Lectura: Lucas 24:1-12
Y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos. . . . –Apocalipsis 1:18.
Hace muchos años me invitaron a hablar en una conferencia bíblica en Pensilvania. Unos días antes de que empezara, un miembro del comité de la conferencia llamó a mi oficina.
Alguien en Pensilvania había recibido un recorte de un periódico de Michigan que informaba de mi muerte. Las noticias se habían divulgado por toda el área, y el representante de la conferencia quería verificar el informe para buscar a un orador que me sustituyese. La razón de la confusión fue que había muerto alguien con el mismo apellido. Algunas personas concluyeron que el informe hablaba de mí.
Cuando llegué a la conferencia encontré una multitud muy curiosa. Escogí Apocalipsis 1:18 como texto y dije: «Los informes que oyeron de mi muerte eran ciertos. Sí morí, pero ahora estoy aquí, resucitado de entre los muertos, y vivo para siempre.» Aunque Apocalipsis 1:18 se aplica, antes que nada, a la muerte y la resurrección de Cristo, me recuerda lo que le sucedió a todos los miembros del cuerpo de Cristo. Nosotros estábamos espiritualmente muertos en nuestros pecados (Ef. 2:1), pero también fuimos resucitados espiritualmente (v.5). Todo cristiano puede decir: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. . .» (Gá. 2:20).
¿Es éste tu testimonio también?
PUESTO QUE CRISTO VIVE EN NOSOTROS, VIVIREMOS CON ÉL POR SIEMPRE.
/ Tomado de NPD