Lectura: Isaías 53:4-12
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. . . . –Isaías 53:5.
Cuando estudias la pintura de la crucifixión del famoso artista holandés Rembrandt, lo primero que capta tu atención es la cruz y Jesús. Luego, cuando miras la multitud alrededor de la cruz, te atraen los rostros de las personas involucradas en el horrendo crimen de crucificar al Hijo de Dios. Finalmente, tus ojos se dirigen hacia el borde del cuadro y logran ver otra figura, casi escondida en las sombras. Se dice que esta figura era un autoretrato de Rembrandt, porque él reconoció que sus pecados contribuyeron a clavar a Jesús en la cruz.
Alguien dijo con mucha certeza: «Es algo sencillo decir que Cristo murió por el pecado del mundo. Es otra cosa bien distinta decir que Cristo murió por mi pecado. Señalar con el dedo a los que crucificaron a Jesús puede ser un pasatiempo interesante, pero es muy impactante pensar que puedo ser tan indiferente como Pilato, tan maquinador como Caifás, tan endurecido como los soldados, tan implacable como la multitud, o tan cobarde como los discípulos. No es sólo lo que ellos hicieron, sino que fui yo quien clavó a Cristo en el madero. Yo crucifiqué al Cristo de Dios. ¡Yo formaba parte de la burlona multitud!
Piensa de nuevo en la pintura de Rembrandt. Si miras de cerca verás que en las sombras tú también estás de pie con las manos ensangrentadas, porque Cristo llevó la pena por el pecado. Y dirás: «Él fue herido por mí.»
LA CRUZ DEL CALVARIO REVELA EL ODIO DEL HOMBRE HACIA DIOS Y EL AMOR DE DIOS HACIA EL HOMBRE.
/ Tomado de NPD