La Escena en el Cielo — Un Trono Magnífico
Texto: Apocalipsis 4:1-11
“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.” Apocalipsis 4:1
El cielo tiene que ver por completo con adoración, alabanza y servicio a Dios.
Cuando Él solo sea exaltado y levantado, experimentaremos un poco el cielo.
UNA PRIMERA MIRADA
Nuestro Señor nos dio el bosquejo del libro de Apocalipsis. En Apocalipsis 1:19, Jesús le dijo a Juan que escribiera tres cosas:
las cosas que había visto, las cosas que son, y las cosas que han de ser. En el capítulo 1, Juan escribió lo que había visto. En los capítulos 2 y 3 Juan escribió las cosas que son. Esta es la gran visión de la era eclesiástica que hemos venido estudiando en los mensajes a las siete iglesias. Luego en los capítulos 4 hasta el 22, Juan escribió sobre las cosas que vendrán después que se complete la era eclesiástica. Esta sección ocupa la mayor porción de este libro y lanza un reto a nuestra capacidad interpretativa.
Al observar esta división del libro, debemos tener en mente dos hechos. Primero, esto es revelación, no confusión. El propósito de Dios al darnos estas palabras era revelar, o mostrarnos lo que va a suceder. Lo segundo que debemos saber es que estamos limitados en nuestra capacidad de entender las obras de nuestro Padre Celestial. En parte conocemos, y somos como un hombre mirando a través de un vaso oscuro. No vemos claramente. Inmediatamente llegan a la mente dos conclusiones.
Primera, debemos esforzarnos por entender todo cuanto podamos de estos hermosos versículos. Segunda, tenemos que conocer nuestras limitaciones, y tenemos que estar dispuestos a que se nos corrija a medida que se nos revela más verdad.
La Biblia siempre tiene sentido, pero nuestras débiles mentes humanas no siempre puede ver el sentido de ella.
UNA MIRADA MÁS CERCANA
I. Una puerta abierta en el cielo
Apocalipsis 4:1
1. Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo:
Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.
Dos veces en este versículo Juan claramente declara que él ahora se había movido a la tercera división de este libro. La frase, “después de esto” (versículo 1) indica que la era eclesiástica ha terminado. La voz que Juan oyó fue la misma que la primera voz que había oído. Sonaba como una trompeta, pero no era música; era un discurso que le llegó a sus oídos. La voz comenzó dándole a Juan una invitación a que subiera al cielo para que le fuera dada una revelación mayor en cuanto a las cosas que sucederán después que se culmine la era eclesiástica.
Juan no fue el primero en ver el cielo. Ezequiel, Isaías y Daniel también tuvieron este privilegio. Esto era extremadamente importante porque cambió la perspectiva de Juan por el resto de este libro. Previamente, Juan estaba en la tierra, viendo cosas celestiales desde un punto de vista terrenal. Ahora Juan estaba en el cielo viendo los sucesos sobre la tierra desde una perspectiva celestial. Literalmente esto cambió todo.
Pablo tuvo una experiencia espiritual similar. Pablo no dijo si estuvo en el cuerpo, o no. Pablo fue arrebatado al tercer cielo, y vio cosas que no era lícito decir en voz alta. Literalmente, Pablo, así de grande cuan era su intelecto, se quedó sin palabras para contar lo que había visto. En este caso, a Juan se le indicó que escribiera algunas de las cosas que vio y se le prohibió contarnos otras. Por ejemplo, a Juan no se le permitió revelar los juicios de trueno a los que se refi rió en Apocalipsis 10:4.
Aunque los santos se mencionan varias veces en los capítulos sucesivos, el término iglesia no se usa de nuevo hasta Apocalipsis 22:16. El punto de vista que tenía Juan ya no era de tiempo sino de eternidad. En la eternidad no hay secuencia de eventos como lo entendemos en la tierra. Nuestras mentes insisten en que todo tiene un comienzo, un medio y un fi nal. Ésta es la única forma en que podemos concebir las cosas. No obstante, aún en la tierra encontramos objetos y situaciones que desafían esa regla. Un círculo sencillo no tiene principio ni fi n. Cuando miramos afuera el cielo nocturno claro, podemos ver entre las estrellas y a la eternidad. El negro jamás termina. Tiene un principio pero no un fi n. El punto es que hay distintas maneras de ver las cosas.
Esto es lo que hace que la interpretación de Apocalipsis sea tan retadora y emocionante. El cielo es otra dimensión de existencia, un reino más allá de lo que nuestros sentidos terrenales puedan captar. Juan estaba en un mundo espiritual que gobierna todos los asuntos del universo físico. Nosotros tenemos que entender esta perspectiva para entender lo que vimos y relatamos.
II. Un trono en el cielo
Apocalipsis 4:2, 3
2. Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado.
3. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra, de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.
Lo primero que Juan vio en el cielo fue un trono. La voz que Juan oyó lo llamó a los cuarteles del universo. Él estaba en el centro de comando, y el trono de Dios era lo más destacado ahí. El trono de Dios se menciona en diecisiete capítulos en Apocalipsis y es importante para el libro. A Juan inmediatamente se le hizo saber que las cosas que suceden en la tierra están controladas por Dios. Jamás debemos olvidar que Dios está a cargo, y su voluntad al fi nal será hecha. La autoridad gobernadora del cielo está en control absoluto de todos los eventos sobre la tierra, sean pequeños o sean grandes.
La existencia del trono quiere decir que hay absolutos morales y espirituales que no pueden ser cambiados ni desafi ados. Así como hay leyes para gobernar el universo físico, así hay absolutos morales y espirituales que jamás cambiarán. El trono de Dios simboliza esa autoridad máxima.
Juan también vio que el trono estaba ocupado. Alguien estaba sentado en él. Juan vio a alguien sentado en el trono pero todo lo que pudo percibir fue una luz. Juan vio colores maravillosamente brillantes y deslumbrantes. Estos tres colores son importantes.
Primero, Juan vio jaspe. Esto es lo que llamamos diamante, y es único porque tiene la capacidad de capturar y refl ejar luz en exposiciones brillantes de color. Esta piedra representa a Dios el Padre. Él es el diamante perfecto refl ejando la perfecta santidad de Dios.
La segunda piedra es la cornalina, la cual era roja como la sangre. Eso inmediatamente señala a Jesús, quien estaba dispuesto a derramar su sangre preciosa para que nosotros podamos ser salvos. Jesús es el Cordero de Dios y se mantiene así desde la fundación del mundo. El tercer color es el verde esmeralda, el color de la creación física el cual es obra del Espíritu Santo. Este color provenía de un arco iris que rodeaba el trono. El arco iris fue visto primero después del diluvio y es una promesa de que Dios no destruirá el mundo nuevamente con agua (Gn. 9:9-26). El arco iris es una señal de la gracia y la misericordia de Dios para todas las edades.
La mayoría de las personas jamás lo ven, pero un arco iris siempre es un círculo. Nosotros vemos una parte de un arco iris y se parece a un arco. Sin embargo, visto desde arriba un arco iris es completamente circular, como éste que rodeaba el trono de Dios. El arco iris indica la obra del Espíritu Santo administrando la santidad y la redención de Dios a toda creación. Como los arco iris que vemos en la tierra, éste es una promesa de gracia en medio de la tormenta.
III. Actividades alrededor del trono
Apocalipsis 4:4-7
4. Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas.
5. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.
6. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás.
7. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando.
Juan vio lejos del trono y vio las cosas que lo rodeaban. Primero vio veinticuatro tronos y veinticuatro ancianos sentados en ellos.
Hay muchas preguntas sobre la identidad de estos seres. Algunos sugieren que son las doce tribus de Israel y los doce apóstoles.
Ésta es una explicación ordenada, pero recuerde que Juan estaba viendo esto y Juan era un apóstol. ¿Se estaría viendo a sí mismo?
Parecería poco probable.
Daniel también relató una visión similar en Daniel 7. Un estudio del pasaje en Daniel puede darnos una perspectiva de la identidad de estos veinticuatro ancianos. Estas criaturas celestiales estaban vestidas de blanco y andaban coronas de oro en sus cabezas. Vestiduras blancas hablan de justicia y coronas de oro hablan de recompensa.
Juan también vio truenos y relámpagos y voces que procedían del trono. Éstos eran visiones y sonidos asociados con el momento en que se dio la ley en el Monte Sinaí. Todos son símbolos de juicio. El libro de Apocalipsis relata el momento cuando la obra de Dios se vuelve de gracia a juicio. Cuando los eventos de la revelación se lleven a cabo, la era de gracia se terminará y el juicio de Dios está anunciando una era de justicia eterna. El trueno, el relámpago y las voces son símbolos importantes que se repiten en varias ocasiones en Apocalipsis.
Juan entonces observó siete lámparas ardiendo delante del trono. Éstas son los siete Espíritus de Dios claramente identifi cados como la obra de siete partes del Espíritu Santo.
Las lámparas ardiendo simbolizan la luz y el calor. La obra del Espíritu Santo primero es para educarnos. Si negamos la luz, entonces lo único que queda es el calor.
El gran mar de vidrio semejante al cristal que rodea el trono es simbólico de la perfección y la santidad de Dios en todas sus manifestaciones. Recuerde que hay una razón por la cual al Espíritu Santo se le llama santo. La santidad es necesaria para agradarle a Dios (Hb. 12:14).
En este momento Juan describió criaturas extrañas que no tenían homólogos en la tierra. El mar, las luces y los colores de las gemas tienen manifestaciones terrenales. Estas criaturas no. Las cuatro bestias son como un león, un becerro, un hombre y un águila, pero no son iguales que estas criaturas terrestres.
Ezequiel les llamó a tales criaturas querubines e Isaías les llamó serafi nes. Nosotros tenemos la idea de que los querubines son bebés ligeramente vestidos con alas diminutas, pero esto no tiene sentido. Estas poderosas criaturas simbolizan el poder gobernador de Dios y como tal administran su gobierno a través del universo.
IV. Alabanza alrededor del trono
Apocalipsis 4:8-11
8. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
9. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos,
10. los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
11. Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.
Estas criaturas están alabando constantemente al Señor Dios Todopoderoso. De hecho, la actividad que Juan relata aquí es el cielo lleno de constante alabanza y gloria a Dios. Ésta no es una actividad repetitiva aburrida; más bien es vital y emocionante.
Así como estas criaturas alaban y adoran a Dios también suplen sus propias necesidades.
La adoración, la verdadera adoración en espíritu y verdad, provee un centro moral en nuestras vidas. Si nuestras vidas no tienen centro, tampoco tienen circunferencia. La adoración nos incluye con todas las demás criaturas que están redimidas por la sangre de Jesús. La adoración trae un canto a nuestros corazones y a nuestros labios. Hay algo desesperadamente malo cuando alguien literalmente no tiene música en su alma. Puede que no podamos hacer un sonido bonito, pero podemos hacer un ruido alegre para el Señor. La adoración también afi rma la naturaleza y el valor de nuestro ser. La adoración llama a un vibrante sí y amén, de lo más profundo de nuestras almas.
Cuando los hombres se niegan a adorar, consignan sus almas a una vida de sacudidas y comienzos falsos. Fácilmente son llevados por todo viento de doctrina. Titubean entre los fantasmas imaginarios y el placebo igualmente imaginario de la riqueza física. Quienes se niegan a adorar no tienen propósito eterno. El propósito de la humanidad perdida es el placer personal y ese es un placer superfi cial aún cuando sea encontrado y disfrutado.
Dios ha creado todas las cosas con un propósito mayor, y ese propósito es alabarle eternamente y para siempre. Esto es lo que Juan vio en el cielo.
UNA PALABRA FINAL
Este capítulo debe ser un punto de referencia para cualquiera que estudie Apocalipsis. Si mientras vamos estudiando juntos se pierde y siente que no entiende bien lo que está sucediendo, vuelva a este capítulo y repase estas escenas maravillosas. Ellas le ayudarán a recuperar la perspectiva y a poner una vez más sus pies sobre el suelo sólido.
Si usted no avanza más en este libro, comprenda que ha aprendido una gran lección hermosa. El cielo es un lugar de adoración. A menudo, y con justa razón, enfatizamos la necesidad de trabajar para el Señor o de testifi car de Jesús, pero la adoración espiritual es una de las mayores necesidades en los corazones del pueblo de Dios en todas partes.
Todo lo demás que podamos hacer para el Señor surge de la verdadera adoración. La verdadera adoración signifi ca que usamos todo lo que somos y tenemos para servirle. Ya que adoraremos a Dios por toda la eternidad, haremos bien en practicar un poco ahora. Todos los hombres adoran algo. Somos hechos de esa manera. Podemos adorar la criatura o podemos adorar al Creador. Podemos adorar las cosas que hacen nuestras manos; a menudo las personas se adoran entre ellas. Podemos adorar la naturaleza y las muchas maravillas que conlleva. Sin embargo, el hombre verdaderamente sabio, o la mujer, mirarán más allá de la creación y adorarán al único Dios verdadero, al Creador de todo lo que hemos sido, todo lo que somos ahora, y todo lo que seremos jamás.
PARA DISCUSIÓN
1. Juan, en el cielo, nos ha dicho cómo será el cielo. ¿Cómo se asemeja esta descripción con su punto de vista del cielo?
2. En la medida que usted contempla la escena del cielo desvelarse, ¿cree usted que nuestros servicios de adoración podrían mejorarse? ¿Cómo?
3. ¿Qué cosas específicas podemos hacer para honrar y glorifi car a Dios en adoración?
4. Hable sobre las cosas que Cristo ha hecho que lo hacen digno de gloria, honor y alabanza.
D. — La visión de Isaías de Dios en su trono, Isaías 6:1-8.
L. — La visión de Daniel del trono de Dios, Daniel 7:9-14.
M. — Digno de ser alabado, Salmos 18:1-6.
M. — ¡Dad a Jehová la gloria! Salmos 96:7-10.
J. — La visión de Ezequiel del trono de Dios, Ezequiel 1:26-28.
V. — A Él sea la gloria, Romanos 11:36.
S. — Él solo es digno de alabanza, Isaías 40:25-28.
ESTO ESTA COMO UNA PELICULA, ME DEJA EMOCIONADO CON LO QUE PASARA AL FINAL DELOS DIAS.
SUPER, SUPER.