Lectura: Apocalipsis 22:1-4
. . . pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. –1 Juan 3:2.
La muerte introduce al creyente en la presencia del Salvador (2 Co. 5:8). No obstante, muchos temen ese paso de la tierra al cielo porque Dios nos ha dicho poco de lo que sucederá.
Un hombre que estaba muy enfermo dijo a su médico: «Doctor, tengo miedo de morir. ¿Qué le sucede a un cristiano en esa hora de la muerte?» El médico, que también era creyente, contestó en voz baja: «No creo que nadie lo sepa realmente.»
Cuando cruzó la habitación para irse de la casa del hombre deseó haber podido decir algo más consolador. De pie y agarrando el tirador de la puerta, escuchó el ruido de alguien que rasguñaba y se quejaba al otro lado. Cuando abrió la puerta, su fiel perro saltó a la habitación para saludarlo.
Dirigiéndose al paciente, el médico dijo: «¿Notó a mi perro? Nunca antes había estado en su casa. No sabía lo que había adentro de esta habitación, sólo sabía que su amo estaba aquí. Cuando se abrió la puerta saltó sin temor. Como cristianos sabemos poco de lo que hay al otro lado de la muerte, pero una cosa sí sabemos: nuestro Maestro y Salvador está allí, y eso es suficiente. Cuando la puerta se abra pasaremos por ella con alegría, porque le veremos.»
Sí, si conocemos a Cristo como Salvador, al considerar la muerte es suficiente saber que le veremos.
PARA EL CRISTIANO, LA MUERTE SIGNIFICA EL CIELO, LA FELICIDAD Y ÉL.
/ Tomado de NPD