Lectura base: 1 Corintios 1:1-7
“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser.” (Génesis 2:24)
“Si una enfermedad fuera a afectar gravemente a la población,” dice el experto en encuestas George Galloup, Jr., “provocando dolor y malestar a todos los grupos humanos, estaríamos buscando con desesperación las razones de la enfermedad y las soluciones” Sin embargo, en la actualidad los hogares disfuncionales se han convertido en algo tan común, sostiene Gallup, que el asunto no solamente es rechazado, sino ignorado.
Lo que Gallup describe no es un fenómeno aislado, sino un flagelo actual. En la ex Unión Soviética, uno de cada tres matrimonios terminan en divorcio. En Los Estados Unidos uno de cada dos entran a los datos estadísticos. En China, el problema está creciendo en la proporción del grado de exposición a Occidente. En los pocos países Católicos donde la presión de la iglesia ha tenido éxito en anular las leyes del divorcio, los hogares separados todavía siguen destruyendo familias.
El asunto es el matrimonio, y los riesgos hoy día son más altos que nunca antes cuando se trata de mantenerlo unido y funcional. Gran parte del mundo celebra el 14 de febrero el día de San Valentín en honor a un sacerdote romano quien murió decapitado por el Emperador Claudius II. A este gobernador no le simpatizó que Valentín estuviera convirtiendo gente al Cristianismo y por eso lo sentenció a muerte. Sin embargo, si San Valentín, quien murió 270 D.C. supiera lo que hoy está sucediendo con las familias, se revolvería en su tumba por el disgusto.
En las tres pasadas décadas el número de divorcios en el mundo se ha incrementado en un factor de 2.5. Ahora, casi una generación más tarde, nos hemos dado cuenta que la búsqueda frenética por felicidad y satisfacción usualmente termina en una ilusión amarga, que tiene consecuencias devastadoras para la generación de hijos que han crecido sin un padre en el hogar.
Las mujeres han aprendido a través de experiencias difíciles que el sustento ecónomico de un hijo, sin mencionar el apoyo emocional, usualmente está ausente cuando un matrimonio se separa. El cansancio, una soledad insoportable, dificultades financieras y fatiga emocional han rebatido la idea que la independencia es la mejor solución. La realidad ha destruido el mito de que padres miserables hacen hijos miserables!” Hemos aprendido de forma trágica lo que Dios nos enseñó hace mucho tiempo atrás. El matrimonio no es para personas perfectas, sino para imperfectas que se necesitan mutuamente, y sin importar cuán imperfecto el esposo o esposa puedan ser, o cuán imperfecta la institución del matrimonio pueda resultar, todavía es la mejor manera de suplir las necesidades humanas y de transmitir valores a nuestros hijos, generación tras generación.
Ultimamente el abandonar un matrimonio difícil ha perdido su glamour. Como lo dijo una recién casada de 28 años, “Mi madre divorciada vivió en amargura y soledad. Haré todo lo que esté a mi alcance para permanecer casada de por vida.”
Con este comentario comienzo una serie que llamaré “Salvando al Matrimonio!”
Salvamos al matrimonio cuando tenemos “Compromiso.” Cuando se ha dicho y hecho todo, nada es más importante para un matrimonio que la actitud de la pareja que cree y dice, “No importa cuáles puedan ser nuestros problemas, estamos comprometidos a este matrimonio. Un día, de alguna manera encontraremos una solución!”
El compromiso es una actitud interna, no una formalidad externa! Es más que llegar a casa para encontrar a su pareja, o rehusarse a que sus ojos vaguen o fantaseen con pensamientos inadecudos; es el total rechazo de siquiera pensar en otra persona. Cuando el Dr. y la Sra. Jeffries celebraron su sesenta aniversario de bodas, alguien preguntó si alguna vez pensaron en divorciarse. Con un destello en sus ojos, la Sra. Feffries respondió, “El divorciarnos, jamás! Pero matarnos, con frecuencia!” Eso es un compromiso. Y eso es lo que se necesita para permanecer felizmente casados por más de 60 años.