El fuego que encendió la caldera de la iglesia del Nuevo Testamento fue una inquebrantable creencia de que si Jesús hubiera sido solamente un hombre, habría permanecido en la tumba. Los primeros cristianos no podían permanecer callados acerca del hecho de que aquel a quien vieron colgado de una cruz caminó otra vez sobre la tierra y se le apareció a quinientas personas.
Vamos a rogar a nuestro Padre humilde, pero también confiadamente en el nombre de Jesús, que nos recuerde la tumba vacía.
Veamos al victorioso Jesús: el conquistador de la tumba, el que desafió la muerte. ¡Y recordemos que a nosotros, también, se nos concederá esa misma victoria!
Caminata con el Salvador (Max Lucado)