“El alma generosa será prosperada.” Mateo 5:8.
Si deseo medrar en el alma, no debo almacenar mis provisiones, sino que he de distribuir a los pobres. Ser mezquino y tacaño es el camino del mundo hacia la prosperidad, pero no es el camino de Dios, pues Él dice: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.” La manera de ganar de la fe es dar. He de intentar esto una y otra vez; y puedo esperar que me venga tanta prosperidad como sea buena para mí, como una recompensa graciosa para un generoso curso de acción.
Por supuesto que no puedo tener la certeza de volverme rico. Seré prosperado, pero no demasiado. Demasiada riqueza podría volverme tan pesado como son usualmente las personas corpulentas, y podría provocarme la indigestión de la mundanalidad, y tal vez me sobrevenga una degeneración grasosa en el corazón. No, si soy lo bastante gordo para ser saludable, puedo darme por muy satisfecho; y si el Señor me concede una subsistencia, puedo quedarme completamente satisfecho.
Pero hay una grosura mental y espiritual que yo ambiciono grandemente; y esto viene como el resultado de pensamientos generosos hacia Dios, Su iglesia, y mis semejantes. No he de escatimar, para que mi corazón no pase hambre. He de ser liberal y generoso, pues así seré semejante a mi Señor. Él se entregó por mí: ¿habría yo de escatimarle algo?
(Por Charles Spurgeon)