Enero 08
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…Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Juan 4:23
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¿Qué es la adoración?
La adoración es el verdadero culto, ¡el que nos permite servir a Dios! En la acepción corriente, se entiende por culto una reunión de personas que escuchan una predicación. Sin embargo, cuando Dios nos habla por medio de uno de sus siervos, no le servimos, sino que él nos sirve a nosotros.
La verdadera adoración cristiana es la manifestación o expresión de los corazones que están llenos de gratitud y subyugados por lo que Dios es y por su revelación en la Biblia a través de su Hijo. Como adoradores, los redimidos deben presentar a Dios lo que agrada a Su corazón. ¿Y en qué podría Dios hallar más agrado y satisfacción sino en su amado Hijo, quien le glorificó en su vida y en su muerte? Cuando hay verdadera adoración, es Dios quien importa; no hay lugar para la preocupación por nuestro estado espiritual, por nuestros sentimientos, experiencias, pruebas o dificultades. Todo se concentra en Cristo, a quien presentamos y ofrecemos a Dios como un “sacrificio espiritual”. Debemos olvidarnos de nosotros mismos y, en cambio, llenarnos de los pensamientos de Dios acerca de su amado Hijo. Esto no puede dejar fríos nuestros corazones. Así Dios recibe el agradecimiento de sus redimidos; es precisamente la verdadera adoración que su corazón anhela.
Esta actitud no dejará de influir en nuestra vida. Como dice la Escritura: mirando a cara descubierta la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen (véase 2 Corintios 3:18).
Enero 09
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Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. Juan 4:10, 14
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¿Sed de Dios? (Juan 4:1-42)
Jesús estaba sentado en el borde de un pozo. Una mujer samaritana llegó para sacar agua. Él entabló conversación con ella y le habló de lo que Dios ha dado, evocando una fuente que refresca el alma y salta para vida eterna. Ella bebió sus palabras, porque no estaba satisfecha con su vida, pese a todos los esfuerzos para hallar la felicidad y cumplir con la religión heredada de sus antepasados. Él le propuso sencillamente reconocerle como el Mesías (el Cristo) que vino a la tierra para responder a las más profundas necesidades del ser humano y saciar su sed de felicidad y certezas.
Tal vez entre nuestros lectores haya alguno que no esté satisfecho y aspire a una plenitud de paz y confianza, o que tenga miedo del porvenir, que se avergüence de su vida, que esté hundido en sus problemas y no sepa cómo salir de esa situación. Permítanos decirle: lo que nadie ha podido darle, ni la familia, la amistad, la sociedad, la religión ni ninguna otra cosa, alguien se lo ofrece ahora. Es una Persona que lo conoce, lo ama, no lo abruma y quiere quitar su miseria, su vergüenza y culpabilidad, a fin de darle paz, certezas y una renovada dignidad. Ese alguien es aquel que Dios mismo ha dado: Jesucristo, su Hijo. Probablemente no eliminará sus problemas de inmediato, pero si usted se lo pide, lo acompañará y le dará el agua que quita la sed.
Enero 10
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El Señor está alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre. Salmo 125:2
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La confianza del creyente
Muchas personas tienen miedo del porvenir, y es comprensible, pues las perspectivas no son nada alentadoras. Pensemos en la situación económica y política de nuestros países y de otras regiones de la tierra. Las guerras y disputas nunca cesan. Cuando una crisis es resuelta, surge otra nueva. Los economistas no nos auguran nada mejor; muchos temen que se produzca alguna crisis en la Bolsa. Además, la falta de trabajo es un problema permanente. En resumidas cuentas, el porvenir parece sombrío, aun sin hablar de los problemas del medio ambiente, la posible escasez de materias primas y la superpoblación de ciertos países.
Pero el creyente no debe temer: “Los que confían en el Señor son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre” (Salmo 125:1). En su Palabra Dios nos asegura que su bondad es eterna. Cada día la plenitud de su gracia está a nuestra disposición para todas las necesidades que se nos presenten.
Además, podemos estar seguros de que Dios mismo siempre está con nosotros. El Señor Jesús dijo que nadie nos arrebataría de su mano (Juan 10:27-29). Nada ni nadie “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:39).
Los hijos de Dios pueden mirar confiadamente al porvenir, porque su futuro está asegurado en Dios su Padre, quien siempre es el mismo. “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” (Salmo 90:1-2).
Enero 11
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Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. Salmo 119:18
Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. 2 Pedro 1:21
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La Biblia: un libro único (1)
La Biblia es un libro extraordinario. Fue escrita en el curso de varios siglos por más de 40 autores que vivieron en el Oriente Próximo, Egipto y Europa. No obstante, aún hoy es leída y apreciada por millones de hombres y mujeres que viven en la edad del ordenador (computadora).¿Cómo pudo este libro traspasar los límites del tiempo y del espacio? Actualmente está difundido, en parte o completo, en más de 2.
000 idiomas en todos los continentes.¿Cómo explicar tal universalidad y longevidad? La única explicación es que en contraste con los demás libros, la Biblia habla al ser humano de todas las edades, razas y niveles de cultura, pues es en verdad la Palabra de Dios.
De hecho, ella es la revelación escrita de Dios dada al hombre. Muestra a un Dios que habla. “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), lo cual significa que es el resultado de una acción divina, aun cuando contiene muchas palabras pronunciadas por seres humanos. Sin duda los autores bíblicos, escogidos y dirigidos por Dios, utilizaron su experiencia, su vocabulario, y contaron hechos auténticos, visiones o sueños.
Así, sin concertación humana –por lo demás imposible para hombres que vivieron en diferentes épocas– las diversas partes de la Biblia se agregaron unas a otras lentamente hasta constituir este conjunto único y armonioso. Ningún libro se puede comparar a ella.
Enero 12
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Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. 2 Timoteo 3:16
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La Biblia: una composición única (2)
Los relatos más antiguos de la Biblia se refieren a los tiempos antediluvianos. Moisés es el autor de los primeros cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Poco a poco se constituyó lo que se llama el Antiguo Testamento, con el agregado de los libros históricos, los libros poéticos (Job, Salmos, Proverbios…) y los profetas, o sea “la palabra de Dios” confiada a los israelitas (Romanos 3:2).
En la Iglesia primitiva los cristianos poseían el Antiguo Testamento. Desde la segunda mitad del primer siglo empezaron a reunir y a copiar los textos que formarían el Nuevo Testamento. Hacia el final del primer siglo los cuatro evangelios se hallaban reunidos en un único libro llamado “el Evangelio”. Luego se agruparon las epístolas del apóstol Pablo, después las demás epístolas y el Apocalipsis.
En el segundo siglo ya circulaba la Escritura completa, y en el tercero se lograron reunir todos los libros de la Biblia en un solo volumen.
Hoy día Dios habla al hombre por medio de esos textos, como habló en otros tiempos. La Biblia es más que una colección de libros inspirados. Es más que un conjunto de verdades teológicas reservadas a una elite que sería la única en comprender el mensaje divino. Ante todo es la voz de Dios que habla al hombre y lo busca para salvarlo. Es la Palabra de vida, la única que puede transformar a los seres humanos –por más bajo que hayan caído– para hacer de ellos seres nuevos.
Enero 13
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Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios. Daniel 6:10
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¡De rodillas!
Unos montañistas salieron de su cabaña a las dos de la mañana y a las nueve alcanzaron la cima, extenuados, por cierto, pero felices por el resultado. De repente se desató un temporal cuya fuerza amenazaba arrasar con todo. Entre dos ráfagas el guía ordenó: –¡De rodillas! Sólo así estamos seguros aquí.
Cuando sopla el viento de la tentación o se amontonan las nubes de las dificultades, una voz nos exhorta: –«¡De rodillas!». Es la voz del guía celestial, quien vela por nuestra seguridad. Debemos hacerle caso si no queremos salir perjudicados. Nos invita a tomar la humilde posición de la oración. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas” (Salmo 46:1-3).
Jóvenes, quienes aún tienen toda la vida ante sí, empiecen con la oración, póstrense ante Dios. Quien funda un hogar o se hace cargo de una responsabilidad que otros habían llevado hasta entonces, arrodíllese en oración. ¡Creyentes que lloran, busquen consuelo en la confiada conversación con Dios! ¡Arrodillémonos a menudo! En esta posición de humildad y confianza, pensemos más allá de nuestras necesidades. ¡Oremos por todos los seres humanos, sean miembros de la familia de Dios o no, por los que son perseguidos y… por sus perseguidores también!
Enero 14
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Líbrame, oh Señor, del hombre malo; guárdame de hombres violentos… Dios mío eres tú; escucha, oh Señor, la voz de mis ruegos. Salmo 140:1, 6
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El asalto
Con esta corta oración: –«Señor, en tus manos pongo este día, guíame», dejé temprano mi habitación para dirigirme a la estación del metro más cercana. La calle estaba desierta.
De repente, un Renault gris se detuvo detrás de mí. Una insolente mano masculina me agarró y me arrastró hacia atrás. Me imaginé lo que podía sucederme como mujer y traté de defenderme con manos y pies. A pesar de mi resistencia, mi atacante consiguió meterme en el auto. ¿Qué hacer? ¿A dónde me llevará? Nadie sabrá lo que me ocurrió, pensé. Entonces medité: ¿Qué oraste esta mañana? ¿No te ve Dios ahora? Y desde lo más profundo de mi ser grité con todas mis fuerzas: ¡Dios mío!
El monstruo que me había capturado, ¿comprendería mi oración expresada en alta voz? Milagrosamente me hallé fuera del vehículo. Al mismo tiempo el Señor me dio confianza y una gran tranquilidad interior.
Pero el hombre sacó un revólver de su bolsillo; lo apuntó hacia mí, diciendo: –Si no sube de nuevo al auto ahora, acabo con su vida. En ese momento pude mirarlo a los ojos. Con voz firme le manifesté mi decisión: –Acabe con mi vida, pero no subo. Quizás esta respuesta lo sorprendió.
Al instante algo se movió en la calle detrás de nosotros. Rápidamente, como un rayo, mi acosador saltó a su Renault y desapareció. Sólo pude agradecer al Señor por su ayuda.“Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Salmo 50:15).
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)