NUESTRA CONDUCTA DERIVA,
DE MANERA MUY INTENSA,
DE ?LAS CREENCIAS PROFUNDAS
QUE ?TENEMOS.
Estoy muy agradecido, porque mi propio Padre celestial es el Señor soberano que con su gran fuerza y su brazo extendido, hizo los cielos y la tierra. ¡Para ti no hay nada imposible! (Ter. 32:17).
¡Ciertamente, tú me has dado libertad y una vida de resurrección! Mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí (Gál. 2:19-20).
Señor, yo pertenezco a Cristo Jesús. Por lo tanto, he crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos (Gál. 5:24). Ayúdame a vivir en la realidad de esta crucifixión liberadora.
(por Beth Moore)