Lectura: Juan 3:13-21
. . . así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquel que cree, tenga en Él vida eterna. –Juan 3:14-15.
En abril del 2002, junto con otros miles de personas en Londres, desfilé para ver el ataúd de la reina madre de Inglaterra cuando su cuerpo fue expuesto a la vista pública. En el silencio apagado de Westminster Hall, me impresionó ver la magnífica corona que descansaba encima del ataúd, y la cruz que colocaron cerca, símbolos de su vida y su fe. Habíamos ido a presentar nuestro respeto a una miembro muy querida de la familia real. Pero aquella noche, fue muy evidente para mí que la cruz del Señor Jesucristo importa mucho más que cualquier corona.
Para todos los que confían en Cristo, la cruz simboliza nuestra esperanza tanto en la vida como en la muerte. Cualquiera que sea la posición de poder que heredemos o alcancemos, ninguna de ellas nos seguirá más allá de la tumba. Sin embargo, Cristo es el dador de la vida abundante ahora y para siempre.
Antes de su muerte en la cruz Jesús dijo: «Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquel que cree, tenga en Él vida eterna» (Juan 3:14-15).
La cruz habla de perdón y de paz con Dios. Señala los méritos de Cristo y no los nuestros. Cuando pasemos por el portal de la muerte debemos dejar de lado nuestras «coronas terrenales». Nuestra única esperanza es aferrarnos a nuestro Salvador, el cual murió para que nosotros pudiéramos tener vida eterna. –David McCasland
LA CRUZ DEL CALVARIO ES EL ÚNICO PUENTE A LA VIDA ETERNA.
/ Tomado de NPD