y siervo por empleado, ya que ambas situaciones implican servir a alguien. Estos versículos indican que estamos sujetos a la autoridad de nuestro empleador, y que debemos trabajar con obediencia y reverencia como si sirviéramos a Cristo mismo. El apóstol escribió estas palabras para los esclavos, incluyendo también a los sirvientes que tenían el nada glamoroso trabajo de lavar los pies de los huéspedes. La actitud que él sugiere es una buena manera de encarar cualquier tarea que pudiera no gustarnos; es más fácil encargarse de “lavar unos pies sucios” si vemos la tarea como lavarle los pies a Jesús.
Nuestra actitud afecta no sólo la calidad de nuestro trabajo sino también nuestro testimonio cristiano. Cuando yo estudiaba en el Seminario, necesitaba ganar algo más de dinero y tomé un empleo limpiando pisos en la sección de carnes de una gran tienda de alimentos. Era un trabajo duro y sucio, y me sentí muy desdichado la primera semana. Pero luego pensé: Quejarme no me servirá de nada. Tengo que cambiar de actitud. Entonces decidí que estaba limpiando para Jesús, y toda mi perspectiva cambió. Un día, el jefe le dijo a uno de mis compañeros de trabajo: “No te le atravieses a Stanley, ¡porque te barrerá fuera de la tienda!”
El considerar nuestro trabajo “como para el Señor” nos ayuda y nos protege, porque esta actitud evita el desánimo y nos mantiene motivados. Cuando hacemos lo mejor para Jesús, sabemos que tenemos Su aprobación, que es el estímulo que más necesitamos los creyentes.
Como recompensa, Él nos dará una sensación de autoestima y de competencia, aunque el jefe nunca reconozca nuestra contribución a la empresa. Además, Dios no tolerará la holgazanería, los cristianos tendrán que rendirle cuentas por su mediocre servicio. Él espera nuestro máximo esfuerzo, aunque el jefe sea una persona difícil o le falte integridad.
Ahora bien, la gente no siempre le sirve a Dios por amor y con la motivación correcta; a veces lo hacen por obligación, temor, sentimientos de culpa o interés personal. Naturalmente, cuando usted trabaja tiene en mente su sueldo y sus beneficios, y no hay nada de malo en eso. Pero, si su propósito fundamental es servir al Señor Jesucristo dondequiera que usted esté, esta motivación lo protegerá de actitudes perjudiciales, y tendrá una sensación de libertad, de energías y de fortaleza.
3.Usted no puede servir al Señor y servirse a usted mismo al mismo tiempo. Lucas 16:13 dice que un siervo que tenga dos amos no podrá amarlos a ambos; alguien que sea esclavo de las riquezas materiales no podrá servir a Dios al mismo tiempo. Ya que es posible que nos engañemos a nosotros mismos en cuanto a la motivación para trabajar, debemos pensar honestamente en nuestro verdadero propósito. El tener el beneficio de los demás como nuestra principal preocupación, es buena indicación de que, en efecto, estamos sirviendo al Señor. Una segunda señal es la disposición de hacer ajustes personales en nuestra vida para realizar la tarea, lo cual podrá implicar dar, ayudar, capacitar, escuchar o pasar más tiempo con alguien de otra manera (Romanos 12:1). Si Dios señala una necesidad, y su respuesta es: “tengo que pensarlo”, entonces es dudoso que su motivación esté centrada en Él.
Usted sabrá que está sirviendo al Señor cuando lo haga con humildad (1 Pedro 5:5, 6) y le interese más agradarlo a Él que a otros personas, o agradarse a usted mismo. La humildad no pregunta: ¿Qué ganaré con esto?, sino: “¿Cómo puedo servirte, Señor? Yo no soy demasiado grande o demasiado pequeño para hacer cualquier cosas que Tú me pidas que haga”.
Por ejemplo, cuando Dios me llamó al ministerio, yo no dije: “Señor, lo único que quiero hacer es predicar”. Sólo le dije que sí. ¿Quiénes somos nosotros para decidir por Dios lo que haremos y lo que no haremos? Decirle: “Señor, estoy dispuesto a servirte en las siguien tes cosas”, es arrogancia pura, lo cual Él rechaza. En el Reino de Dios no hay “personas importantes”. Todos estamos al mismo nivel en la Cruz, porque todos los creyentes somos salvos por la misma sangre de Jesús y por la misma gracia de Dios. Por eso, lo que cuenta no es el servicio que demos sino nuestra obediencia.
4. Hay un verdadero servicio cuando los recursos divinos suplen las necesidades humanas a través del canal del amor. La manera de actuar de Dios es como un hermoso triángulo. Si usted necesita Su ayuda, la puede conseguir en abundancia. Él puede llamar a uno de Sus siervos que esté cerca de usted, para darle aliento; luego, si esa persona obedece, se convierte en el canal que Dios utiliza para suplir su necesidad. Piense en lo maravilloso que son los métodos del Señor. Él pudiera ocuparse de cada necesidad humana sin ninguna clase de ayuda. Pero, en vez de eso, somos bendecidos por la oportunidad de permitirle actuar a través de nosotros. No sólo disfrutamos de una satisfacción muy grande por ser útiles al Señor, sino que también tenemos el privilegio de servir y de acumular recompensas en el cielo.
Mientras usted no se rinda al Señor y le permita actuar a través de usted para lograr Sus propósitos para su vida, estará perdiendo la bendición y la satisfacción profunda que Él desea para usted. Él puede tomar sus habilidades, sus conocimientos, las cosas materiales que posee, y su experiencia, y convertirlas en algo maravilloso para Él. La pregunta es: ¿Le hallará Dios disponible para suplir las necesidades que están a su alrededor, cualesquiera que ellas sean? Recuerde cómo Él respondió sin vacilación cuando usted le dijo: “Señor, ¿quieres perdonar mi pecado y salvarme?” ¿Cómo puede usted decirle “No” a Aquél que le dijo “¡Sí!”
Preguntas para el estudio
1. Lea Génesis 29:15-28; 30:27-36; 31:38-41. ¿Cómo calificaría usted a Labán y a Jacob como jefe y trabajador? ¿Tenía Labán el derecho de esperar un trabajo fiel y diligente de su empleado? Haga una lista de todos los que resultaron beneficiados por la laboriosidad de Jacob.
2. Lea Salmos 106:8, Isaías 48:11 y Mateo 5:16. Las expresiones de alabanza pueden ser motivaciones tentadoras en el trabajo. ¿Para qué clases de trabajo pudieran los elogios ser “riesgos ocupacionales”? Mencione algunas maneras prácticas de cómo pudiera usted dar la gloria a Dios por lo que Él realiza a través de su vida.
3. Piense en las tareas (o personas) más difíciles que están asociadas con su lugar de trabajo o ministerio.
Piense concienzudamente en cómo pudiera usted aplicar Colosenses 3:22, 23 a su situación. Tome nota de cualquier resultado que obtenga con este cambio de actitud.
4. Dé una mirada honesta a su motivación en cuanto a su trabajo y ministerio.
¿Qué tan motivado está por lo que otros piensan? ¿De qué manera pudiera la opinión de ellos afectar su integridad o la calidad de su trabajo?
5. ¿Ve usted una correlación en su vida entre servir al Señor y sentir contentamiento?