El Don Supremo
2Coruintios 9:15
Gracias a Dios por su don inefable.
En este pasaje, el vocablo “don” significa una dádiva o regalo que se confiere como manifestación de aprecio y de amor.
Con frecuencia algunos amigos envían regalos a sus amigos, los padres a sus hijos, y los novios a sus novias, como una expresión de amor.
Este texto se refiere al don más precioso que ha sido enviado o recibido por alguna persona: el don supremo de los siglos.
Notemos cuatro cosas en este texto:
I. Dios es el dador
“Gracias a Dios por su don.” Dios es el Dador generoso.
“Toda buena dádiva, y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (San. 1:17).
Dios es el Dador de la vida en todas sus formas y la sostiene “porque en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hec. 17:28).
Dios es el Dador liberal que reparte de todas las buenas cosas del universo, como dice el apóstol Pablo:
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:19).
II. Jesucristo es el don
“Su don inefable.” Cristo es el Don inefable, supremo, ofrecido a todo el mundo.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jua. 3:16).
Aunque Cristo es el Don, es verdad que se dio a sí mismo a favor de los pecadores:
“Mas Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5: 8).
Este don incomparable, el más precioso que jamás se ha dado, se ofrece gratuitamente a todos los pueblos del universo.
III. Los creyentes son los recipientes de este don
Esta dádiva ha de ser recibida por fe; y no se recibe de ninguna otra manera.
Los que creen en Cristo pueden recibirlo y llegar a ser hijos de Dios.
“Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Juan 1:12).
Los que reciben este Don supremo reciben la vida eterna. “El que cree en el Hijo, tiene vida eterna” (Juan 3:36).
“La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:23).
“Todo aquel que cree” recibirá el don, según dice Juan 3:16.
IV. El recibimiento de este don despierta la gratitud
“Gracias a Dios por su don.”
Seguramente cada persona que recibe la vida eterna deseará decir: “Gracias, Dios mío, Gracias, Cristo, mi Salvador.”
Es la consecuencia natural de una experiencia de gracia. Es justo; es de esperarse; es natural.
Los recipientes de este Don supremo deben alabar a Dios por medio de cantos espirituales, la oración, el culto de adoración, y el servicio.
La gratitud debe abundar en el corazón de cada persona salva.