Lectura: Juan 2:13-22
. . . cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron . . . y creyeron la Escritura. . . . –Juan 2:22.
Los discípulos recordaron. . . y entonces creyeron. Después de la muerte de Cristo en la cruz y de su resurrección, recordaron y finalmente entendieron Sus palabras: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Juan 2:19).
Si nuestra fe ha de crecer, nosotros también necesitamos recordar la cruz y la tumba vacía. Jesús estableció un memorial para su muerte, una práctica que llamamos la Cena del Señor, porque sabía que nuestra fe y esperanza se fortalecerían cuando recordáramos lo que Él había hecho por nosotros. Jesús dijo: «Haced esto en memoria de mí» (1 Corintios 11:24). Cada vez que nos reunimos a beber de la copa y a comer el pan, recordamos lo que le costó redimirnos.
Sin embargo, el verdadero creyente no vive de recuerdos solamente, sino con esperanza en el futuro. Hemos de participar de la copa y el pan «hasta que él venga» (v.26). Aquel que murió por nosotros resucitó de la tumba. Cuando pensamos en nuestros seres queridos que han muerto en la fe, vemos más allá del día en que los sepulcros se abrirán y nos reuniremos de nuevo. Podemos estar seguros de que porque Cristo vive, nosotros también viviremos.
Tal vez derramemos lágrimas hoy al recordar a los que han muerto. Pero cuando recordamos la muerte y resurrección de Cristo, nuestra fe y esperanza se renuevan. ¡Recordemos!
EN LA VIDA Y EN LA MUERTE, CRISTO ES NUESTRA ESPERANZA.
/ Tomado de NPD