El sabio Salomón escribió entre sus tantos proverbios, éste que debiera estar escrito en la frente de muchos matrimonios jóvenes. “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él”.La sabiduría popular le ha agregado esta versión: “Así como es la enfermedad debe ser la medicina”. Pero es lamentable que muchos padres han actuado “a su manera” que en la mayoría de los casos es una mala manera.
Y por eso es muy común oír que el padre diga a su muchacho: “Juanito, recoge esos zapatos de la sala”. Y el niño responda: “Esos no son mis zapatos, sino los de Jaime”. El papá no estaba preguntando de quién eran los zapatos, sino dando una orden. Pero evidentemente en esa casa, los hijos pueden cuestionar la orden de papá… y ¡quién sabe si Juanito recogió los zapatos! No sabemos si jalarle las orejas a Juanito o a su papá. Es natural que la disciplina paterna tiene límites, pero no debe estar de vacaciones nunca. Y fue el mismo Salomón quien dejó escrita la fórmula de esos límites disciplinarios, cuando escribió: “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo”.
Nuestra sociedad estaría libre de madres solteras, de clínicas de aborto, de drogadictos, de delincuentes juveniles, de ladrones precoces y pordioseros, si tan sólo inculcáramos en los padres de familia, la práctica de los valores morales y espirituales que la Biblia no recomienda, sino que los manda. Desafortunadamente, hasta en las familias que se llaman cristianas, se observa la desobediencia y la falta de respeto, digo, en unas cuantas familias. Hay padres que no disciplinan a sus hijos por una excusa antigua: “Es que está muy pequeño” ¿Sabe lo que dice el rey Salomón? “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige”.
En México y Centroamérica es muy conocido el dicho popular, que es más bien un refrán: “No tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre”. Se refiere a la responsabilidad relativa, y nosotros podríamos parafrasear el refrán de este modo: “No es tanto la culpa del desobediente, sino del que lo consiente”.
Cuando un hijo es desobediente no solamente es motivo de tristeza para su madre, sino de vergüenza para la familia y de amenaza para la toda sociedad. Un hijo desobediente será un ciudadano mediocre, un empleado rebelde, un novio de poca confianza y un mal marido. ¡No hablemos de la clase de padre!
Dios castiga tanto a los desobedientes, como a los indolentes. Y el hijo desobediente podría tener la excusa de que “mi papá no me enseñó a obedecer”. ¿Y la excusa del padre indolente cuál sería? ¡No hay excusa!
Ante el tribunal divino la responsabilidad es individual; y fue por eso que el apóstol San Pablo escribió: “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”
Grandes verdades dice usted en este muy buen articulo sobre la educacion familiar .
Muchos padres han olvidado que Dios prescribe el uso de la vara para disciplinar a sus hijos .
¿ Hay alguien mas sabio que Dios en este mundo para entender lo que hay que hacer para imponer disciplina a nuestros hijos ?
No ¡¡ verdad que no !!.
Pues si Dios nos ordena a los padres aplicar la vara de correccion sobre las nalgas de nuestros hijos entonces eso es justamente lo que debemos hacer pues Dios sabe mejor que nosotros lo que nuestros hijos necesitan para ser corregidos cuando ni la palabra ni el cosejo ni el ejemplo dan ya resultados positivos que consigan la correccion por medios no dolorosos .
Yo he de reconocer con toda humildad que en mi hogar no me atrevo a agarrar la vara para castigar a mis hijas , estas tienen ya 13 y 15 años y los muchachos 10 y 11 , por mi propia cobardia he dejado la aplicacion de la disciplina fisica en manos de mi esposo .
El si , el si que aplica la vara como Dios manda a nuestros hijos y lo hace todas las veces que es necesario recurrir al castigo de azotes .
Mi esposo dice que unas nalgas fuertemente adoloridas son el mejor remedio para corregir las peores maldades que nuestros hijos pueden cometer a lo largo de su infancia y preadolescencia.
Y el curso de los hechos en nuestro hogar ha demostrado que tiene razòn .
YELISA CAMARGO